domingo, 29 de junio de 2008

Soja, leche y vacas argentinas

Llora por mí, Argentina
ALFONSO RAFFIN - El País. Porto Alegre, Brasil - 29/06/2008

La batalla que enfrenta a los agricultores y al Gobierno argentinos puede hacer que muchos ciudadanos europeos se alineen rápidamente con la causa de unos pobres campesinos contra el Gobierno de un país con antecedentes de totalitarismo, populismo y corrupción.

Lo primero es radicalmente falso. El Cono Sur está concentrando los mayores propietarios de tierra y de riqueza del mundo, que transforman un lugar privilegiado (abençoado por Deus, se dice en Brasil) en un foco de miseria, desigualdad, deterioro ambiental, enfermedad y violencia.
Buenos Aires ha llegado en pocos años a niveles de delincuencia y marginalidad iguales a los de São Paulo y Río. La principal causa es el desempleo rural, que empuja a miles de familias a la capital. La ganadería de leche ha retrocedido en estos últimos años, la soja ha avanzado imparablemente. La leche genera, por unidad de terreno, 30 veces más empleo que la soja. El Gobierno quiere aumentar los impuestos a la exportación de soja para frenar este avance, pero los grandes propietarios argentinos, apoyados por las multinacionales de semillas y abonos, se oponen ferozmente.


La soja argentina (y brasileña) viaja miles de kilómetros para alimentar las vacas europeas, que inundan de leche el mercado internacional. Europa subsidia a sus ganaderos con tres céntimos por cada litro.

Un ganadero de mil vacas recibe subvenciones por valor de 300.000 euros por año (50 millones de pesetas). Las vacas argentinas pastaban para producir leche (es la forma evolutiva correcta), abonaban estos pastos de forma natural, pero la leche argentina se enfrenta a los aranceles europeos, que la hacen no competitiva, mientras que la soja entra en Europa sin cargas.
La soja hoy es producida con abonos químicos que liberan gases de efecto invernadero y contaminan las aguas, produciendo al límite de lo conocido gracias a las semillas transgénicas.
El uso masivo de glifosato (herbicida que mata todo menos la soja transgénica) está cegando (aplicado desde avionetas), intoxicando y generando malformaciones en los niños argentinos. Argentina llora por ti, europeo.

Sobre el manifiesto en defensa de la lengua española

Lo común
MANUEL RIVAS El País, 28/06/2008

1. "De la luz nace la oscuridad", anotó de forma enigmática Nicholas Hytner, director de cine de Las brujas de Salem. 2. Goethe se empeñó en demostrar, sin querer considerar otras evidencias, que la teoría de los colores de Newton era una estafa. Según él, la suma de todos los colores era el gris. Y jamás reconoció su error: "Este sentimiento de superioridad me ha permitido soportar la estúpida arrogancia de mis adversarios". 3. En 1932, un grupo de intelectuales brasileños presentó un manifiesto clamando por "el Principio de Autoridad". 4. En la posguerra, un profesor de derecho de Santiago comenzaba sus clases con este saludo: "Damas, caballeros y alféreces provisionales...". 5. Entre los firmantes del Manifiesto por la lengua común hay alféreces que han propuesto, en jocoso tono intimidatorio, publicar las listas de "no firmantes". 6. No abre la boca la literatura: la que pregunta. 7. Nada se dice de las "otras" lenguas, de su "suerte", situándolas en la sospecha difuminada, hablas espectrales sin hábeas corpus. 8. Es un texto apodíctico, con pasta de decreto, que agitará como providencial trofeo la gran dama del "nuevo lerrouxismo". 9. Fervorosos "constitucionalistas" proponen en lo sustancial darle un mordisco a la Constitución, pese a que dice de la lengua castellana: "Todos los españoles tienen el deber de conocerla". 10. ¿Cuál es el concepto de lo común? ¿Forman parte las "otras" lenguas del patrimonio común? 11. Este Manifiesto, esta torpe campaña, provocará el erizamiento de todos los nacionalismos. 12. Con su manifiesto Anti-Dantas, el futurista Negreiros hizo célebre a Dantas. 13. No conozco a ningún ciudadano que renuncie al castellano. Sí a algunos que humillan proclamando la inutilidad de las "otras" lenguas. 14. Abrazo el castellano en el exilio, en los sefarditas, en el Sáhara, en Puerto Rico. 15. España necesita manifiestos de convivencia y lexemas de simpatía: cultivar la biodiversidad y no la bioperversidad.

Contar cuentos, Mario Vargas Llosa

Contar cuentos

No hay mejor ejemplo que 'Las mil y una noches' para explicar la razón de ser de la ficción en la vida de los seres humanos. La literatura es un permanente desagravio contra los infortunios

MARIO VARGAS LLOSA El País, 29/06/2008


Gracias a su inventiva prodigiosa y a sus sutiles artes de contadora de cuentos, Sherezada salva su cabeza de la cimitarra del verdugo. Arreglándoselas cada noche para tener a su esposo y señor, el rey Sahrigar, fascinado por sus historias, e interrumpiendo su relato cada amanecer en un momento particularmente hechicero de la intriga, durante mil noches y una noche consigue aplazar su ejecución hasta que, al cabo de esos casi tres años, el sanguinario monarca sasánida le perdona la vida y comienza para la pareja su verdadera luna de miel.

El Sahrigar que indulta a Sherezada es alguien a quien los cuentos han transformado
La buena literatura, como la vida, nunca está quieta: evoluciona, se adapta, se renueva
Sherezada lleva a cabo una verdadera proeza, sin duda. No puede devolver la vida a las decenas de muchachas sacrificadas a lo largo de un año por el déspota salvaje que vengaba en esas efímeras esposas de una noche la humillación que había sufrido al verse engañado por sus disolutas concubinas de antaño, pero, con sus astucias de gran narradora, desanimaliza al bárbaro que hasta antes de casarse con ella era puro instinto y pulsión y desarrolla en él las escondidas virtudes de lo humano. Haciéndolo vivir y soñar vidas imaginarias, lo enrumba por el camino de la civilización.


No existe en la historia de la literatura una parábola más sencilla y luminosa que la de Sherezada y Sahrigar para explicar la razón de ser de la ficción en la vida de los seres humanos y la manera como ella ha contribuido a distanciarlos de esos oscuros orígenes de su historia en los que se confundían con los cuadrúpedos y las fieras. Y ésa es sin duda la razón de que Sherezada sea uno de los personajes literarios más seductores y perennes en todas las lenguas y culturas.
Para Sherezada, contar cuentos que capturen la atención del rey es cuestión de vida o muerte. Si Sahrigar se desinteresa o se aburre de sus historias, será entregada al verdugo con las primeras luces del alba. Ese peligro mortal aguza su fantasía y perfecciona su método, y la lleva, sin saberlo, a descubrir que todas las historias son, en el fondo, una sola historia que, por debajo de su frondosa variedad de protagonistas y aventuras, comparten unas raíces secretas, que el mundo de la ficción es, como el mundo real, uno, diverso e irrompible. Para el bruto que la escucha y se deja llevar de la nariz por la destreza de Sherezada hacia los laberintos de la vida fantaseada donde permanecerá prisionero y feliz mil noches y una noche, aquella trenza de cuentos le enseñará que, dentro de la violenta realidad de matanzas, cacerías, placeres ventrales y conquistas en que ha vivido hasta ahora, otra realidad puede surgir, hecha de imaginación y de palabras, impalpable y sutil pero seductora como una noche de luna en el desierto o una música exquisita, donde un hombre vive las más extraordinarias peripecias, se multiplica en centenares de destinos diferentes, protagoniza heroísmos, pasiones y milagros indescriptibles, ama a las mujeres más bellas, padece a los magos más crueles, conoce a los sabios más versados y visita los parajes más exóticos. Cuando el rey Sahrigar perdona a su esposa -en verdad, le pide perdón y se arrepiente de sus crímenes- es alguien al que los cuentos han transformado en un ser civil, sensible y soñador.


Las mil noches y una noche no es un libro árabe traducido a las lenguas occidentales, como se suele creer. Sus orígenes son remotos, intrincados y misteriosos. Se trata de multitud de historias, orales y escritas, de origen principalmente persa, indio y árabe, pero también de otras culturas menos extendidas, algunas antiquísimas, procedentes las más viejas de los siglos IX y X, aunque sobre todo del siglo XIII, que, a partir del siglo XVIII, fueron recopiladas y vertidas al francés, al inglés y al alemán por arabistas europeos. El primer traductor europeo de Las mil noches y una noche fue el francés Antoine Galland (1646-1715). Esta traducción tuvo un éxito extraordinario y fue vertida a su vez a otras lenguas europeas. La enorme difusión de estos relatos en Europa y el prestigio que alcanzaron hicieron que en el mundo árabe, donde hasta entonces eran desdeñados por los intelectuales como literatura barata y populachera, se rectificara este criterio y empezaran a aparecer las primeras recopilaciones en la lengua original de la mayoría de los cuentos. Recomiendo a quien quiera orientarse en esta enmarañada genealogía los eruditos estudios del arabista español Juan Vernet, uno de los mejores traductores al español de los célebres relatos.

En el siglo XIX aparecieron las primeras versiones directas al inglés, las de los orientalistas Edward Lane y Sir Richard Burton, que, al igual que la de Galland, se difundirían por el mundo entero. Desde entonces, las traducciones directas o indirectas de Las mil noches y una noche se multiplicarían en todas las lenguas al extremo de competir con la Biblia y Shakespeare en ser el libro más divulgado, adaptado, traducido, vestido y desvestido de la historia. La que más circuló, por largo tiempo, en el ámbito de la lengua española fue la retraducción que hizo Vicente Blasco Ibáñez de la versión francesa del pintoresco doctor J. C. Mardrus, la más cargada de erotismo que se conoce. Luego, aparecerían varias más, directas del árabe.

Lo característico de estas traducciones es que prácticamente ninguna es idéntica a la otra. O porque cada traductor se sirvió de diferentes manuscritos, o porque lo que añadió o quitó fue tan grande como los mismos cuentos originales que utilizó, o porque las tendencias morales, religiosas y estéticas de cada época y sociedad lo empujaron a dar una orientación determinada a los textos traducidos, el hecho es que las diferencias entre las distintas versiones de estos relatos son probablemente mayores que los parecidos, como mostró Borges en su célebre ensayo, Los traductores de las mil y una noches, incluido en Historia de la Eternidad. Lo cual quiere decir que, aunque orientales en su origen, los cuentos de Las mil noches y una noche forman parte también, de pleno derecho, de la literatura occidental. Y, como todo texto clásico -pero, más que cualquiera de ellos, por su naturaleza proteica y su origen colectivo y plural-, son susceptibles de ser leídos e interpretados de manera distinta por cada generación de lectores. La buena literatura, como la vida, nunca se está quieta: evoluciona, se adapta, se renueva y, sin dejar de ser la misma, es siempre otra, con cada época y lector.

Para escribir mi propia versión he consultado distintas traducciones, pero, sobre todo, la -excelente- de M. Dolores Cinca y Margarita Castells, publicada por Ediciones Destino, el año 2006. He intentado una adaptación minimalista para el teatro, que consta sólo de dos intérpretes pero de muchos personajes. Los actores que representan el espectáculo encarnan sus propios roles y a su vez se metamorfosean en el rey Sahrigar y Sherezada y en los diversos protagonistas de las historias que aquélla cuenta al rey para escabullirse del verdugo. Mi versión es muy libre. Respetando vagamente la estructura primigenia de algunos relatos -entre ellos no figura ninguno de los más conocidos-, recrea sus contenidos -añadiendo y recortando- desde lo que podría llamarse una sensibilidad moderna.

Los personajes principales ejercen y disfrutan el placer de contar, una de las más antiguas formas de relación desarrolladas entre los seres humanos, una vez que tuvieron que agruparse en comunidades para defenderse mejor de la fiera, las inclemencias del tiempo, las tribus enemigas y procurarse el sustento. Como Sherezada al rey Sahrigar, esas historias que ardían en la caverna primitiva, alrededor del fogón que apartaba a las alimañas, fueron humanizando a sus oyentes. Ellas son el despuntar de la civilización, el punto de arranque de ese prodigioso camino que llevaría a los seres humanos, al cabo de los siglos, a los grandes descubrimientos científicos, a la conquista de la materia y del espacio, a la creación del individuo, de los derechos humanos, de la democracia, de la libertad y, también, ay, de los más mortíferos instrumentos de destrucción que haya conocido la historia. Nada de eso hubiera sido posible sin el apetito de vida alternativa, de otro destino distinto al propio, que hizo nacer en la especie la idea de inventar historias y contarlas, es decir, de hacerlas vivir y compartir mediante la palabra y, luego, más tarde, la escritura. Ese quehacer, esa magia, refinó la sensibilidad, estimuló la imaginación, enriqueció el lenguaje, deparó a hombres y mujeres todas las aventuras que no podían vivir en la vida real y les regaló momentos de suprema felicidad. Eso es también la literatura: un permanente desagravio contra los infortunios y frustraciones de la vida. Como en una obra mía anterior, Odiseo y Penélope, en Las mil noches y una noche, el teatro, la lectura y el contador de historias se funden para dar una versión en formato menor de un gran clásico de la literatura.

Debo a mis queridos y admirados amigos Aitana Sánchez-Gijón y Joan Ollé, compañeros y maestros de aventura teatral, sugerencias e ideas que corrigieron muchas imperfecciones de mi texto.

Kiko, la cólera de Dios

Kiko, la cólera de Dios

JESÚS RODRÍGUEZ El País, 29/06/2008


Es el líder del movimiento neoconservador más poderoso de la Iglesia, con un millón y medio de seguidores en 106 países y 70 seminarios. Un iluminado carismático que defiende los postulados más intransigentes del catolicismo. Su grupo, los 'kikos', se mueve en un completo secretismo. Así es Kiko y así es su movimiento.

A ver, majo, ¿quieres convertirte?

-Pero es que yo ya estoy convertido...

-¡Que está convertido, dice! ¡Ja, ja, ja! ¡Que está convertido! Lo que te quiero decir es si te quieres unir al Camino.

Cualquier momento es bueno para captar adeptos. La primera rueda de prensa en más de 40 años de Kiko Argüello, iniciador y responsable del Camino Neocatecumenal, el movimiento neoconservador más poderoso de la Iglesia católica, comienza y termina con los periodistas rezando en pie un padrenuestro. Algunos no se lo saben. Balbucean. El espectáculo es digno de contemplarse. Argüello, de 69 años, es un hombre seco, ligeramente encorvado, de barba luciferina, pelo blanco, rostro áspero y carmesí, y los ojos cargados. Viste un raído traje negro y camisa y corbata oscuras; se aferra a una Biblia cubierta por una funda negra de piel. En los momentos de tensión enciende sin parar cigarrillos sin filtro que machaca al instante. Tiene una voz de galán quebrada por el tabaco, los cánticos y miles de sermones. Recuerda al predicador de un western.

Es la tercera ocasión en la que pregunta al periodista si se quiere convertir. Con el brazo apoyado paternalmente sobre sus hombros. Ya le ha interrogado en otros encuentros sobre sus ideas religiosas -"¿crees en Dios?", "¿estás bautizado?", "¿cuántos hijos tienes?", "dame un beso"-. Por contra, todo son largas para conceder una entrevista razonable. Argüello desconfía de EL PAÍS. "¿Para qué queréis hacer un reportaje sobre el Camino si sois un periódico agnóstico y de izquierdas? ¿Para darme un palo? Aquí tengo guardados todos los países que hablan mal de mí y del cardenal [Rouco]. Los hermanos me han aconsejado que no hable con vosotros. Y si lo hago es porque os amo".

Argüello no dialoga con los medios de comunicación críticos con su línea político-religiosa -"¿para qué perder el tiempo?-. Con el resto, apenas. No concede entrevistas. Conseguir que concrete sus ideas es inútil, se escapa con farragosas experiencias vitales. Es un maestro del monólogo. Sus seguidores no saben dónde, cómo y de qué vive. La mayoría no le conoce personalemnte aunque financie el Camino con sus donaciones. El discípulo, una vez que supera el segundo escrutinio (un examen personal que se realiza pasados los primeros años en el Camino), debe entregar a la comunidad el 10% de sus ingresos: es el diezmo. Si su pareja está en el Camino, está también obligada a entregar el mismo porcentaje. Nadie sabe dónde va ese dinero ni cómo se administra. No hay facturas. Además, al final de cada celebración religiosa, uno de los hermanos pasa una bolsa de plástico (la llamada "bolsa de las inmundicias") donde cada uno aporta lo que puede: desde unos euros hasta una pulsera de oro o la escritura de un piso. La bolsa sigue circulando hasta que se obtiene la cifra prefijada por los responsables. Son unos minutos de suspense. ¿Cuántas vueltas dará? Durante la construcción del Domus Galilaeae, la grandiosa sede del Camino en Israel, el iniciador pidió 1.000 euros a cada uno de sus discípulos para terminar las obras. Mientras se pasaba la bolsa, el resto cantaba: "Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan, ni hilan. Y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como uno de ellos". Para avanzar en el Camino es imprescindible desprenderse de las riquezas.
Son los que engrasan económicamente su organización; sin embargo, rara vez se mezcla Kiko con sus seguidores de base. Viaja continuamente por todo el mundo. Dice que subsiste gracias a las limosnas. Al mismo tiempo tiene hilo directo con el Vaticano. Y para sus fieles, con el mismo Dios. "Kiko no se ha inventado nada, le ha inspirado el Espíritu Santo", dicen. Kiko Argüello es célibe y viste de negro, pero no es cura. "Nunca se pondría a las órdenes de un obispo", explica un antiguo seguidor. Predica, pero no tiene una formación teológica. Resuelve los conflictos existenciales de sus discípulos, pero no es psicólogo. ¿Quién es Kiko? Él se define como un artista. "Un pobrecillo, un pecador; el día más feliz de mi vida será cuando muera. Reza por mí". Si se le pregunta acerca del culto a la personalidad que gravita en torno suyo, su piel adquiere un tono encarnado y contesta con cara de pocos amigos: "En la Iglesia siempre hay alguien que inicia".
Tras escucharle en varios actos del Camino y hablar con él en un puñado de ocasiones, se saca la impresión de que Kiko Argüello es un iluminado ultraconservador que domina la palabra y el gesto; con un humor cambiante; místico, magnético y halagador. Y también portador de toda la cólera divina. "El infierno existe", remacha. Tenaz e insistente. Dotado, según un monseñor, de "una santa testarudez". Tremendista. "El anticristo está por llegar. Europa camina hacia la apostasía". Según él, perseguido. Un mártir en potencia. Transmite el mensaje que le ha comunicado Dios sin papeles ni fisuras. Con desparpajo. Sin florituras. Durante horas. En un lenguaje vulgar. De andar por casa. Describe el Camino como "este tinglado" o "este follón en el que estamos metidos". Habla desde las tripas, no desde la teoría. Dice lo que le sale. Lo que le brota. A veces de forma incoherente. Todo trufado con citas bíblicas. Canta, baila, pinta, entusiasma, interroga a su auditorio. "¿Quién no tiene un familiar divorciado?". "A ver, tú, cuéntanos tu vida. ¿Cuántos hijos tienes?". Es carismático. Lo más parecido a un telepredicador que tenemos en España.


Dice que los medios "de izquierdas" le manipulan políticamente. Pero su discurso es político. Cuando le preguntamos sobre la situación en España, contesta con desconfianza: "Lamentamos que las leyes de los socialistas rompan la familia. En los países nórdicos, los chavales se están suicidando a los 20 años porque proceden de familias rotas. Es el resultado del divorcio exprés".
En sus respuestas, Argüello condena radicalmente el matrimonio de las personas del mismo sexo. Los anticonceptivos. El aborto. La eutanasia. Y las ideas socialistas. Y el separatismo. Y a los religiosos progresistas. Y a los obispos tibios. Y a los jesuitas izquierdosos . Y a los curas que no ceden sus parroquias al Camino. Y a los monseñores poco complacientes. Es decir, a los que no piensan como él. Y él tiene las ideas claras. "Claro que existe el demonio; está entre nosotros, es un ángel caído".


-¿Y a usted también le ataca?

-Nos ataca a todos. Ha dominado a monseñores para que se pusieran en contra del Camino. Nos han hecho mucho daño. El demonio siempre está dispuesto. Si eres casado, está al acecho para que te enamores de otra. Pero en el Camino, los matrimonios no se separan. ¿Sabes por qué?
-Ni idea.


-Porque la relación de amor de los que tienen dentro vida eterna es distinta. Un matrimonio no se separa si tiene vida eterna. El amor de pareja progresa y madura; no es lo mismo la pasión de los novios que el amor de Cristo, que es un amor total.

-¿Y si le va mal a la pareja?

-Para eso están los hermanos de la comunidad. Cuando un matrimonio está en peligro, toda la comunidad reza por ellos; les llaman y apoyan, y se salvan.

Kiko Argüello ve el mundo en blanco y negro. La sexualidad es el eje de sus catequesis. La pornografía. La homosexualidad -"que es una enfermedad que se cura"-. El rechazo a los anticonceptivos -"el 25% de los preservativos falla"-. Incluso alerta por escrito del riesgo de tener hijas adolescentes: "Los padres están llamados a ser realistas, y a hablar a las hijas de los peligros a los que se exponen con ciertas modas de vestir (como minifaldas exageradas u ombligos descubiertos) si no quieren encontrarse después con la sorpresa de verlas un día embarazadas o, peor aún, descubrir que han abortado". En Roma, durante la rueda de prensa del 13 de junio, nos comenta que el Camino celebra sus eucaristías el sábado por la noche, entre otras cosas "para que los jóvenes no se vayan a las discotecas a fornicar y a drogarse; los jóvenes de nuestras comunidades no fornican, ni se drogan, ni se suicidan".

Está dispuesto a reevangelizar el mundo. Quiera o no quiera el mundo. Es su misión. Desde la vieja Europa hasta China, pasando por Latinoamérica y las antiguas repúblicas soviéticas. Ya ha enviado a miles de familias y de seminaristas a catequizar en los rincones más perdidos del planeta. "Apóstoles", les llama. Un cura español destinado en Roma recuerda su sorpresa al encontrarse en Kazajistán con una familia de kikos valencianos predicando puerta por puerta. "Estamos renovando la Iglesia. Somos lo más vivo de la cristiandad, los encargados de la nueva evangelización a través de pequeñas comunidades que viven como los primeros cristianos y avanzan juntas", explica Argüello.

Sostienen los que conocen a Kiko que es orgulloso, soberbio y autoritario. Se considera a la altura de cualquier purpurado. Controla férreamente su organización a base de círculos concéntricos que transmiten en el acto sus consignas. No tiene lugartenientes. No existe un directorio del Camino. Un jefe de prensa, un encargado de finanzas. Él es el iniciador. Nadie le cuestiona. Es el autor de los textos y símbolos. De la estética, música y canciones; ritos y prácticas; el lenguaje y la forma de vivir. Incluso del diseño de sus iglesias, cuyas pinturas de inspiración neobizantina él mismo ejecuta.

Sus seguidores son conocidos como los kikos. Una Iglesia paralela que cuenta, según Argüello, con un millón y medio de fieles divididos en 16.000 comunidades enclavadas en 6.000 parroquias de 106 países; con 3.000 sacerdotes, 1.500 seminaristas y 70 seminarios. Lo que no cuenta es que ya han entrado en las universidades y los colegios; en la Conferencia Episcopal, el Ejército y los medios de comunicación. Dirigen las agencias de noticias religiosas Zenith y H2O. Abarrotan las manifestaciones neoconservadoras contra los Gobiernos socialistas en Roma o Madrid. Son la infantería de la Iglesia más intolerante. Un ejército de resistencia a los cambios. A la cabeza, Kiko está siempre ideando estrategias y puestas en escena. Hay que llamar la atención. Conmover a los fieles. La rueda debe seguir girando. Le gusta esgrimir sus poderes. Ante sus fieles desgrana en voz alta una cosmopolita agenda agotadora. Y el contacto estrecho con los cardenales. Antes perseguido que irrelevante. "Ha llegado el momento de evangelizar", dice él.
Su biografía de líder visionario transcurre durante los 44 años que conducen de una chabola en Vallecas (Madrid), rodeado de gitanos, yonquis y prostitutas, armado con una Biblia y una guitarra, hasta las cenas con el Papa en las sombras del Vaticano. Hasta pintar los frescos de la catedral de Madrid. Hasta erigir una sede internacional a su imagen y semejanza en Israel, en el monte de las Bienaventuranzas, donde Jesucristo comenzó a predicar, que fue inaugurada por el propio Juan Pablo II en 2000.


No ha sido un trayecto fácil. Kiko Argüello ha trepado con esfuerzo. Y voluntad. Y con la idea de que ?Dios proveería?. En sus comienzos, algunos en la Iglesia le consideraron un hereje. Un luterano. Un loco. Un hippy empeñado en llamar la atención. Aún hoy, para muchos, es el creador de una secta intraeclesial; admitida por la jerarquía, pero siempre en el filo de la navaja. Con sus misas y celebraciones. Sus códigos internos y sistemas de captación. Y un absoluto secretismo sobre sus prácticas.

Los textos de Kiko, la transcripción de sus catequesis, con los que se guía el camino de todas las comunidades del mundo (los llamados mamotretos), no están al alcance de sus miembros de a pie. Sólo acceden a ellos los catequistas, su guardia de hierro. "El resto no los entendería", dice. "Hay que ir avanzando en el Camino". Son uno de los misterios del Camino. Pero en realidad, cuando por fin accedemos a esos famosos mamotretos, su contenido decepciona. Es más de lo mismo. Sus experiencias místicas y personales, su consabida visión catastrofista del mundo. Y una continua petición de dinero a sus fieles. Estas frases están extraídas de las catequesis de Kiko en España: "Alguno que tenga una herencia, alguno que tenga algo, que ponga aquí cinco millones de pesetas para construir el seminario de Madrid". "Hoy he leído una cosa que me ha hecho mucho daño, que el cantante Elton John es homosexual y que quería casarse con su amiguito, un chaval, y se le ha dado el matrimonio jurídico en Inglaterra". "La nulidad matrimonial es una trampa del demonio". "Entramos en una nueva era, y Dios nos está preparando para reevangelizar el mundo".

Recorrer el Camino de Kiko Argüello, llegar al verdadero bautismo, que se realiza por inmersión en el río Jordán, en Israel, con el sacerdote con la estola sobre el bañador, puede llevar a un cristiano entre 20 y 30 años. A lo largo de ese tiempo atravesará infinitos pasos, pruebas y exámenes. Celebraciones y convivencias. Ritos y exorcismos. Renunciará a las riquezas. Al éxito. A los afectos. Desnudará sus flaquezas ante los hermanos colocados en círculo en torno suyo. Se humillará ante ellos. El catequista, el guía, tiene un poder absoluto sobre el catequizado, que le debe obediencia. Una antigua seguidora de Kiko lo explica así: "Nos modelan tanto los sentimientos que consiguen que en unos años seas capaz de dejar pareja, hijos, trabajo, dinero..., lo que sea, si te lo exige un catequista. Y si no cumples alguna de sus exigencias eres expulsado de la comunidad". Los catequistas son descritos por otro ex kiko como "gente dura, controladora, intransigente, que modifica la mentalidad de sus discípulos". Cuando se le pregunta a Argüello qué formación tienen los catequistas para encauzar psicológica, laboral, sentimental, económicamente la vida de los miembros de la comunidad, responde molesto: "¿Qué preparación van a tener? Una preparación maravillosa. En una comunidad no necesitan más; ni psicología, ni nada. Ya tienen las 3.000 páginas del mamotreto para realizar su misión". Nadie sabe muy bien si alguna vez concluye el Camino.

Todo es obra suya. Ese espeso cóctel en el que se mezclan las prácticas de los primitivos cristianos con la tradición hebrea; las prácticas evangélicas de interpretación literal de las Escrituras con las terapias de grupo; las guitarras, las palmas y las danzas con las fórmulas de predicar itinerantes de las sectas protestantes. Sin olvidar la similitud ideológica con los Cristianos Renacidos estadounidenses, que auparon al poder a George W. Bush.

Todo es obra de su imaginación. Y según sus seguidores, del Espíritu Santo. Por eso, el pasado 13 de junio en Roma, Francisco José Gómez de Argüello, alias Kiko Argüello, estaba feliz. Nervioso y agotado, pero feliz. Esa mañana, monseñor Stanislaw Rilko, presidente del Pontificio Consejo de los Laicos, había puesto por fin su firma sobre el Decreto de Aprobación del Estatuto del Camino Neocatecumenal por orden del Papa. Suponía la plasmación canónica de los kikos, de sus fines y sus prácticas. El Vaticano había transigido. Kiko Argüello pasaba por encima de sus críticos como una apisonadora. Lo ha logrado. Dar forma legal a una organización que está basada en la indefinición más absoluta. Ha conseguido que el Camino Neocatecumenal no sea definido por la Santa Sede como una asociación religiosa, ni una orden, ni una fraternidad sacerdotal, ni siquiera un grupo laico. El Camino no se parece a nada dentro de la Iglesia. Es "un itinerario de iniciación cristiana". Imposible algo más etéreo. No tiene personalidad jurídica ni patrimonio. "Somos algo más profundo que una asociación. Administramos bienes espirituales", dice Kiko. "El Papa y Rilko querían que fuésemos una asociación. Y yo, ¡que no, y que no, y que no!".

El Camino Neocatecumenal es un misterio. No tiene una elegante sede social en Roma como los jesuitas o el Opus. Los kikos no tienen a la vista del público más que un par de discretas sedes situadas en dos sótanos desnudos de Roma y Madrid. Aunque sus seguidores y ex seguidores hablan de numerosas propiedades inmobiliarias en Italia y España. A comienzos de los noventa (al parecer, bajo la inspiración del cardenal Suquía) crearon una organización denominada Fundación Familia de Nazaret para la Evangelización Itinerante, que, según sus estatutos, registrados en el Ministerio de Justicia en 1993, está dedicada a "sostener la actividad evangelizadora itinerante de los miembros pertenecientes al Camino Neocatecumenal. Especialmente los desplazados en zonas descristianizadas". Los recién aprobados estatutos del Camino prevén que se constituyan otras fundaciones similares en otras diócesis para canalizar sus ingresos.

Más allá, el Camino no responde de sus actos ante nadie. Es un método de formación católico al servicio de los obispos. Los kikos prestan sus servicios a la Iglesia a cambio de desmontar la Iglesia anterior e implantar la suya. Llegan a una parroquia, piden permiso al párroco, programan catequesis, montan comunidades y comienza el camino. Circulan en paralelo. Son los elegidos. Muestran a sus fieles, divididos en pequeñas comunidades estancas (que rara vez se mezclan con otras comunidades, y menos aún con los fieles de la parroquia tradicional), su particular visión de cómo alcanzar el paraíso al tiempo que fiscalizan su vida. Para los kikos, más allá del Camino no hay nada. Fuera está el "mundo". Y es malo. Y no es posible ser feliz si no se está en el Camino. Ése es el mensaje que reciben durante décadas los hermanos. Sus hijos, a los nueve años, tras la primera comunión, comienzan a asistir a sus actos litúrgicos, y a los 13 se incorporan plenamente a una comunidad. No conocerán otra forma de vida. Ni en su casa, ni en la parroquia. Por eso es tan difícil romper con Kiko. Tras años de recorrido en comunidad, ya no queda nada fuera del Camino. Ni amigos, ni amor, ni salvación posible. A los que lo abandonan se les denomina rebotados, en la jerga de Argüello. Y se les profetiza que "la sangre de Cristo caerá sobre ellos". Cuando un hijo abandona el Camino, los catequistas prohíben a los padres que vuelvan a tener contacto con él. Y viceversa.

¿Es una secta? En la Iglesia católica, nadie se atreve a lanzar esa acusación. El Camino está bendecido por el Vaticano. Por eso, algunos prefieren hablar de "comportamientos", "prácticas", "individuos sectarios". Sin embargo, contemplar en la noche del último Sábado Santo, el 22 de marzo de 2008, durante la vigilia pascual, a los miembros del Camino en ayunas, en penumbra, ataviados con túnicas blancas, portando cirios, cantando durante horas, bautizando a sus hijos por inmersión, bailando en círculo hasta que sale el sol..., consigue que uno sienta cierto desasosiego.

A comienzos de los sesenta, Argüello era un joven artista madrileño de buena familia, agnóstico confeso, que durante una crisis existencial, que le llevó "a las puertas del suicidio", se marchó a vivir con los gitanos de las barracas de Palomeras Altas, un suburbio de Madrid. El mismo camino que habían seguido a raíz del Concilio Vaticano II muchos curas decididos a encontrar a Dios entre los pobres. Algunos acabarían en la izquierda. Kiko, no. Kiko sufrió en las chabolas una conversión personal. No social. Sintió la llamada de Dios. Lloró durante horas. Como buen converso, se haría más papista que el Papa. Según explica el especialista en temas religiosos Jesús Bastante, "el converso, como san Pablo, cuando encuentra la verdad rechaza radicalmente su vida anterior. Adquiere conciencia de que la sociedad es perversa. Renace. Y como san Pablo, pasa de perseguir cristianos a perseguir paganos". Hoy, Kiko afirma que el 70% de sus seguidores eran cristianos no practicantes antes de conocer el Camino. Hoy son neoconversos.
Tras la "revelación" había llegado el momento de que Kiko pusiera en práctica sus teorías. Había que reevangelizar a los cristianos durmientes. Conducirles a un nuevo bautismo. Era 1964. Entraría en contacto con grupos emergentes de católicos posconciliares y con sacerdotes; nunca se adaptaría a la disciplina de los otros. No quería estar bajo nadie. Siempre deseó ser el centro de atención. Absorbería las prácticas de cada grupo. La terminología. Y la forma de estructurarse. Y luego, él, un artista, le daría forma propia. Empezando por la misa. Comulgarían sentados con auténticos pan y vino. Cantando las canciones de Kiko. Explicando sus experiencias en público. Había que vender el producto. Él sabía cómo.


En las barracas de Vallecas, Kiko se va a encontrar en aquellos primeros compases de su carrera a la que ha sido su compañera, álter ego y coiniciadora del Camino Neocatecumenal durante cuatro décadas, Carmen Hernández, una monja de su generación, de familia adinerada, licenciada en teología, que desde niña había querido ser misionera, pero nunca se había sometido a la disciplina de las órdenes religiosas. "Éramos dos inadaptados; que todo saliera bien es un milagro", describe Argüello. Kiko aportaría al Camino su carisma, sus dotes interpretativas y su inquietud. Carmen Hernández, la base doctrinal de la que Argüello carecía. Unirían sus fuerzas. La relación entre ellos es uno de los grandes arcanos (uno de los términos favoritos del Camino) de los kikos. Sus seguidores te explican enseguida que ambos no son pareja. Es cierto, él es el líder. Pero ella no está dispuesta a quedarse sin su minuto de gloria. Es la voz de su conciencia. En público y en privado. Y le machaca a conciencia.

Día 22 mayo de 2008. Parroquia de Santa Catalina Labouré, Madrid. Esta iglesia, inaugurada en 2003 por el cardenal Rouco, resume el ideal estético de Argüello. El que pretende implantar en sus parroquias. "Kiko es un genio", explica Mattia del Prete, uno de los arquitectos del Camino. Mármol blanco, cúpulas doradas, moqueta azul eléctrico, pinturas al fresco del propio Kiko. El altar, en el centro; los bancos, alrededor, y una pequeña piscina para el bautismo por inmersión. Los iconos, el cáliz, la copa del vino, la cruz alzada, las flores sobre la mesa, la funda de orfebería que cubre los evangelios, todo es obra de su mente de artista. No es fácil entrar en sus celebraciones privadas. Son a puerta cerrada. Esta noche, el iniciador se reúne con sus seguidores más antiguos. Van ataviados con túnicas blancas de lino. Menos el periodista. Y Kiko, siempre de negro. Habla durante horas. Sin embargo, dentro de la más pura tradición de las parejas cómicas, sus frases son respondidas, criticadas, incluso ridiculizadas en voz alta por Carmen Hernández, la coiniciadora, sentada a su espalda. Estamos en familia. Nadie parece sorprenderse. Pero las réplicas humorísticas de Carmen durante los actos públicos y la misma rueda de prensa en Roma sonrojan al no prevenido. En un momento dado, Carmen profiere: "Yo digo la verdad y tú te la inventas". Kiko se echa las manos a la cabeza, pone los ojos en blanco, mira al cielo y solicita la misericordia divina. Ella se ríe con socarronería: "Confiesa, Kiko. Lo único que quieres es que los periodistas te hagan la foto. Aquí tenéis a san Kiko".

¿Cómo ha logrado esta singular pareja conseguir tanto poder en la Iglesia católica? El ascenso imparable de los kikos no se puede entender sin dos causas: el crecimiento imparable de sus miembros por la desaforada política demográfica del movimiento (una mujer debe tener todos los hijos que Dios le mande) y por el apoyo incondicional de Juan Pablo II a lo largo de sus 27 años de reinado.

En cualquier celebración de los kikos, durante el tiempo en que relatan sus experiencias vitales, cada interviniente se presenta con su nombre de pila y el número de hijos que ha traído al mundo. "Cuatro, cinco, seis, siete". A medida que el número asciende, un murmullo de aprobación se extiende por los bancos de la iglesia. Cuando un hermano afirma "tengo 10", brotan los aplausos. Según Argüello, los miembros del Camino tienen el promedio más alto de hijos de la cristiandad, "cinco por familia". En 44 años de Camino se han incorporado a las comunidades miles de hijos y nietos de los primeros seguidores. El crecimiento de sus filas ha sido exponencial. Hoy abarrotan sus celebraciones. Después de cada acto multitudinario, con las masas enfervorizadas por la catequesis de Kiko, el iniciador pide vocaciones: "¡Que levanten las manos los hermanos que quieran ir al seminario!". En el fragor del momento, enardecidos, decenas de jóvenes se alistan sin pensarlo. Muchos marcharán por el mundo como predicadores ambulantes financiados por el Camino. Otros se convertirán en sus sacerdotes. Y los obispos, emocionados. ¿Quién le va a negar nada a Kiko?

Juan Pablo II fue el más entusiasta de esos obispos. El primero de ellos. Cuando Karol Wojtyla llega al Vaticano, en 1978, se encuentra las iglesias y los seminarios vacíos, a las órdenes tradicionales (jesuitas, dominicos, franciscanos) coqueteando con la teología de la liberación, y a un clero diocesano anciano y en desbandada. Wojtyla era el resultado de la guerra fría; concebía una Iglesia de resistencia al comunismo. "Y desde el primer momento, su idea es reevangelizar Europa. Y ve que con las órdenes antiguas no puede contar", explica un sacerdote español. "Se encuentra solo. Hay un vacío de espiritualidad, y aparecen providencialmente los nuevos grupos neocon [Opus Dei, Focolares, Comunión y Liberación, San Egidio, los kikos], formados por laicos con una concepción de la Iglesia similar a la suya, y tira de ellos. Y éstos no sólo le llenan los estadios, sino que son un antídoto contra la teología de la liberación y la proliferación de sectas evangelistas en Latinoamérica, y para predicar en los antiguos países comunistas. Y le profesan una fidelidad perruna".

Kiko y Wojtyla son almas gemelas. Quieren reevangelizar la cristiandad. Y son dos antiguos actores aficionados. Conocen la importancia de la imagen. Según relata un monseñor, Carmen y Kiko se trabajan a Juan Pablo II a conciencia. Son maestros en el arte del halago. En cuanto el Papa abre su ventana, llueva o nieve, se encuentra un grupo de kikos con guitarras entonando en su honor. Los kikos cantarán a Wojtyla en cada celebración multitudinaria a la que asista en cualquier rincón del mundo. Cada domingo, Carmen Hernández se encuentra con el Papa mientras visita las parroquias de Roma como obispo de la diócesis. Se convierte en una presencia habitual. Kiko y Carmen llegarán a penetrar en la intimidad del Papa y a compartir cenas privadas. Le hablarán con su crudeza habitual de la situación de la Iglesia. Y le darán informes sobre la fidelidad de los obispos. Previamente, la pareja se ha ganado para su causa al poderoso secretario del Papa, el sacerdote polaco Stanislaw Dziwisz. Cuando éste sea creado cardenal, en 2006, estarán en primera fila, y el nuevo purpurado rodeará fraternalmente a Carmen con el brazo. Ella confirma que siguen siendo muy amigos: "Nos ha invitado a Cracovia y me trata como a una reina. Incluso me invita a marisco".

En 1990, en contra de la opinión de algunos obispos que desconfían de las prácticas del Camino, Juan Pablo II hace pública una carta de reconocimiento que supone su visto bueno a los kikos. En el documento exhorta a los obispos a valorar y ayudar a su obra. En otras palabras, les ordena que le abran las puertas de sus parroquias. Un seguidor del Camino sospecha que la carta fue redactada por el mismo Argüello, que se la dio a firmar al Papa. Era el gran espaldarazo.
El iniciador despliega esa misma estrategia de seducción en la década de los noventa con el episcopado español. Especialmente en Madrid, donde Antonio María Rouco Varela llega al arzobispado en 1994. Por un lado, le halaga y abduce; por otro, le ofrece resultados: el seminario, lleno; las parroquias, activas; plazas abarrotadas, y una parcela importante de poder de cara a Roma. Rouco se entrega con armas y bagajes. Se convertirá en su aliado. Pondrá a su disposición sus finas dotes de canonista en la elaboración de los estatutos (que son redactados entre 1997 y 2002), le permitirá abrir un seminario y le encargará la realización de los frescos de la catedral de Madrid en 2004. En el palacio episcopal de la capital corre un chascarrillo al respecto: "Rouco quiere pasar a la historia como el cardenal que encargó terminar su catedral a un santo". Tampoco hay que olvidar los generosos donativos del Camino al arzobispo para terminar la catedral.


Y sobre todo, Kiko proporcionará a Rouco influencia política. En un encuentro en Roma en octubre de 2007, durante la beatificación de 468 religiosos asesinados en la Guerra Civil, Argüello propondrá al cardenal organizar una gran manifestación en Madrid "en defensa de la familia cristiana". Quedan tres meses escasos para las elecciones generales. Las encuestas dan un empate técnico PP-PSOE. Rouco duda. Le parece precipitado. Kiko le tranquiliza: "Don Antonio, yo le pongo 300.000 kikos en Colón". Rouco accede. El acto se fija el 30 de diciembre. Asisten varios cardenales y 42 obispos.

El supuesto acto religioso se convierte en una manifestación política contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero y sus iniciativas como el matrimonio homosexual o la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La tribuna se alza sobre un icono pintado por Argüello. Los organizadores acusan a Zapatero de "romper la familia". El cardenal García-Gasco va más lejos: "El laicismo radical puede llevar a la disolución de la democracia y no respeta la Constitución", brama. Kiko cierra el acto con su guitarra. Y lanza una señal de alarma: "Estos Gobiernos ateos y laicos nos quieren hacer creer que nuestra vida no va a ningún lado. Pero va al cielo".
El Partido Socialista ganará las elecciones el 9 de marzo de 2008. Y el papa Ratzinger toma nota. No quiere líos con el Gobierno español. Presión, la justa.


Con la aprobación de los estatutos del Camino Neocatecumenal el 13 de junio con mínimas modificaciones por parte de la Santa Sede en torno a la peculiar naturaleza del movimiento, su líder, Kiko Argüello, ha logrado todo lo que se propuso hace 44 años. Es uno de los hombres más poderosos de la Iglesia. La cabeza visible de los neoconservadores. Con un millón y medio de seguidores dispuestos a tomar las calles y las parroquias. Un fabricante de familias numerosas, misioneros incondicionales y sacerdotes adeptos que ya comienzan a ascender al obispado. Sin embargo, su relación con el Sumo Pontífice, Benedicto XVI, no tiene la complicidad que disfrutó con Wojtyla. El papa Ratzinger, un eminente teólogo que ya tuvo que bregar con Argüello cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, el encargado de la ortodoxia, observa con distancia sus andanzas. Y ha preferido repartir parcelas de poder entre las órdenes tradicionales y los neocon. Una de cal y otra de arena. Una línea que comparten ciertos obispos críticos (o celosos) con el auge de Kiko. En esa línea, el Camino Neocatecumenal ya ha tenido problemas con las conferencias episcopales de Israel y Japón por las particulares prácticas litúrgicas y proselitistas de sus miembros. Muchos se preguntan qué será del Camino cuando Argüello, el líder carismático indiscutido, el alma y acuñador de la liturgia y la estética, fallezca sin un heredero. "Nada será lo mismo sin Kiko", dicen.

En ese sentido, un chiste recorre las comunidades del Camino. Argüello está en el lecho de muerte y un grupo de sus seguidores le visita para informarle de que están construyendo un panteón en Galilea para enterrarle como un patriarca. Kiko se incorpora, sonríe con sorna y les contesta: "No os compliquéis la vida, hermanos; para tres días que voy a estar muerto?".

Una espía republicana y cazanazis

'Cazanazis', espía y enemiga de Franco

Marina Vega recuerda su trabajo para la Resistencia Francesa desde España y su lucha contra el dictador

NATALIA JUNQUERA - El País, Madrid - 29/06/2008

La mujer de la fotografía en blanco y negro tiene 17 años y acaba de empezar una larga carrera como espía para la Resistencia Francesa en la España de Franco. Se llama Marina Vega y en su casa tiene varias medallas concedidas por instituciones como el Parlamento Europeo, agradecidas porque se jugara la vida luchando contra los nazis.

"Tenías una pastilla de cianuro. Si pasaba el peligro, la escupías. Si no, la tragabas"


-"¿Cazó muchos?".

-"Unos pocos", dice sonriendo, 67 años después, en su casa de Madrid, y tras mucho insistir.
Los espías hablan poco. Pero no suelen mentir. "Si te cogían los nazis, tenías una pastilla de cianuro en el bolsillo. La metías en la boca; si pasaba el peligro, la escupías y si veías que estaban a punto de hacerte hablar, la tragabas. Es una muerte automática. Tuve compañeros que lo hicieron. Otro se mató en una celda dándose cabezazos contra la pared. Debió de ser horrible, porque la celda era muy pequeña. No podía coger carrerilla".


Todo esto lo cuenta Marina Vega (Torrelavega, Cantabria, 1923) sin inmutarse, con tono profesional. Asegura que le han quedado algunas "deformaciones" de aquél oficio: "Nunca me siento de espaldas a una puerta. En los hoteles, sigo pidiendo habitación en el primer piso por si tuviera que escapar por la ventana, y al entrar en una casa siempre miro dónde están los interruptores por si hay que apagar rápidamente las luces".

Casi 70 años separan a la bellísima mujer de la fotografía en blanco y negro -entonces, una espía que empezaba a traer paquetes a la embajada clandestina de Francia en España (el cuarto de baño de la embajada inglesa)- de la coqueta anciana de 84, "masona, republicana, roja, y a mucha honra", que ha preferido ser entrevistada por la tarde para poder ir a la peluquería por la mañana. Pero Marina Vega no ha dejado el oficio: "La parte más interesante de mi vida no la puedo contar. Hay cosas que no se deben saber. Sus hijos y sus nietos (de nazis, de otros espías, quién sabe) viven aún. Yo no creo mucho en la mentira, pero en la omisión, sí".

Comenzó por los paquetes. "Iba a la frontera con Francia, los recogía y me los ataba a la espalda con una faja. Por supuesto, nunca los abrí, pero supongo que llevarían dinero o cartas". Después, empezó a salvar vidas. "Entre 1942 y 1944 hacía dos viajes por semana a Francia. No sé a cuánta gente pude haberme traído. Deduzco que serían judíos franceses que huían de los nazis. También algún inglés". No lo sabe con exactitud porque nunca intercambió palabra alguna con aquellas personas. Todos eran sordomudos.

"Además de la documentación falsa, yo llevaba siempre una carta falsa que decía que autorizaba a la señorita Marina Vega a acompañar al señor fulanito, sordomudo, en el viaje a Madrid para que, si nos paraban, no tuviera que hablar con su acento francés". Siempre viajaban en primera.

"La mejor forma para que no te pregunten nada es ir bien vestido y aparentar tener dinero. Después, aquí en Madrid, teníamos casas de amigos donde les acogían, un médico que les atendía, un sastre que les hacía ropa... el calzado lo tenía que comprar en Francia. ¡Los franceses tienen el pie mucho más grande que los españoles!". Cuando estaban preparados, se iban a Argel.

"Una vez estuve esperando a uno de mis jefes tres días en la frontera con Francia. Al final, apareció. Tenía un aspecto terrible. Estaba sucio, machacado de la huida por el monte. Él sí me agradeció mucho que le hubiera esperado".

Marina ni siquiera era mayor de edad cuando empezó a salvar vidas y a jugarse la suya. Era la única mujer en la red española al servicio de la Resistencia francesa, y la más joven. No le dio tiempo a ir a ningún baile, tener novio o amigos. "Hice mi primera amiga hace 30 años", confiesa.
Pero para cuando entró en la red española de las Fuerzas Francesas Libres, al servicio de Charles de Gaulle, con sólo 17 años, la política ya había marcado su vida para siempre. Su padre, director de prisiones con la República, había sido condenado a 16 años de cárcel por "un delito consumado de masonería", según consta en su expediente, y enviado a un penal de El Puerto de Santa María (Cádiz). Su madre, empleada del Gobierno de la República, vivía escondida. Y ella había sido enviada a Francia con unos amigos de la familia. "Estuve dos años sin saber nada de mi madre. Cuando terminó la guerra en España, la familia con la que vivía me dijo que ellos se iban a México y me preguntaron qué quería hacer. Yo dije que quería volver a Madrid, porque llevaba dos años sin saber nada de mi madre". Hizo el viaje de regreso sentada sobre su maleta en un vagón de ganado abarrotado de gente. Tenía 14 años.


El contraespionaje español, la Segunda Bis, descubrió la oficina que la red había montado en el último piso de un edificio de Cruz Roja tras abandonar la embajada inglesa. Tuvieron que huir. "Esperamos unos tres meses en San Sebastián hasta que uno de los contrabandistas que teníamos a nuestro servicio vino a buscarnos. Cruzamos el Bidasoa un 19 de septiembre de 1944 con el agua por aquí", recuerda señalándose el pecho. Como único equipaje: un cartón de tabaco y una docena de manzanas. "¡Qué bien nos vinieron para los días que pasamos en el monte!".
Terminó la Segunda Guerra Mundial "y empezó la limpieza" [de nazis]. "Nos desmovilizaron en 1945. Éramos soldados sin uniforme. El trabajo entonces era buscar a alemanes y colaboracionistas para juzgarles. Hubo una desbandada de nazis y colaboracionistas a España".


-"¿Y cómo les cazaban?".

-"Bueno, eso no tiene importancia... (sonríe). Los metíamos en el maletero y los mandábamos para Francia".

Nunca tuvo que usar las dos armas que llevaba siempre encima -"una pistola del calibre 6,35 y otra de 7,65. Eran más para quitarte de en medio si llegaba el caso que para otra cosa"- y asegura que el peor momento de su vida fue el regreso a la España franquista. "Mi misión había terminado y mi madre seguía aquí, así que regresé en 1950. En aquellos momentos no existía la palabra depresión, pero yo debí coger una. El cambio fue espantoso. En Francia, al día siguiente de que terminara la guerra ya había de todo. ¡Y aquí, en el 50, seguían con las cartillas de racionamiento!".

Superó la depresión de haber vencido a los nazis para regresar a un país en dictadura gracias a la indignación. "Empecé a repartir papeles, organizar huelgas. Me detuvieron y me interrogaron dos veces. A mi novio, el director general de la policía, que era amigo suyo, le preguntó un día si sabía quién era yo. Él le respondió: 'Si tú supieras..."

miércoles, 25 de junio de 2008

El mal del insatisfecho


'Código Z' o el mal del insatisfecho


Más del 20% de las consultas de salud mental son por inquietudes ante la vida


RAFAEL PÉREZ YBARRA - Madrid - 24/06/2008

Hay muchos nombres para definirlo, pero puede que el más adecuado sea el de insatisfacción del bienestar. En las clasificaciones psiquiátricas se denominan códigos Z. Son el reflejo de la creciente medicalización de los conflictos de la vida y de sus consecuencias; no son exactamente patologías o trastornos mentales, pero casi ocupan un 20% de las consultas de salud mental y un porcentaje mucho mayor en las de atención primaria.

Los jóvenes son los que más confían en que la medicina resuelva su malestar
Muchos pacientes no presentan un trastorno diagnosticable
Inquietud o malestar son las quejas más frecuentes. En realidad, no son pacientes psiquiátricos. No necesitan la atención de un especialista en salud mental. Las etiquetas que se les ponen son conocidas: síndrome posvacacional, astenia primaveral, estrés, conflictos de pareja o laborales, etcétera. Se presentan con síntomas físicos y no cumplen los requisitos de trastornos mentales definidos. "Cualquier situación de la vida diaria está medicalizándose. Sanitarizamos el estrés, las alteraciones físicas, los problemas domésticos", advierte José Ángel Arbesu, coordinador de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina General (Semergen).


Según uno de los pocos estudios que ha analizado este problema en España, coordinado por el psiquiatra Alberto Ortiz Lobo, de las más de 1.000 personas que acudieron a un centro de salud mental durante un año, casi un 25% no reunía criterios para ser diagnosticados de un trastorno mental. De acuerdo con las conclusiones del trabajo, parece que hay "una cantidad excesiva de pacientes que no presentan trastorno mental diagnosticable y que son remitidos a centros de salud mental".


Lo cierto es que hay problemas psiquiátricos que cuando se hicieron las clasificaciones no se catalogaron como tales, y en las nuevas revisiones tienden a incluirse. Según el psiquiatra Enrique Baca García, de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, son los valores de la sociedad los que han evolucionado y, por tanto, circunstancias que antes no se veían como patológicas pueden serlo hoy día.


Para este psiquiatra es crucial tener en cuenta que "no es un problema mental cualquier cosa que nos pasa en la vida". Pero también avisa de que con la salud mental "hay que tener mucho cuidado". Por ejemplo, hay duelos complejos que, si no se resuelven, pueden convertirse en patológicos. Por ello, recomienda acudir al especialista en salud mental si se encuentra mal y que él decida si hay que tratar.
Pero la sensación es que, como dice Arbesu, se trata de entidades que no se pueden diagnosticar. "Es un no diagnóstico", revela la psiquiatra Eudoxia Gay, del hospital Reina Sofía de Córdoba. Para Arbesu, se trata de soledad, falta de comunicación. "Es como si los problemas de la vida diaria llegaran a los servicios sanitarios". Actuamos como si existiera un remedio, una pastilla, "para casi todo", sostiene Enric Aragonés, del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc). Algo seguro, rápido y eficaz, y sin embargo "no somos capaces de un simple cambio en nuestro estilo de vida", añade.


Aragonés cree que nos hemos creado unas expectativas desmesuradas sobre la ciencia, sobre la medicina, y hemos convertido a la sanidad en un bien de la sociedad de consumo. Esta situación, añade Eudoxia Gay, es fiel reflejo del estilo de vida de Europa y EE UU marcado por "la solución inmediata" de los conflictos y una negación a "enfrentarse" a los problemas de la vida. Los conflictos, explica, como las rupturas de pareja o los duelos, no se dejan evolucionar de forma natural.
Además, advierte Arbesu, no todo puede estar bajo control. "Muchas veces hay que vivir situaciones fuera de control y hacerlas frente con el diálogo, con mecanismos de afrontamiento, etcétera".


Hay personas que tienen un perfil de vulnerabilidad que hace que ante cualquier problema se hundan. Por eso, asegura Enric Aragonés, es importante reforzar los mecanismos antiestrés. La paradoja, afirma Aragonés, es que son los más jóvenes los que más demandan estos servicios, independientemente de su nivel de formación. Son, dice, los que tienen más "expectativas puestas en que la medicina podrá solucionar sus problemas". Eudoxia Gay habla de la "intolerancia a la frustración" de algunas mujeres jóvenes con un nivel de vida aceptable, y Arbesu de personas con baja autoestima, más insatisfechos ante la vida, críticos e incluso masoquistas. Con una característica común: son frecuentadores de las consultas de primaria. "Por eso debemos ser asertivos, para no facilitar la cronificación y saber orientar. Lo que ocurre es que cuando se tienen 30 o 35 años es difícil mejorar la capacidad de afrontamiento".

Media población para atender a la otra mitad


La medicalización de los problemas de la vida cotidiana, o simplemente de la desgracia, podría conducirnos a un mundo en el que prácticamente la mitad de la población tendría que atender, por turnos sucesivos, a la otra mitad. El colapso de los servicios de salud mental sería inevitable. Aragonés considera que, de alguna manera, está situación "nos ha cogido a todos poco preparados".Este escenario también pone en duda el funcionamiento de los filtros de atención primaria, aunque, como apunta Eudoxia Gay, "el médico de cabecera está perfectamente preparado para distinguir entre un conflicto emocional y un trastorno, pero como se tolera mal el sufrimiento, se medicaliza porque parece que todo tipo de dolor tiene un nombre y un tratamiento". De la misma opinión es Arbesu: "El médico de primaria debe saber y poder escuchar al usuario con empatía y aconsejar, facilitar el desarrollo de mecanismos para afrontar los problemas".Enrique Baca cree que es mejor recibir a los pacientes y decidir si tienen o no un trastorno mental. "No hay que demonizar al paciente", afirma.Pero lo cierto es que se abusa de los psicofármacos y de la psicoterapia, sostiene Gay. "Muchas de las personas diagnosticadas de código Z acaban recibiendo tratamiento, pero los conflictos no precisan terapia en la mayoría de los casos. Y no necesitan tratamiento, sino apoyo humano, redes sociales, amigos...".Una de las curiosidades que se están empezando a encontrar los especialistas en salud mental infantil es la creciente demanda de atención por cuestiones que tienen que ver más con el propio desarrollo que con trastornos mentales. Problemas de comunicación padre-hijo, de celos entre hermanos, de educación sexual... parecen haberse convertido en trastornos mentales y necesitar tratamiento. Cree José Ángel Arbesu que los actuales sistemas de educación crean cada vez personas más protegidas y no preparados ante la vida, y "la vida no es fácil".Dice la psiquiatra Eudoxia Gay que lo que ha pasado es que el mundo se ha transformado y que el ser humano no ha seguido el mismo ritmo. Nos enfrentamos a situaciones nuevas, como los videojuegos, a otras formas de relacionarnos, y creemos que no son normales, que son patológicas. Estamos medicalizando situaciones normales en los niños, aunque éstos sufran. En su opinión, la situación es un reflejo de "cómo nos relacionamos con el mundo, con el dolor y entre nosotros mismos".

domingo, 22 de junio de 2008

Gitanos, un éxodo de mil años

Gitanos, un éxodo de mil años

JOAN M. OLEAQUE El País, 22/06/2008


Italia no es el único país donde encuentran el desprecio. Así es la historia errante de los ‘roma’, el pueblo gitano. Huyeron de la India, su tierra madre, a partir del siglo IX. Alcanzaron Europa en el siglo XIV. Representaron para la Iglesia católica dominante la exaltación de lo profano. Su lengua se consideró propia de diablos. Tuvieron su particular holocausto nazi con alrededor de 500.000 asesinados. Hoy siguen llegando incesantemente a la ribera mediterránea desde el Este. Entre 8 y 10 millones viven en el continente.

Adzovic tenía 30 años y tres heridas de bala en las piernas. Hablaba en una especie de italiano machacado con castellano, pero llegó de Bosnia. Vivía en Valencia, acampado junto a sus familiares en el cauce seco del río Turia, hasta que alguien enviado por la autoridad les obligó a irse. No guardaba grandes recuerdos de Italia, pero eran más tolerables que los que le perseguían en sueños sobre su tierra natal. “Les veo morir cuando duermo”, contaba. La escena, durante la guerra de los Balcanes, incluía a una pariente y al hijo pequeño de ésta. “Yo me escondí, pero el soldado serbio les cogió a ellos, tiró el bebé al río y luego quiso violarla. Ella logró escapar y se tiró al agua helada”. Nadie salió del río. “Los gitanos no íbamos a favor ni en contra de nadie en esa guerra. Pero todos querían matarnos. Acabé con mi familia en Italia, donde la gente hacía como que no existíamos. Algo saqué: aprendí italiano. Ahora estoy aquí, y puedo hacerme entender”. Días después dejó de estar en el campamento valenciano.

Aquello sucedió hace tiempo. Ahora, otros refugiados –no de la guerra, pero sí del hambre– buscan qué hacer en muchas ciudades de España. Vienen del Este, la mayor parte desde Rumania. Bastantes de ellos han pasado previamente por Alemania e Italia. Dani, rumano veinteañero, pertenece a los kalderash o antiguos caldereros, un subgrupo del Este muy tradicional, considerado como antiinserción. Pero Dani ha trabajado de lo que le sale y sabe español –no sólo romanó, el idioma original gitano–. Y eso le da ventaja. “En Italia viví más o menos bien”. No muchos de su etnia pueden hacerlo en un país porcentualmente cargado de inmigrantes gitanos del Este (incluidas Albania y la antigua Yugoslavia). Se ha llegado a estimar que en Italia hasta el 70% de las familias gitanas ha perdido algún hijo por diferentes problemas. “Debido a los escasos resultados de las políticas orientadas a las minorías”, recogía un documento reciente de la organización European Roma Information Office, “el caso italiano se sitúa entre los ejemplos [de discriminación] más preocupantes de toda la Unión Europea”.


AÚN NO SE HABÍAN DESENCADENADO en Italia los acontecimientos de las últimas semanas. “En Rumania hay más racismo que en Italia”, argumenta Dani. “Yo no hubiera imaginado que todo acabara estallando así”. Se refiere a la ofensiva gubernamental –también populachera y mafiosa– desatada contra los gitanos. Hay quienes entienden ciertos actos de violencia, como se vio en los ataques a sus casas en Nápoles con cócteles molotov, y su desaparición del país transalpino, como elementos asumibles.

“Invocan un asesinato, una chica que intentó robar un bebé, para atacar a todos”, explica por teléfono desde Italia el músico Alexian Santino Spinelli. Veterano activista sinti, un subgrupo gitano presente en Alemania e Italia, ha reclutado vía Internet y YouTube a todo al que ha podido contra las medidas discriminatorias del Gobierno de Berlusconi. “Que se arreste a quien no se comporte”, reclama Santino. “Que no se repita el fascismo”. Él mismo impulsó la convocatoria para el 8 de junio de una manifestación que reunió en Roma a miles de personas. “Los políticos pueden decir que pocos gitanos de los que estamos en el país nacimos aquí, pero el porcentaje llega a un 80%. Llevamos siglos en este territorio, somos más italianos que los italianos”.

Spinelli cree que el origen de las desavenencias con los gitanos rumanos en Italia –“20.000 o 30.000 personas”, calcula– tiene su origen en los campi nomadi que ahora se pretenden desmantelar. “Son campos de refugiados que las autoridades han dispuesto en plan apartheid. Cada uno se busca la vida en ellos. Es como la ley de la selva, una siembra de odio”.
La siembra, o lo que sea, parece haber fructificado. Isabel es treintañera, rumana y tiene un familiar gitano. “Pero él es civilizado, es persona, no como ésos [los de los campamentos]”, expone con desdén. Ahora vive y trabaja en España, pero vivió largo tiempo en Italia. “Les daban casas, les daban terreno en campi nomadi, y sólo robaban”. Un conocido suyo llevaba ilegalmente a gitanos desde Rumania hasta Italia en una furgoneta, previo pago de entre 400 y 1.000 euros por persona. “¡Para eso sí tenían dinero! Y para llevar oro encima, también”, se escandaliza. Isabel no sabe que algunos invierten en oro porque constituye una garantía de obtener liquidez en caso de urgencia. “Se pelean, venden niños, son ladrones: yo les he visto vivir en chalets lujosos”. Puede que hable de gitanos lovara, a quienes se considera comerciantes con buena posición. Pero da igual. “Lo que pasa en Italia, lo de quemar las casas…, es normal”. ¿Ni siquiera guarda lástima por los menores? “Son niños que roban, que mendigan…”.
Isabel alude a los individuos más problemáticos para generalizar hacia todo el grupo. El equivalente a decir que todos los musulmanes son terroristas o que los colombianos tienen una tendencia natural a vender droga y secuestrar a la gente. Algo tan delirante aflora, sin embargo, en el caso gitano, y más si está referido al este europeo, casi cada vez que uno de sus miembros marginales comete un delito. Sobre todo en épocas de crisis. ¿Por qué llega a plantear una petición de expulsión de gitanos rumanos en un pueblo andaluz? ¿Cómo es posible que lo gitano forme parte esencial de Europa –viven entre 8 y 10 millones, es la principal minoría étnica continental, y su música y cultura han impregnado a países enteros– y todavía inspire repulsa y temor?


Se buscaron respuestas en Calcuta (India) en la mitad de la década pasada. Una reunión en la ciudad inabarcable sirvió para cotejar conclusiones de la llamada Conferencia Internacional sobre Minorías de Origen Indio. En ella, entre otros, estuvieron presentes el investigador autóctono S. S. Shashi y el gitano europeo Vania de Gila Kochanovski, bien conocido entonces por sus adelantos en lingüística y conocimientos étnicos. Los medios de comunicación del país hablaban de un congreso sobre “hermanos del pueblo perdido”, pero Shashi recordaba que la India era para los gitanos “la tierra madre”, no “la tierra prometida”. O sea, que el subcontinente hiperpoblado no tendría que soportar la llegada de unos 12 millones más de individuos venidos desde todas las partes del globo. Kochanowski certificaría como definitivo el origen indio del pueblo rom –su nombre, en su idioma propio–, que tantas veces se había confundido con egipcio. Los roma habrían pertenecido a la segunda casta india –la de los guerreros– y provenían del noroeste. Emigraron entre los siglos IX y XIII para huir de respectivas derrotas frente al islam y los mongoles. Se diseminaron, a través de diversas rutas, sobre lo que hoy es Europa. Shashi, no obstante, consideró en su intervención “algo reduccionistas” estas tesis, y defendió “una migración desde toda la India no sólo de miembros de casta noble, sino de tribus como los banjara, que han practicado oficios como los de herreros o comerciantes de animales”. De hecho, los roma iban a extender trabajos de esta índole en su progresivo asiento global.
Su presencia documentada en Europa comienza en los siglos XIV y XV, siendo en este último cuando llegan a España. “Al principio”, compartió Kochanowski en Calcuta, “despertaban sorpresa con sus ropas orientales y sus artes adivinatorias”. Sin embargo, a medida que crecían las monarquías absolutas se buscó una población homogeneizada. “Los gitanos no encajaron y no se dejaban encajar”, explicaba Vania. “Empezaron las persecuciones, sobre todo con la hegemonía de la Iglesia católica: los gitanos representaban la exaltación de lo profano”.
Lo gracioso se convirtió en bufonesco. Su exotismo, en algo macabro. Y sus intentos de sobrevivir, en algo criminal. Su lengua, neoindia, derivada del sánscrito, fue perseguida en España. En opinión del lingüista francés de referencia Marcel Courthiade, “el idioma se entendió como propio de diablos, de engaño para el cristiano”. Así, en España quedó reducido hasta hoy a una serie de palabras casi marginales. Pragmáticas y redadas intentaron reducirlos y apartarlos, y, hasta la democracia, sufrieron la ley de vagos y maleantes. Pero todo palideció frente a Europa, donde llegó el porraimos –la devoración, en lengua romaní–, que es como los rom refieren su holocausto nazi. El hecho de que no se sepa realmente cuántos gitanos fueron asesinados –se estima que 500.000, aunque otras fuentes hablan de 250.000 y hasta de 600.000– demuestra cuán enormemente perdido de sí mismo puede llegar a mantenerse aún el pueblo rom.


LOS JUDÍOS RESULTARON mucho más asimilados que los gitanos en todas las sociedades europeas tras el Holocausto, y participaron de la educación, en casa y fuera de ella. Los gitanos rechazaron la primera y, en consecuencia, se quedaron sin la segunda. Erigieron lo que la escritora Isabel Fonseca, que conoció bien a los gitanos del Este, denomina con acierto “un seto”. Una especie de muro de protección endogámica con el que, al mantenerles supuestamente puros, podían permanecer vivos, aunque apartados; aferrados a una nostalgia de un alma colectiva gitana que pocos sabrían definir hoy, y que tantas veces se ha entrelazado con tradiciones antiguas de cada país (caso de la virginidad femenina).

En Rusia, Finlandia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Inglaterra, Alemania o Francia, los roma se han dedicado a vivir con desigual fortuna, pero quizá en ningún territorio se les ha marcado como en Rumania. Allí, pese a que el Gobierno dice otra cosa, se calcula que el 10% de la población es gitana (más de dos millones de personas). Los libros y películas en donde aparecen como esclavos del Drácula transilvano no engañan: lo fueron hasta la segunda parte del siglo XIX, convirtiendo su seto en impenetrable. En la época comunista se forzó la asimilación. “Al menos dio trabajo en fábricas, dio la costumbre de un horario, situó a los rom en el sistema”. El gitano rumano Dani evoca así la historia de su familia.

De este modo llegó la sedentarización, como sucedería en toda Europa, pese a que aún hoy se les considere nómadas. Isabel Fonseca insiste, en su libro Enterradme de pie, en que durante el comunismo podían llegar a timar y a robar “los gitanos y los no gitanos”. “Pero la policía sólo aceptaba sobornos de los primeros”. La razón: en caso de inspección, ¿quién iba a creer a un gitano?

Muchos roma se prepararon mejor que los no gitanos para la propiedad privada, supieron comerciar y se situaron para regentar establecimientos. Pero 1989 trajo la revolución y su fracaso. Recoge Fonseca que el poder de la mayoría decidió que no se quería a los roma. Y lo expresó a las bravas. Se les consideró tutelados por los comunistas. “Los gitanos no son personas”, le dijo una señora rumana a Fonseca durante la década de los noventa, en medio de los restos de un poblado humeante de gitanos recién incendiado. La escritora recoge que, según el Ministerio del Interior, no más del 11% de los delitos en Rumania –casi siempre menores– estaba relacionado con los roma. Pero el problema fue otro: “Los gitanos no son personas”.
“No es racismo, es un hecho. Dan mala imagen de Rumania, y su idioma puede llegar a ser confundido con el rumano”, afirma una periodista del Este. Paradójicamente, la música gitana, como sucede en España, se identifica para bien con ese país, y hasta el mal estado actual de la población que la genera –el 41% de ella es jornalera, el 33% no posee oficio, casi el 40% es analfabeta– puede servir para conseguir fondos europeos. Con su ingreso en la Unión Europea desde 2007, y con un supuesto cumplimiento de los derechos humanos, existen programas de trabajo para que regresen al país. “Cada franja de población tiene su programa”, explica Arkos Derszi, secretario de Estado del Ministerio de Trabajo del Gobierno rumano. “En el caso rom se contempla su vuelta a sus oficios tradicionales”. Pero los gitanos no saben ya a qué faenas se refiere el secretario de Estado.


UN INFORME EUROPEO de la Fundación Ceimigra indica que algunos grandes traslados de roma hacia Europa Occidental han tenido lugar entre los años 2001 y 2006. Sobre todo, hacia la ribera mediterránea, donde saben que existen bolsas endémicas de economía sumergida.
Inundaciones en regiones rumanas como Constanza empujaron a más gente hacia España. Y quizá el desastre italiano vuelva a tentar hacia el desvío ibérico. Su presencia en España se estima en unas 50.000 personas, a las que se les ha relacionado con las más variadas iniquidades. Los primeros flujos, más dedicados a la mendicidad, o incluso al delito, se han reducido mucho. Los gitanos rumanos mejor establecidos llaman ploskané a los grupos más ligados a la miseria. En los más fundamentalistas se acostumbra a concebir la compra de la novia a la familia o el arreglo de matrimonios entre menores.


Por suerte abundan más ejemplos como el de Florenza, una madre de 27 años que creía que en España había dinero y todos vivían bien. Lo veía por televisión, se lo habían dicho. “Creía que iba a encontrar sanidad, escuela para mi hijo, trabajo, una nómina y una casa para alquilar”. Unas pretensiones que suenan hoy increíblemente raras o inocentes.

Sin embargo, desde el Este, los gitanos de aquí constituyen para muchos una referencia. En Albania, hasta se habla de España como “paraíso de gitanos”. Con una población cifrada en 650.000 individuos; con una clase media mayoritaria que se gana la vida con la venta, artistas musicales de renombre, líderes públicos reconocidos, escolarización, activistas que hasta defienden la homosexualidad y con una asunción institucional de los gitanos como españoles de pleno derecho, nuestro país se muestra como un avance máximo. Pero hay un trasfondo sombrío en esa luz. Una encuesta de 2006 del Centro de Investigaciones Sociológicas admitía que el 40% de ciudadanos no querría tener a un gitano como vecino. Tampoco faltan voces que intentan desvincular el flamenco de la esencia musical gitana. Los barrios-gueto poblados de miembros de esta etnia permanecen presentes en nuestra geografía, y el asociacionismo subvencionado ha devenido no pocas veces en cosa de familias que heredan cargos. La mafia que ofrece protección en las obras, los traficantes y los tópicos se imponen como una muralla construida con ladrillos de falsas leyes atávicas y pintorescos patriarcas.

Esa percepción refuerza el seto endogámico de defensa creado ancestralmente por la propia comunidad. Sólo el 1% de gitanos españoles accede a la universidad, y el abandono durante la ESO es brutal. El victimismo, el paternalismo y la falta de rigor suelen ser discursos usuales empleados en torno al pueblo gitano que a veces hasta emanan del mismo. Como el propio racismo, han generado angustias y alienación en el colectivo. Aunque también sucede lo contrario: que lo malo, a veces, sirve como reto para dar ímpetu a un colectivo que en España ha avanzado a saltos en los últimos veinte años. Es fácil comprobar aún cómo, en la televisión, la imagen dolida, serena y pausada del padre de la niña asesinada Mari Luz no se asume como un reflejo gitano, y que en cambio se sigue vendiendo como tal cualquier oscura pelea, común a cualquier subcultura callejera. Pero esa constatación, y la de que muchos gitanos se quejen, es una nueva parte esperanzadora en un viejo camino de mil años que, con la nueva llegada mediterránea de los roma más doloridos de Europa, está lejos de concluir.

sábado, 21 de junio de 2008

Una pensadora islámica que es eso, pensadora

LA ESCRITORA Y PSIQUIATRA EGIPCIA VISITA MADRID

Nawal al Saadawi: 'Hay que adaptar el Corán a la realidad, no la realidad al texto'Tachada de blasfema por amplios sectores, cree que la religión es producto de la política Sus libros y escritos científicos le han llevado a la cárcel y al exilio En 2004 concurrió a las elecciones presidenciales en su país

Es Doctora Honoris Causa de tres Universidades y ha recibido varios premios literarios

Actualizado sábado 21/06/2008 17:34 (CET) El País, AMANDA FIGUERAS

MADRID.- Con su largo pelo blanco y su sonrisa casi traviesa tiene un aspecto entrañable. La escritoria, psiquiatra y, sobre todo, inconformista Nawal al Saadawi recuerda en algo a la Premio Nobel británica Doris Lessing. Muchos creen que, como a ella, aunque sea tarde, le llegará el reconocimiento que se merece.
Tiene un discurso radical, vibrante, que sorprende a sus 76 años y más después de las consecuencias que le ha acarreado decir lo que piensa. "Prefiero morir antes de no poder expresar mi opinión", reiteró este jueves en una mesa redonda organizada en Madrid por la Asociación Mujeres para el Diálogo y la Educación sobre las 'Nuevas realidades de la mujer inmigrante arabo-musulmana en España'.


Sus novelas y escritos científicos le han puesto en numerosas dificultades. Tal y como relata la biografía de su página web, en 1972 perdió su trabajo en el Gobierno egipcio tras escribir su primer ensayo y la revista que había fundado fue cerrada. En 1991, el poder político acabó de un plumazo con la Asociación de Solidaridad con las Mujeres Árabes que ella presidía y le cedió sus fondos a otra llamada Mujer e Islam.

En 1981 el presidente Anwar Sadat la encarceló y fue puesta en libertad un mes después de su magnicidio. Entre 1988 y 1993 su nombre figuraba en la lista de fanáticos que querían asesinarla. Vivió en el exilio durante cinco años.

'Mi padre fue licenciado por la Universidad de al-Azhar y me decía que tenemos que quedarnos con las ventajas y deshacernos de las desventajas'

En diciembre de 2004, y según ha explicado, debido a los numerosos jóvenes que se lo habían pedido, fue candidata presidencial en su país. Más recientemente, la polémica por una obra de teatro muy crítica con la religión le obligó a abandonar Egipto de nuevo. Ahora vive en Estados Unidos, donde critica que sus amigas "se cuidan de las arrugas porque son víctimas del mercado".

'Seguir adorando el texto [Corán] es un peligro'Considerada una blasfema por amplios sectores, cree que la religión es producto de la política y no entiende cómo algunos "se matan por ello". "¿Quién de vosotros ha elegido su religión?, la hemos heredado", le espetó a un auditorio heterogéneo pero atónito por igual ante su dialéctica.

Explicó que el islam dice que existe una responsabilidad directa ante Dios, que exige que cada uno entienda la religión bien y no siga sin más la interpretación de otros. "Usa tu mente porque ahí está el honor del ser humano. Dios no creó la religión, la religión la ha creado el ser humano".

Para ella, "seguir adorando el texto [Corán] es un peligro. Hay que adaptar el texto a la realidad, no la realidad al texto", añadió mientras algunas de las presentes se revolvían en su silla.

Las interpretaciones literalistas del islam insisten en la necesidad de asimilar todos los preceptos del Corán y de la tradición islámica sagrada con el argumento de que o se acepta el todo, o no se puede aceptar nada.

"Mi padre fue licenciado por la Universidad de al-Azhar—de las más prestigiosas en la enseñanza de las Ciencias Islámicas— y me decía que tenemos que quedarnos con las ventajas y deshacernos de las desventajas", añadió.

Rechaza valorar a las personas por su identidad religiosa, primar unas determinadas creencias. Mientras hacía aspavientos con los brazos arremetía contra "la existencia de Israel como Estado religioso que se apoya en un sólo versículo de la Torá".

Afirma que decir "soy palestino, soy musulmán o soy judío" es caer en el comercio religioso y anima a que en el futuro todos creamos en la justicia.

'La mujer se desintegra'Eso sí, después de estudiar el Corán, el Evangelio y la Torá tiene claro que hay muchas similitudes en cuanto a la opresión de la mujer y el racismo porque "los otros que no creen en lo que yo creo son unos apóstatas".

Al Saadawi celebró que una de las ponentes reconociera no estar de acuerdo con ella: "Si no estamos en desacuerdo en algunas cosas no podemos avanzar. Si todos tenemos la misma opinión, para qué reunirnos hoy".

Recordando unas conversaciones con su abuela y su padre explicó que, en su opinión, "Dios es una idea, no un libro que sale de una imprenta". "El islam de hoy no es el de hace 100 años y cambia en cada país porque cada Estado lo interpreta según sus intereses", por eso para ella es primordial evitar perderse en debates inútiles como "velo sí, velo no" y abordar el verdadero problema del mundo, la pobreza.

La escritora comenzó a lanzar entonces su diatriba contra el sistema: "es injusto, está basado en la guerra, en el machismo. Tiene que haber un pensamiento valiente, insurgente, intelectual. El Estado no puede tener religión porque la tierra no la tiene. Tenemos que hacer una Constitución de la Justicia. Esto es lo que hay que discutir, y no hablar del velo porque la cuestión principal se pierde".

Es la fuerza de los poderes de un mundo desequilibrado el que apaga las voces discrepantes. Puso el ejemplo de que en EEUU es muy difícil abordar el asunto de la circuncisión —dice estar en contra— "porque el grupo de presión judío es muy fuerte y la Torá lo regula".
En medio de todo esto, "la mujer se desintegra" y como muestra se refirió a mujeres que van con el velo islámico y el ombligo descubierto a la vez. "La mujer es víctima del mercado. Tanto cubrirse como desnudarse son cosas del mercado, no manan del libre albedrío. El problema es el velo de la razón. La mujer no es una cosa a la que hay que ponerle artilugios para que parezca más joven", concluyó entre aplausos.

lunes, 16 de junio de 2008

La educación de los niños



La educación de los niños

GUSTAVO MARTÍN GARZO El País, 15/06/2008

En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.
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El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a la vida
Vigilar no se opone a consentir, sólo es corregir un poco nuestra locura
Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.
Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino quese deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.
En El guardián entre el centeno, el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños y dice que es eso lo que le gustaría ser, alguien que escondido entre el centeno los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos, y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.
Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.

En su reciente libro de me-morias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".
Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de Caperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. "Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad".

Gustavo Martín Garzo es escritor.

Entrevista con Odifredi


ENTREVISTA Piergiorgio Odifreddi
"Si leyeran bien la Biblia, dejarían de creer"
JESÚS RUIZ MANTILLA El País, 15/06/2008

Es el látigo laico de la Iglesia en Italia. Su vicio: desmontar dogmas. Piergiorgio Odifreddi ha vendido 200.000 ejemplares de ‘Por qué no podemos ser cristianos’.
Aunque es un ateo confeso, todavía tiene callos en los pies por culpa de su última experiencia mística. Piergiorgio Odifreddi (Cuneo, Italia, 1950) acaba de regresar del Camino de Santiago, esa meca de la cristiandad que ha recorrido durante dos semanas con su amigo Sergio Valzania. El itinerario ha dado que hablar en Italia. Juntos han hecho en cada etapa un programa especial para la emisora RAI 3. La gracia está en que Odifreddi no cree, pero Valzania sí se confiesa católico a ultranza. “Al final hemos quedado como empezamos. Ni él me ha convencido a mí, ni yo he logrado quebrar su fe”, comenta, en un hotel del centro de Madrid, este escritor, matemático y profesor de lógica.

Pero en algo sí se han puesto de acuerdo: “Galicia es bellísima; Castilla, un poco aburrida con esas llanuras tan interminables”, comenta. “Y España, más laica que Italia, con diferencia. En nuestro país todavía no es posible criticar abiertamente a la Iglesia”, asegura Odifreddi. Quizá por eso, para frenar la larga mano del Vaticano sobre la libertad de expresión, se ha lanzado este ensayista a la yugular de la Iglesia. Lo ha hecho con un libro que resultó un impacto en su país y un éxito de ventas que dejó patente algo serio: “La fractura entre religión y laicismo que existe en mi país, con clara desventaja para los no creyentes”.

El título es tan directo que no deja lugar a dudas: Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos (RBA). Ni que decir tiene que el texto de quien es hoy por hoy el látigo del laicismo en Italia ha supuesto una pesadilla entre las jerarquías. No por existir, sino porque el destino y los calendarios editoriales le lanzaron a las librerías a competir al tiempo con otro libro opuesto: Jesús de Nazaret, del papa Joseph Ratzinger.

“Durante semanas estuvimos alternándonos en el primero y el segundo lugar en las listas de los más vendidos”, comenta jocoso Odifreddi. Seguramente la curia habría preferido otro competidor. Pero al diablo no se le pone nada por delante. Sigue jugando fuerte y haciendo de las suyas. Ni con rosarios pudieron evitar que Odifreddi vendiera 200.000 ejemplares.
De manera que llega del Camino de Santiago… ¿Ni así ha encontrado la luz? Ha sido una experiencia interesante. Creo que es la primera vez que un ateo retransmite en Italia el Camino por la radio. El modelo fue la película de Buñuel La Vía Láctea, con aquellos dos personajes que combatían a golpe de dogmas y herejías.

Bueno, igual que siempre, ¿no? Aunque la herejía como concepto ha sido superada por una etiqueta mucho más digna que llamamos laicismo. En España tienen más suerte que en Italia en ese ámbito.

¿Usted cree?
En España no existe un cardenal Martini, por ejemplo. Alguien que defienda tan abiertamente desde la jerarquía el sacerdocio para las mujeres o las bodas entre curas. Hombre, en España la derecha es católica, pero la izquierda es claramente laica. En Italia yo he militado en el Partido Democrático, de Walter Veltroni, y me salí porque no defendían el laicismo. Me lo pidió él. Yo pensé que era conveniente porque ya que dentro conviven varias corrientes, algunos podíamos alentar un aire de izquierda más radical y laico para frenar lo que nosotros llamamos facción teocon. Pero al final Veltroni no ha sido claro. Ha decidido no meterse en asuntos que tuvieran que ver con la Iglesia. Por más que le han preguntado, nada. Y yo me he ido del partido al ver que no se comprometía claramente.

¿Por qué la izquierda italiana no se decide a romper con la Iglesia?
Las anteriores elecciones las ganó la izquierda por 20.000 votos. Con esa ventaja tan pequeña, nadie quiere ponerse en contra a una organización que controla a 30 millones de ciudadanos. Yo milité para intentarlo, pero es difícil en un partido que lidera alguien como Veltroni, un personaje a quien se le conoce como el señor pero también… Falta valentía. Esta oportunidad la hemos perdido.

Desde la izquierda, después de las primeras acciones de Berlusconi, ¿cómo se va digiriendo el resultado electoral?
Por culpa de cosas como éstas se ha perdido. El partido de Veltroni no tiene identidad, es una refundación de viejas estructuras. Caben gente del antiguo Partido Comunista y de la Democracia Cristiana, empresarios y trabajadores… hay 120 diputados que se declaran abiertamente católicos. ¡Hasta la antigua Democracia Cristiana era mejor que esto! En cuanto a este Gobierno, es pura derecha.

Muchos lo califican de neofascista.
Quítele el neo. Fini lo es. La Liga es racista y Berlusconi va a lo suyo. En la primera semana de mandato ya discutíamos de la televisión… Pero, en fin, este Gobierno sabemos lo que es. Sin embargo, con el partido de Veltroni no hay definiciones claras.

¿Le resulta ‘light’, descafeinado?
Tiene miedo a ciertas cosas. A la Iglesia, para empezar. En España no ocurre esto. Yo leo artículos en la prensa de este país que en Italia serían impensables. Cuesta publicar ciertos asuntos.

¿Por eso ha decidido dejar sus posiciones claras en un libro?
Con la óptica de un matemático, además. He escrito mucha divulgación científica. Con asuntos que relacionan ciencia y religión, como hice en El Evangelio según la ciencia, por ejemplo, o en Las mentiras de Ulises. Me he empeñado en hacer ver las matemáticas como una parte de la cultura, integrar ambos mundos.

Pero ¿cómo formula un matemático algo que carece de toda lógica?
Este libro tiene dos inspiraciones claras. La obra de Bertrand Russell ¿Por qué no soy cristiano? y aquel de Benedetto Croce Por qué no podemos considerarnos cristianos. La idea nació porque cada año editamos un libro de Russell y tocaba hacer aquél. Lo releí y me pareció que había envejecido mal con el tiempo. Se lo dije al editor y él me propuso hacer una interpretación propia. Así que me metí un semestre en Nueva York al Instituto de Estudios Italianos en la Universidad de Columbia. Estudié a fondo la Biblia y el catecismo. Mis amigos me encontraban siempre con ambos libros a cuestas y me preguntaban: “¿Qué te ocurre?”.

Normal… Le verían como un converso o temían alguna andanada suya.
¡Quién sabe! El caso era hacer una lectura a fondo, una crítica de la religión no desde perspectivas políticas de injerencia en la vida pública y todo eso, sino de observarlo desde una concepción teológica, desde dentro, y descubrir sus anacronismos. Su concepción violenta, cruel, sanguinaria de la vida, sobre todo en el Antiguo Testamento. Por eso se han molestado también los judíos, que me han acusado de antisemita.

Es que reparte para todos.
Normal. Los cristianos han heredado el Antiguo Testamento y uno no sabe por qué lo han hecho.

Lo acometieron además de manera acrítica.
Completamente. Hubo algunos que quisieron eliminarlo. Creían que el Dios bueno del Nuevo Testamento no requería la ira del anterior. No se aceptó, allá ellos.

¿Le han amenazado?
Algunos me han escrito diciéndome que diera gracias porque los cristianos no fueran como los islamistas, que si no ya lo habría pagado. He pensado en hacer algo que se titulara Por qué no podemos ser islámicos, pero es que en Italia son cuatro y no sería útil. Además decretarían una fatwa, y es lo que me faltaba.

Todavía hay cosas que no nos dejan tocar.
Y tanto, en Italia existen directores de periódicos que reconocen que los dogmas de fe son un cuento, pero que no pueden escribirlo porque el mero hecho de ponerlo en duda ya crea un conflicto.

Como por ejemplo… Lo peor es poner en duda la propia existencia de Jesucristo. No hay constancias históricas serias. Son relatos construidos a posteriori. Decir esto ya es algo escandaloso.

Igual que poner en duda la virginidad de María, que lo que uno no sabe muy bien es por qué se sostiene lo contrario. ¡Aquella invención! ¡Increíble! Es un dogma con una historia muy interesante, de todas formas. Para eso se readaptó un pasaje del Antiguo Testamento que viene a decir: “Por aquí ha pasado Dios (refiriéndose al útero de la Virgen) y no lo hará nadie más”. Son las mismas palabras que utilizan para señalar una puerta de Jerusalén por la que pasó el Arca de la Alianza. Cogen un pasaje, se cambia de sitio y a nadie le importa.

A usted, después de haber escrito que Cristo puede ser hijo ilegítimo de un centurión romano, ¿no le han quemado?
Pantera se llamaba el hombre. Pero todo eso ya se comentaba en la época más próxima. En fin, yo no creo que haya mucha gente que se lo trague a estas alturas. Creo que es una pose social sostener estas cosas, pero que en realidad no lo piensan. Es una convención. Ni eso, ni la trinidad, ni la transustanciación… Ni la resurrección se puede explicar científicamente. No es un milagro. Las bacterias del tétanos, por ejemplo, pueden producir una muerte aparente. Pudo haberlo cogido clavado en la cruz.
Existen explicaciones racionales para todo aquello que pasa en el Evangelio, pero no las hay para todo lo que dicen en él. Cierto, cierto. El Evangelio tiene tres inspiraciones. Una, la del profeta, la del Jesús de la montaña, el de los bienaventurados. Luego está la del charlatán. En Palestina, hace 2000 años, había muchísimos. La última es la del Jesús revolucionario. Uniendo las tres, se ha forjado esta historia.

Una historia que tiene después la suya propia.
Ésa es la más interesante. Apasionante. Entender cuáles son las fuentes de esos escritos, desmembrarlos, acotarlos. Los apócrifos, tratarlos desde el punto de vista lingüístico, de la arqueología del lenguaje, los pasos que ha sufrido tras los diferentes concilios, todo eso. Las discusiones, las herejías que pintaban a Jesús como una realidad virtual, como el personaje de una película, como un ser que nunca existió porque nunca había podido encarnarse al ser Dios precisamente. Así hasta nuestros días, porque el último dogma es de 1950, la asunción de la Virgen, que también trajo lo suyo.

¿Ah sí?
Sí, porque los católicos pensaban que había ascendido sin saber si había muerto o no. Mientras que los ortodoxos sostienen que seguramente había muerto, pero no están seguros de que haya ascendido. ¿No es un cachondeo? Yo incluso llegué a hacer un cálculo científico. ¿Desde dónde ascendió? Verticalmente desde Jerusalén. ¿Con qué? Con el cuerpo. Suponiendo que lo haya hecho a la velocidad de la luz, lleva 2.000 años subiendo y, por tanto, todavía no ha atravesado nuestra galaxia. Por ahí sigue, está saliendo. Con cualquier telescopio potente en el mismo Jerusalén podríamos localizarlo. ¿Se da cuenta del ridículo?

En sus desmontajes, trata usted también los mandamientos.
Los hebreos sostienen que hay más de 600, pero en el caso cristiano, uno de los más interesantes es el segundo, que se pierde, curiosamente. El que prohíbe alzar y construir imágenes.

¿Cuál de todos los dogmas es el que más le atrae?
La transustanciación. La hostia, que se basa en un principio aristotélico. Va contra la idea de sustancia científica. A los papas les trae de cabeza.

¿De dónde le viene esa manía de ponerlo todo patas arriba?
No hace falta tanto. Si quisiera hacer una verdadera cruzada, recomendaría una única cosa a la gente: que leyeran la Biblia con un punto de vista racional, con atención. Dejarían de creer inmediatamente. No hacen falta libros anticlericales.

Es que 200 años de Ilustración prenden finalmente en nuestra moral y en nuestra concepción de las cosas de manera contundente. Es así. Pese a que muchos insisten en que no puede haber moral sin religión. Era Chesterton quien decía que si no creías en Dios, podías creer en cualquier cosa. Yo ahora pienso lo contrario, que quien cree en Dios puede acabar tragándose cualquier cosa. Italia es de los países con más fe del mundo, por eso seis millones de italianos consultan también a magos, quirománticos, echadores de cartas. Si te crees lo de la trinidad o la virginidad, te entra todo. Tampoco es justo ese discurso de que los laicos no creemos en nada. No es cierto, lo hacemos en los ideales. Pero no en los dogmas.

Eso que tanto espanta ahora del relativismo, ¿cómo lo ve?
Ahh… Ratzinger es un ultraconservador antipático y obtuso. Estas cosas lo prueban. Es un asunto que demuestra la incapacidad de la Iglesia para entender casos como el de Galileo. Le han perdonado 400 años después de haberle condenado por algo que era cierto, pero no han entendido nada. Lo admiten muchos miembros de la Iglesia, aunque luego lo pagan. Lo dijo George Coyne, un jesuita que fue el encargado del Observatorio Astronómico del Vaticano durante 25 años. Aseguraba que no se había comprendido la magnitud de ese caso. ¿Y qué pasó con él? Que lo licenciaron. Este mismo pidió públicamente al Papa que definiera sus posiciones sobre el evolucionismo y le cesaron.

Los jesuitas, ¿son otra cosa?
Son los más incisivos, sin duda. Plantean abiertamente sus dudas sobre muchos dogmas. Existe una anécdota fantástica que los define. Cuando descubrieron la momia de Jesús en Jerusalén, los franciscanos decían: es cierto lo que sufrió por nosotros, las heridas están a la vista, debemos amarlo todavía más. Los dominicos se plantearon: cuidado, que si está aquí es que no ha resucitado, vamos a tener problemas con el dogma. Y los jesuitas dedujeron: ahí lo tenemos; por tanto, ha existido. ¿No es genial?

Martini es un buen ejemplo de jesuita.
Bueno, es que él ha llegado a criticar hasta el libro del Papa sobre Jesús de Nazaret. Es raro, pero es que es la minoría.

¿Es necesario escribir libros así contra la Iglesia o es darle demasiada importancia a todo aquello que no debería ni siquiera ser debatido porque va contra toda razón? No sólo es necesario. Es que me parece poco todo lo que se pueda argumentar en contra. He tratado de escribir un libro serio, sin despreciar también la ironía. Aunque sobre todo he intentado hacer una crítica rigurosa basada en principios teológicos y la prueba de que ha calado es lo que les ha molestado. La importancia de la Iglesia es un hecho, no es que se la dé yo. No escribiría un libro preguntándome por qué no somos raelianos. Me da exactamente lo mismo. En Italia, 30 millones de personas se declaran católicos. La Iglesia posee un cuarto de los bienes inmuebles, de nuestros edificios.
Como inmobiliaria no hay quien pueda con ella. Exacto. Además, en Italia, el Papa vive dentro.
Una solución sería enviarlo a Jerusalén. Dejemos Roma para los romanos.

En España vive el Opus, que también impone. Una organización que ha ganado muchísimo poder dentro de la Iglesia por culpa de Juan Pablo II, por cierto. Él llevó a la bancarrota las finanzas vaticanas para financiar al sindicato Solidaridad. Fue el Opus quien tapó el agujero.
Otro de los asuntos que trata en el libro es el creacionismo.
No creamos que es sólo un invento de Estados Unidos, aunque ha sido allí donde se ha desarrollado más. En Italia, ya el primer Gobierno de Berlusconi lo reivindicó, y no me extrañaría que ahora volvieran a la carga. Me hace gracia que ahora, para hacer el Camino, mi compañero ha llevado la Biblia. Yo, en cambio, elegí El origen de las especies, de Darwin. Me ha impresionado su visión de futuro. Todas las objeciones cretinas que le ponen hoy al evolucionismo, Darwin las prevé y además las responde en el libro con anticipación.

¿Lo vio venir?
Exacto, y basta leerlo para frenarles. Pero el problema es que son insaciables. Porque tampoco el evolucionismo va contra la religión. El problema está no tanto en la creación del mundo, sino en el momento que surge el hombre. Ahí tenían que poner su sello.

Inventar la culpa. ¿Sin culpa no hay negocio?
Eso es.

¿Y por qué de entre todo el cristianismo, lo que menos se sostiene para usted es el catolicismo?
Porque son los que más dogmas imponen y, por tanto, los más fáciles de rebatir.
Más cuando la mayoría son imposiciones caprichosas, a expensas de los papas, los concilios, las alianzas de poder. Como la infalibilidad pontificia, el dogma que más sospechas despierta entre los creyentes. Encuestas de universidades católicas aseguran que en la infalibilidad del papa sólo cree un 30% de católicos. Es el dogma más débil. Hay otras cosas más absurdas, como que el 40% de los que tienen fe cree que san Juan se convirtió en hijo de la Virgen ante la cruz. Lo que le digo: si leyeran con atención los evangelios, dejarían de creer automáticamente.