¿Y si no hubo un principio?
La cosmología cuántica de bucles suma argumentos frente a la teoría del Big Bang - Nuestro universo pudo surgir del colapso de otro preexistente
JAVIER SAMPEDRO - Madrid - El País, 28/12/2008
El Big Bang no es la única noción del origen del cosmos compatible con la física actual. La denominada cosmología cuántica de bucles (loop quantum cosmology) está sumando argumentos a favor de una segunda posibilidad: que nuestro universo emergiera del colapso de un universo preexistente. La teoría ha llegado ahora al punto de madurez necesario para hacer predicciones que pueden someterse a prueba experimental. De confirmarse, el Big Bang habría sido en realidad un Big Bounce (o gran rebote), y el cosmos no vendría de un punto de infinita densidad, sino de una sucesión de expansiones y contracciones tal vez eterna, sin principio ni final.
De confirmarse, se trataría en realidad de un 'Big Bounce' o gran rebote
Sólo la gravedad podría revertir la actual expansión del cosmos
La cosmología cuántica de bucles tiene la capacidad, al menos en principio, de iluminar aquellas regiones del pasado hasta donde ni siquiera alcanza la gran teoría actual del espacio, el tiempo y la gravedad, que es la relatividad general de Einstein. Las ecuaciones de Einstein se deshacen en el origen del universo, que por ello constituye una "singularidad" matemática, un punto de densidad infinita que no puede explicarse por la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
La relatividad general es uno de los dos pilares en los que se fundamenta la física actual. El otro es la mecánica cuántica. En rasgos generales, la primera describe las grandes escalas -el comportamiento de planetas, estrellas, galaxias y sus interacciones gravitatorias-, y la segunda rige en el mundo subatómico. Ambas son teorías de enorme capacidad predictiva, que han superado las pruebas experimentales más exigentes a las que se han sometido en sus respectivos ámbitos.
Pero son incompatibles entre sí, y los físicos han ensayado dos grandes aproximaciones teóricas para superar esa discrepancia, es decir, para agrupar la relatividad y la mecánica cuántica bajo un marco más profundo capaz de acogerlas sin contradicciones. Una de ellas, es la teoría de cuerdas, y otra la gravedad cuántica de bucles, en la que se basa la nueva cosmología del gran rebote.
La gravedad cuántica de bucles ha sido desarrollada por Abhay Ashtekar, Lee Smolin, Carlo Rovelli y otros físicos desde la década de los años ochenta. Su principal cualidad es que el espacio no es un continuo a pequeña escala: al igual que la materia y la energía, el espacio está formado por cuantos indivisibles si uno lo examina muy de cerca.
Cada uno de esos paquetes de espacio mide sólo unos 10^-35 (10 elevado a menos 35) metros cuadrados, una magnitud inapreciable a las escalas habituales, pero suficiente para evitar las paradojas matemáticas de la "singularidad": espacio cero implica una densidad y una gravedad infinitas en el origen del universo, pero si el espacio no puede llegar jamás a ser cero, la gravedad tampoco tiene que ser infinita allí. Eso permite a las ecuaciones de la gravedad cuántica de bucles explorar las regiones del pasado que estaban prohibidas para la relatividad de Albert Einstein.
Cuando Ashtekar y su equipo desarrollaron hace dos años unas detalladas simulaciones por ordenador del universo descrito por las ecuaciones de la gravedad cuántica de bucles -es decir, desarrollaron la cosmología cuántica de bucles-, ocurrió algo inesperado. "Me quedé sobrecogido", narra Ashtekar en el último número de la revista New Scientist.
El físico estaba observando la simulación correr hacia atrás en el tiempo, con el universo volviéndose cada vez más pequeño y denso en energía mientras se aproximaba al momento del Big Bang. Eso era lo esperable. Pero, en lugar de colapsarse en un punto de densidad infinita -la singularidad del Big Bang-, la simulación del cosmos rebotó y empezó a expandirse de nuevo. Si las ecuaciones eran correctas, nuestro universo no venía del estallido de un punto, sino del rebote de un universo anterior en proceso de compresión: un Big Bounce.
La cosmología cuántica de bucles no pinta un universo eterno salvo por unas oscilaciones de tamaño a las que pudiéramos llamar "convencionales" en ningún sentido tranquilizador. Si la teoría resultara ser correcta -lo que está por ver-, el universo anterior al nuestro se habría contraído hasta alcanzar una densidad monstruosa, de 5x10^96 kilogramos por metro cúbico (la llamada densidad de Planck), antes de rebotar y dar lugar a la fase actual de expansión.
Ninguna civilización podría sobrevivir a una cosa semejante, por ejemplo. Lo que hace notable a esta teoría es su capacidad para sortear los infinitos de la singularidad, o para esquivar las paradojas matemáticas derivadas del espacio cero. Por lo que se refiere a la metafísica, un Big Bounce no parece muy distinto de un Big Bang de pleno derecho.
Y sólo la gravedad podría detener y revertir la actual expansión del cosmos para dar lugar a un nuevo ciclo cósmico. La materia del universo no parece ser suficiente para ello, y la mayoría de los modelos siguen prediciendo una expansión acelerada e irreversible.
¿Rebotará nuestro cosmos?
Que el universo invierta o no su tendencia actual, para iniciar una compresión que pueda conducir al próximo rebote, depende críticamente de dos profundos misterios: la materia oscura y la energía oscura, que constituyen el 95% de lo que existe.
La materia normal consiste en estrellas y -sobre todo- gas incandescente situado entre las galaxias que forman cada cúmulo galáctico. Pero la suma de las galaxias y el gas no da la masa suficiente para mantener el cúmulo unido por la atracción gravitatoria entre sus partes. De ahí la necesidad teórica de la materia oscura (el 20% del universo).
El otro misterio, la energía oscura que forma el 75% restante del cosmos, tiene la más curiosa de las historias en la física teórica. Según la relatividad general -la teoría de la gravedad que Albert Einstein descubrió en 1916, tras 10 años de lucha intelectual-, los objetos deforman el espacio y el tiempo (el espaciotiempo) de su entorno, como una bola de petanca deforma una cama elástica. Si hay otra bola de petanca rodando por las proximidades, la deformación hará que caiga en espiral hacia la primera (y viceversa). Esas danzas geométricas de los objetos en caída libre por las curvaturas del espaciotiempo son la gravedad.
Pero la relatividad general tenía un problema grave que Einstein no pudo ignorar: si los cúmulos de galaxias deforman la cama elástica del espaciotiempo, el universo debería colapsarse pendiente abajo. Como en 1916 el Universo era estático, Einstein inventó una fuerza o presión repulsiva (imaginen un ventilador situado debajo de la cama elástica) que viniera a compensar las deformaciones causadas por las bolas. La llamó constante cosmológica, y eligió su magnitud de manera arbitraria y cuidadosa para que el universo pudiera seguir siendo estático a gran escala.
'La trampa' de Einstein
La trampa de Einstein equivale a pedir a una pelota que se quede parada sobre el aro de la canasta (no es una metáfora: la ecuación es exactamente la misma). Es casi seguro que la pelota entrará o se saldrá, y lo segundo equivale a la expansión cósmica que observamos.
La energía oscura -el motor de esa expansión acelerada- parece ser justo esa constante cosmológica inventada por Einstein, sólo que sin la trampa de la canasta. La constante fue descartada por el físico alemán -"el mayor error de mi carrera", dijo- cuando se descubrió la expansión del universo, pero ha sido recuperada en tiempos recientes al saberse que ésta era acelerada.
lunes, 29 de diciembre de 2008
Qué es felicidad
La ciencia descubre las claves de la felicidad
El altruismo pesa más que el hedonismo a la hora de conseguir satisfacción - El bienestar depende por igual de los genes y de nuestra actuación - Los 40 son un bache; los 60 el apogeo
MONICA SALOMONE El País, 28/12/2008
Si es usted un escéptico que no cree en fórmulas mágicas para la felicidad; si la crisis le deja sin dinero para regalos pero con tiempo para dedicar a otros; si entre sus objetivos para 2009 está el conseguir un ansiado bien material... lo que sigue podría interesarle. Resulta que la búsqueda de la felicidad, del bienestar subjetivo, del sentimiento de satisfacción personal, ya no es cosa de gurús que dan consejos, sino que ha entrado de lleno en el ámbito de las ciencias si no exactas, sí experimentales.
Y algunos de sus hallazgos son sorprendentes. Muestran, por ejemplo, que hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo, y en dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo. También se sabe que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal dependiente de los propios genes pero no por ello marcada a fuego: es posible manipularla... siempre que se descubran los mandos correctos. Lo bonito del asunto es que entre quienes diseccionan la felicidad para buscar sus ingredientes hay economistas, sociólogos o psicólogos que publican sus trabajos en las revistas científicas de mayor impacto internacional. Sí, hay una búsqueda científica de la felicidad.
El estado de máxima felicidad tiene un nombre: flow, flujo, un concepto acuñado hace dos décadas por el psicólogo de origen húngaro afincado en EE UU Mihaly Csikszentmihalyi, y que hace referencia a la absorción total que experimenta desde quien se entrega por completo a una tarea intelectual hasta quien se sumerge en un videojuego. Csikszentmihalyi es, junto con su colega Martin Seligman, uno de los pioneros de la llamada psicología positiva. Cuando Seligman se estrenó como presidente de la Asociación Psicológica Americana, en 1998, llamó la atención sobre un sesgo en su disciplina: entre 1980 y 1985 la literatura científica incluía 2.125 trabajos sobre felicidad, comparados con 10.553 sobre la depresión. Seligman reivindicó la importancia de estudiar no sólo lo que entristece a la gente sino lo que la hace feliz.
La idea cuajó. Desde 2006 hasta ahora la felicidad ha protagonizado más de 27.300 artículos científicos -aunque la tristeza aún gana, con más de 53.000-. Ahora hay un Journal of Happiness Studies (revista de estudios sobre la felicidad) incluido en el sistema de citas científicas, y una World Database of Happiness, o base de datos mundial, que recopila información al respecto, con sede en la Universidad Erasmo de Rotterdam (Holanda).
La ola ha contagiado, además de a las editoriales -véase la proliferación de obras alusivas, como Emociones positivas, del psicólogo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Enrique G. Fernández Abascal-, a áreas colindantes, como la economía. La Unión Europea acaba de financiar el proyecto Hapiness, una investigación que durará tres años y analizará cómo influyen las condiciones ambientales -desde el clima y la polución a la disponibilidad de servicios educativos o de salud- en el bienestar subjetivo (uno de los sinónimos técnicos para felicidad) de los europeos. La directora del proyecto, Susana Ferreira, del University College en Dublín, espera que los resultados sean útiles para la toma de decisiones "de la clase política y para el público en general".
Ferreira y el resto de investigadores son economistas. No son ni mucho menos los únicos en este campo. En economía es importante saber por qué el público toma las decisiones que toma, y esa pregunta ha guiado a Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía de 2002, hasta la felicidad. Le ha guiado, en concreto, a la siguiente cuestión crucial: si la felicidad es el motor del comportamiento humano, habrá que saber cómo medirla. "Las declaraciones directas de bienestar subjetivo podrían ser útiles a la hora de medir las preferencias del consumidor (...) si esto pudiera hacerse de modo creíble", escribía Kahneman en 2006 en la revista Journal of Economic Perspectives. Y en el mismo párrafo señalaba cómo en economía se da el mismo boom pro-felicidad que en psicología: entre 2001 y 2005 se publicaron más de 100 trabajos sobre economía y felicidad, comparados con sólo cuatro entre 1991 y 1995.
Así pues, ¿cómo se mide la felicidad? Una primera respuesta parece obvia: preguntando a los principales interesados. Las prestigiosas encuestas del European Social Survey (ESS), que se hacen desde 2001, incluyen la pregunta: "¿Cómo es usted de feliz?". No son estudios frívolos. El ESS ha recibido el premio europeo Descartes por su alto rigor científico; su coordinador en España, Mariano Torcal, de la Universidad Pompeu Fabra, estima que cada campaña española del ESS cuesta unos 500.000 euros. El proyecto Happiness utilizará estos datos del ESS.
Hay otras encuestas similares -realizadas con métodos distintos-: el Eurobarómetro y sus equivalentes en otros continentes, o el World Values Survey (WVS), con datos de más de 50 países desde principios de los ochenta.
Los resultados de estas encuestas pintan grosso modo el siguiente panorama. En los países ricos se es más feliz que en los pobres. Bien. Pero superado un nivel mínimo de riqueza, dinero y felicidad se desacoplan: aunque la capacidad adquisitiva se multiplique, el sentimiento de bienestar apenas varía. La paradoja ya la señaló en los años setenta el economista Richard Easterlin, y se corrobora a lo largo de los años. Fernández Abascal lo ha expresado así: "Mis hijos tienen todas las videoconsolas y no son más felices de lo que era mi padre, que jugaba con una cuerda y una caja de cartón en la calle: tenían menos medios, pero los niveles de felicidad eran parecidos".
Las encuestas del WVS también muestran que el nivel de felicidad se mantiene más o menos estable a lo largo de los años, así como las diferencias entre países. En los países nórdicos y en América Latina se declaran más felices que en Asia (Dinamarca, Colombia, Nigeria y Puerto Rico están habitualmente en cabeza). Sin embargo, tras los últimos datos, del pasado julio, Ron Inglehart, el responsable del WVS, llamó la atención sobre el hecho de que desde 1981 la felicidad parece haber aumentado en 45 de los 52 países estudiados. Inglehart y otros autores lo atribuyen a la mejor calidad de vida en países que empiezan a salir de la pobreza y a la extensión de la democracia, supuestamente asociada a más libertad personal.
Pero, en cualquier caso, la foto que proporcionan las grandes encuestas es para muchos demasiado borrosa, así que tratan de afinar con investigaciones más precisas, a menor escala. Algunas dan resultados sobre edad y sexo. En general, hay coincidencia en que son más felices los jóvenes y los jubilados. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística francés (INSEE) con encuestas realizadas después de 1975 revela que, tras un bache en torno a los cuarenta años, la felicidad "remonta y alcanza su apogeo durante la sesentena", independientemente del estado civil o el nivel de renta. Y el pasado julio investigadores estadounidenses -Easterlin entre ellos- analizaron décadas de datos antes de concluir que de jóvenes las mujeres se declaran más felices, pero hacia los 48 años las tornas cambian y son ellos quienes se sienten más satisfechos con sus vidas.
En general, hay acuerdo en que estos trabajos muestran que la felicidad se correlaciona con "beneficios tangibles en muchos ámbitos de la vida", ha escrito Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de Stanford. Entre ellos: más probabilidades de estar casado y menos de divorciarse; más amigos y mayor soporte social; más creatividad y productividad en un trabajo de más calidad y bien pagado; más actividad y energía vital; mejor salud mental y física; capacidad de autocontrol; e incluso más longevidad. Además, "la gente feliz no es egoísta; la literatura sugiere que tienden a ser relativamente más cooperativos; caritativos y centrados en los demás", dice Lyubomirsky en Review of General Psychology.
Pero esto no basta para sacar conclusiones sobre la fórmula del bienestar vital, para empezar porque no es posible saber si se está más feliz por estar casado -por ejemplo- o a la inversa. Es decir, hace falta diseccionar a la felicidad más y mejor en el laboratorio. Los investigadores lo están haciendo, con resultados curiosos. Antes han afilado sus armas, es decir, han diseñado nuevos métodos para medir la felicidad, aparte de las encuestas declarativas. Kahneman es autor de uno de ellos.
Varios trabajos sugieren que la felicidad que los individuos declaran cuando se les pregunta en global cómo se sienten es muy influenciable por factores intrascendentes, como la formulación de las preguntas o el que se acabe de tener una experiencia buena o mala -un ejemplo clásico: pacientes que se someten a una prueba desagradable dicen pasarlo menos mal si los últimos minutos son placenteros, aun a costa de prolongar el examen-. Así, Kahneman pide a los sujetos del experimento que asignen un grado de felicidad a cada una de sus acciones diarias, reviviéndolas, y no sólo dando un valor global. Con este método realizó y publicó en Science en 2004 un trabajo con casi un millar de mujeres que declaraban cómo de satisfactorias eran sus actividades: el sexo, salir con amigos y relajarse ante la tele figuraban muy alto en la lista, mientras que dormir poco y una agenda laboral muy apretada eran de lo más desagradable. De nuevo, familia y amigos se revelan importantes, pero no el dinero (cubierto lo básico).
Y este no es el único resultado anti-intuitivo sobre la felicidad. Hay más, como que pacientes operados de cáncer puedan sentirse más felices que personas sanas; que víctimas de accidentes muy graves declaren niveles altos de felicidad; o que -por el contrario- personas que han ganado la lotería no sean, poco después del susto, más felices que el común de los mortales. La explicación podría estar en los genes. Varios estudios con gemelos indican que hay una especie de nivel permanente y personal de felicidad, al que pasado un tiempo todo el mundo tiende a volver pase lo que pase, o casi. Ya en 1996 un trabajo con 4.000 parejas de gemelos sugirió que el sentimiento de bienestar con la propia vida es genético en al menos un 50%. Y este mismo año, investigadores británicos y australianos han vuelto a obtener un resultado similar.
Otro resultado anti-intuitivo: genera más felicidad gastar dinero en los demás que en uno mismo. Lo ha demostrado un trabajo de Elizabeth W. Dunn (Universidad British Columbia, Vancouver, Canadá) en Science el pasado marzo, en el que se daba dinero a voluntarios, se les instruía sobre cómo gastarlo y se medía después su grado de satisfacción personal. Este resultado coincide con otros donde la mayor felicidad se correlaciona con acciones de ayuda a los demás y de promoción de la virtud. El altruismo, concluyen los investigadores, pone sobre la pista de la felicidad mucho más que la búsqueda del placer. "Dado que la gente parece pasar por alto los beneficios, las políticas que lo promuevan podrían ser una buena manera de traducir más riqueza nacional en más felicidad nacional", escribe Dunn.
Pero entonces, si el dinero no da la felicidad y el placer personal tampoco, ¿por qué la sociedad actual parece concentrarse en esos factores? ¿Hay un desenfoque generalizado? La causa podría ser un fenómeno ilusorio que Kahneman describió, en Science y otras publicaciones, en 2006. "Cuando la gente considera el impacto de un único factor en su bienestar -como los ingresos, pero no únicamente-, es propensa a exagerar su importancia; llamamos a esta tendencia ilusión de foco (...). Esta ilusión puede ser fuente de errores en la toma de decisiones importantes", ha escrito este experto.
Este fenómeno tampoco ayuda a estimar la felicidad de los demás. "A todo el mundo le sorprende lo felices que pueden ser los parapléjicos", ha dicho Kahneman. "La razón es que no son parapléjicos todo el tiempo. Disfrutan de sus comidas, de sus amigos. Leen las noticias. Tiene que ver con dónde se pone la atención".
Todos estos experimentos tienen un objetivo final: ayudar a mejorar el grado de felicidad personal. No es una utopía, dicen los investigadores. Los genes, al fin y al cabo, dejan un 50% de espacio a la autoexperimentación. Se puede empezar por estas Navidades: pedir menos a los Reyes y ser, en cambio, más generoso...
Lo que el dinero no da
"Aquellas personas con más ingresos que la media están relativamente satisfechas con sus vidas, pero apenas son más felices que los demás en cada momento; tienden a estar más tensas; y no dedican más tiempo a actividades especialmente divertidas. Es más, el efecto de los ingresos en la satisfacción vital parece ser transitorio", escriben en Science (junio 2006) Daniel Kahneman y otros economistas y psicólogos.
No es el único trabajo que explora el efecto del dinero en quien lo posee. También en la revista Science, en noviembre 2006, psicólogos y expertos en marketing estadounidenses concluyen que el dinero hace sentirse a la gente más autosuficiente, y comportarse en consecuencia. "Los resultados de nueve experimentos sugieren que el dinero hace que la gente prefiera sentirse libre de las dependencias y de los dependientes", escriben los investigadores. Cuando se estimulan los pensamientos relacionados con el dinero la gente "pide menos ayuda y está menos dispuesta a ayudar a los demás".
Esto explicaría, según estas fuentes, "por qué el dinero es visto a la vez como el mayor de los bienes y de los males. A medida que los países y las culturas se desarrollaron el dinero habría permitido adquirir bienes y servicios (...) a la vez que disminuían los lazos con amigos y familia. De esta forma, el dinero fomentó el individualismo pero redujo las motivaciones comunes, un efecto aún aparente en la respuesta que hoy da la gente al dinero".
El altruismo pesa más que el hedonismo a la hora de conseguir satisfacción - El bienestar depende por igual de los genes y de nuestra actuación - Los 40 son un bache; los 60 el apogeo
MONICA SALOMONE El País, 28/12/2008
Si es usted un escéptico que no cree en fórmulas mágicas para la felicidad; si la crisis le deja sin dinero para regalos pero con tiempo para dedicar a otros; si entre sus objetivos para 2009 está el conseguir un ansiado bien material... lo que sigue podría interesarle. Resulta que la búsqueda de la felicidad, del bienestar subjetivo, del sentimiento de satisfacción personal, ya no es cosa de gurús que dan consejos, sino que ha entrado de lleno en el ámbito de las ciencias si no exactas, sí experimentales.
Y algunos de sus hallazgos son sorprendentes. Muestran, por ejemplo, que hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo, y en dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo. También se sabe que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal dependiente de los propios genes pero no por ello marcada a fuego: es posible manipularla... siempre que se descubran los mandos correctos. Lo bonito del asunto es que entre quienes diseccionan la felicidad para buscar sus ingredientes hay economistas, sociólogos o psicólogos que publican sus trabajos en las revistas científicas de mayor impacto internacional. Sí, hay una búsqueda científica de la felicidad.
El estado de máxima felicidad tiene un nombre: flow, flujo, un concepto acuñado hace dos décadas por el psicólogo de origen húngaro afincado en EE UU Mihaly Csikszentmihalyi, y que hace referencia a la absorción total que experimenta desde quien se entrega por completo a una tarea intelectual hasta quien se sumerge en un videojuego. Csikszentmihalyi es, junto con su colega Martin Seligman, uno de los pioneros de la llamada psicología positiva. Cuando Seligman se estrenó como presidente de la Asociación Psicológica Americana, en 1998, llamó la atención sobre un sesgo en su disciplina: entre 1980 y 1985 la literatura científica incluía 2.125 trabajos sobre felicidad, comparados con 10.553 sobre la depresión. Seligman reivindicó la importancia de estudiar no sólo lo que entristece a la gente sino lo que la hace feliz.
La idea cuajó. Desde 2006 hasta ahora la felicidad ha protagonizado más de 27.300 artículos científicos -aunque la tristeza aún gana, con más de 53.000-. Ahora hay un Journal of Happiness Studies (revista de estudios sobre la felicidad) incluido en el sistema de citas científicas, y una World Database of Happiness, o base de datos mundial, que recopila información al respecto, con sede en la Universidad Erasmo de Rotterdam (Holanda).
La ola ha contagiado, además de a las editoriales -véase la proliferación de obras alusivas, como Emociones positivas, del psicólogo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Enrique G. Fernández Abascal-, a áreas colindantes, como la economía. La Unión Europea acaba de financiar el proyecto Hapiness, una investigación que durará tres años y analizará cómo influyen las condiciones ambientales -desde el clima y la polución a la disponibilidad de servicios educativos o de salud- en el bienestar subjetivo (uno de los sinónimos técnicos para felicidad) de los europeos. La directora del proyecto, Susana Ferreira, del University College en Dublín, espera que los resultados sean útiles para la toma de decisiones "de la clase política y para el público en general".
Ferreira y el resto de investigadores son economistas. No son ni mucho menos los únicos en este campo. En economía es importante saber por qué el público toma las decisiones que toma, y esa pregunta ha guiado a Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía de 2002, hasta la felicidad. Le ha guiado, en concreto, a la siguiente cuestión crucial: si la felicidad es el motor del comportamiento humano, habrá que saber cómo medirla. "Las declaraciones directas de bienestar subjetivo podrían ser útiles a la hora de medir las preferencias del consumidor (...) si esto pudiera hacerse de modo creíble", escribía Kahneman en 2006 en la revista Journal of Economic Perspectives. Y en el mismo párrafo señalaba cómo en economía se da el mismo boom pro-felicidad que en psicología: entre 2001 y 2005 se publicaron más de 100 trabajos sobre economía y felicidad, comparados con sólo cuatro entre 1991 y 1995.
Así pues, ¿cómo se mide la felicidad? Una primera respuesta parece obvia: preguntando a los principales interesados. Las prestigiosas encuestas del European Social Survey (ESS), que se hacen desde 2001, incluyen la pregunta: "¿Cómo es usted de feliz?". No son estudios frívolos. El ESS ha recibido el premio europeo Descartes por su alto rigor científico; su coordinador en España, Mariano Torcal, de la Universidad Pompeu Fabra, estima que cada campaña española del ESS cuesta unos 500.000 euros. El proyecto Happiness utilizará estos datos del ESS.
Hay otras encuestas similares -realizadas con métodos distintos-: el Eurobarómetro y sus equivalentes en otros continentes, o el World Values Survey (WVS), con datos de más de 50 países desde principios de los ochenta.
Los resultados de estas encuestas pintan grosso modo el siguiente panorama. En los países ricos se es más feliz que en los pobres. Bien. Pero superado un nivel mínimo de riqueza, dinero y felicidad se desacoplan: aunque la capacidad adquisitiva se multiplique, el sentimiento de bienestar apenas varía. La paradoja ya la señaló en los años setenta el economista Richard Easterlin, y se corrobora a lo largo de los años. Fernández Abascal lo ha expresado así: "Mis hijos tienen todas las videoconsolas y no son más felices de lo que era mi padre, que jugaba con una cuerda y una caja de cartón en la calle: tenían menos medios, pero los niveles de felicidad eran parecidos".
Las encuestas del WVS también muestran que el nivel de felicidad se mantiene más o menos estable a lo largo de los años, así como las diferencias entre países. En los países nórdicos y en América Latina se declaran más felices que en Asia (Dinamarca, Colombia, Nigeria y Puerto Rico están habitualmente en cabeza). Sin embargo, tras los últimos datos, del pasado julio, Ron Inglehart, el responsable del WVS, llamó la atención sobre el hecho de que desde 1981 la felicidad parece haber aumentado en 45 de los 52 países estudiados. Inglehart y otros autores lo atribuyen a la mejor calidad de vida en países que empiezan a salir de la pobreza y a la extensión de la democracia, supuestamente asociada a más libertad personal.
Pero, en cualquier caso, la foto que proporcionan las grandes encuestas es para muchos demasiado borrosa, así que tratan de afinar con investigaciones más precisas, a menor escala. Algunas dan resultados sobre edad y sexo. En general, hay coincidencia en que son más felices los jóvenes y los jubilados. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística francés (INSEE) con encuestas realizadas después de 1975 revela que, tras un bache en torno a los cuarenta años, la felicidad "remonta y alcanza su apogeo durante la sesentena", independientemente del estado civil o el nivel de renta. Y el pasado julio investigadores estadounidenses -Easterlin entre ellos- analizaron décadas de datos antes de concluir que de jóvenes las mujeres se declaran más felices, pero hacia los 48 años las tornas cambian y son ellos quienes se sienten más satisfechos con sus vidas.
En general, hay acuerdo en que estos trabajos muestran que la felicidad se correlaciona con "beneficios tangibles en muchos ámbitos de la vida", ha escrito Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de Stanford. Entre ellos: más probabilidades de estar casado y menos de divorciarse; más amigos y mayor soporte social; más creatividad y productividad en un trabajo de más calidad y bien pagado; más actividad y energía vital; mejor salud mental y física; capacidad de autocontrol; e incluso más longevidad. Además, "la gente feliz no es egoísta; la literatura sugiere que tienden a ser relativamente más cooperativos; caritativos y centrados en los demás", dice Lyubomirsky en Review of General Psychology.
Pero esto no basta para sacar conclusiones sobre la fórmula del bienestar vital, para empezar porque no es posible saber si se está más feliz por estar casado -por ejemplo- o a la inversa. Es decir, hace falta diseccionar a la felicidad más y mejor en el laboratorio. Los investigadores lo están haciendo, con resultados curiosos. Antes han afilado sus armas, es decir, han diseñado nuevos métodos para medir la felicidad, aparte de las encuestas declarativas. Kahneman es autor de uno de ellos.
Varios trabajos sugieren que la felicidad que los individuos declaran cuando se les pregunta en global cómo se sienten es muy influenciable por factores intrascendentes, como la formulación de las preguntas o el que se acabe de tener una experiencia buena o mala -un ejemplo clásico: pacientes que se someten a una prueba desagradable dicen pasarlo menos mal si los últimos minutos son placenteros, aun a costa de prolongar el examen-. Así, Kahneman pide a los sujetos del experimento que asignen un grado de felicidad a cada una de sus acciones diarias, reviviéndolas, y no sólo dando un valor global. Con este método realizó y publicó en Science en 2004 un trabajo con casi un millar de mujeres que declaraban cómo de satisfactorias eran sus actividades: el sexo, salir con amigos y relajarse ante la tele figuraban muy alto en la lista, mientras que dormir poco y una agenda laboral muy apretada eran de lo más desagradable. De nuevo, familia y amigos se revelan importantes, pero no el dinero (cubierto lo básico).
Y este no es el único resultado anti-intuitivo sobre la felicidad. Hay más, como que pacientes operados de cáncer puedan sentirse más felices que personas sanas; que víctimas de accidentes muy graves declaren niveles altos de felicidad; o que -por el contrario- personas que han ganado la lotería no sean, poco después del susto, más felices que el común de los mortales. La explicación podría estar en los genes. Varios estudios con gemelos indican que hay una especie de nivel permanente y personal de felicidad, al que pasado un tiempo todo el mundo tiende a volver pase lo que pase, o casi. Ya en 1996 un trabajo con 4.000 parejas de gemelos sugirió que el sentimiento de bienestar con la propia vida es genético en al menos un 50%. Y este mismo año, investigadores británicos y australianos han vuelto a obtener un resultado similar.
Otro resultado anti-intuitivo: genera más felicidad gastar dinero en los demás que en uno mismo. Lo ha demostrado un trabajo de Elizabeth W. Dunn (Universidad British Columbia, Vancouver, Canadá) en Science el pasado marzo, en el que se daba dinero a voluntarios, se les instruía sobre cómo gastarlo y se medía después su grado de satisfacción personal. Este resultado coincide con otros donde la mayor felicidad se correlaciona con acciones de ayuda a los demás y de promoción de la virtud. El altruismo, concluyen los investigadores, pone sobre la pista de la felicidad mucho más que la búsqueda del placer. "Dado que la gente parece pasar por alto los beneficios, las políticas que lo promuevan podrían ser una buena manera de traducir más riqueza nacional en más felicidad nacional", escribe Dunn.
Pero entonces, si el dinero no da la felicidad y el placer personal tampoco, ¿por qué la sociedad actual parece concentrarse en esos factores? ¿Hay un desenfoque generalizado? La causa podría ser un fenómeno ilusorio que Kahneman describió, en Science y otras publicaciones, en 2006. "Cuando la gente considera el impacto de un único factor en su bienestar -como los ingresos, pero no únicamente-, es propensa a exagerar su importancia; llamamos a esta tendencia ilusión de foco (...). Esta ilusión puede ser fuente de errores en la toma de decisiones importantes", ha escrito este experto.
Este fenómeno tampoco ayuda a estimar la felicidad de los demás. "A todo el mundo le sorprende lo felices que pueden ser los parapléjicos", ha dicho Kahneman. "La razón es que no son parapléjicos todo el tiempo. Disfrutan de sus comidas, de sus amigos. Leen las noticias. Tiene que ver con dónde se pone la atención".
Todos estos experimentos tienen un objetivo final: ayudar a mejorar el grado de felicidad personal. No es una utopía, dicen los investigadores. Los genes, al fin y al cabo, dejan un 50% de espacio a la autoexperimentación. Se puede empezar por estas Navidades: pedir menos a los Reyes y ser, en cambio, más generoso...
Lo que el dinero no da
"Aquellas personas con más ingresos que la media están relativamente satisfechas con sus vidas, pero apenas son más felices que los demás en cada momento; tienden a estar más tensas; y no dedican más tiempo a actividades especialmente divertidas. Es más, el efecto de los ingresos en la satisfacción vital parece ser transitorio", escriben en Science (junio 2006) Daniel Kahneman y otros economistas y psicólogos.
No es el único trabajo que explora el efecto del dinero en quien lo posee. También en la revista Science, en noviembre 2006, psicólogos y expertos en marketing estadounidenses concluyen que el dinero hace sentirse a la gente más autosuficiente, y comportarse en consecuencia. "Los resultados de nueve experimentos sugieren que el dinero hace que la gente prefiera sentirse libre de las dependencias y de los dependientes", escriben los investigadores. Cuando se estimulan los pensamientos relacionados con el dinero la gente "pide menos ayuda y está menos dispuesta a ayudar a los demás".
Esto explicaría, según estas fuentes, "por qué el dinero es visto a la vez como el mayor de los bienes y de los males. A medida que los países y las culturas se desarrollaron el dinero habría permitido adquirir bienes y servicios (...) a la vez que disminuían los lazos con amigos y familia. De esta forma, el dinero fomentó el individualismo pero redujo las motivaciones comunes, un efecto aún aparente en la respuesta que hoy da la gente al dinero".
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Genética y cerebro
La Nación, Miércoles 17 de diciembre de 2008
Elisabetta Piqué, Corresponsal en Italia
ROMA. Edoardo Boncinelli, reconocido biofísico italiano que se dedicó durante 30 años al estudio de la genética y de la biología molecular de los animales superiores y del hombre, no tiene dudas. "Los hombres nunca somos racionales. Aun cuando nos esforzamos y nos empeñamos, los hombres no somos nunca del todo racionales porque nuestro cerebro es perezoso y prefiere sacar conclusiones rápidas, pero equivocadas, antes que lentas, pero rigurosas", dice en una entrevista con La Nacion.
Nacido en 1941. Boncinelli es docente en la Facultad de Filosofía y de Psicología de la Universidad Vita-Salute, de Milán. Escribe regularmente en la revista Le Scienze y en el Corriere della Sera . Además, fue director de la Escuela Internacional Superior de Estudios Avanzados de Trieste.
"Siempre fui un apasionado del cerebro, algo fascinante, y siempre tuve una tendencia hacia la filosofía, pero científica", cuenta. En los últimos 12 años, este intelectual que tiene el gran don de saber hablar de forma comprensible de complejos temas científicos ha escrito 24 libros. Ahora está trabajando en otros tres: uno sobre la libertad, otro sobre la conciencia y otro sobre la racionalidad, justamente...
-¿Qué hay en el cerebro que hace que tengamos el lenguaje?
-Si lo supiera antes de morir, estaría muy contento. Qué hace que nosotros aprendamos y usemos el lenguaje y los animales no es una de las preguntas más lindas que se puedan imaginar. En los genes no está escrito. Por lo tanto, debe de estar escrito en esa parte del genoma que todavía no sabemos leer.
-Pero sabemos muchas cosas. Por ejemplo, en su último libro, Cómo nacen las ideas , usted explica que en una zona del cerebro están los números genéricos.
-Sí, aprendimos muchas cosas sobre el lenguaje, pero todavía no sabemos qué es lo que nos da el poder para aprender el lenguaje. Aprendimos muchas cosas que a los hombres no les gustan, como por ejemplo que nunca somos racionales. Aun cuando nos empeñamos y nos esforzamos con todo para ser racionales, no lo somos, porque nuestro cerebro es perezoso y prefiere sacar conclusiones rápidas y equivocadas, antes que lentas y rigurosas.
-¿Usted tampoco? ¿Un famoso científico no es racional?
-¡Claro, todo el mundo! El cerebro es perezoso. Por otra parte, el cerebro, que fue hecho 150.000 años atrás, no estaba hecho para las sutilezas matemáticas de hoy.
-¿Cuán genéticamente distinto es el hombre de hoy con respecto al de hace 100.000 años.
-Absolutamente nada. Lo que se piensa hoy es que el hombre es genéticamente idéntico desde hace exactamente 150.000 años: lo importante del genoma no ha cambiado.
-¿Ni siquiera el cerebro?
-Absolutamente no. Todo lo que se dice al respecto son cuentos.
-¿Cómo es posible que nuestro cerebro no haya cambiado, si el mundo cambió muchísimo?
-Esto es lo lindo del ser humano: mientras los animales sólo tienen la evolución biológica, y por lo tanto una adaptación lentísima, el hombre, además de la evolución biológica también ha tenido una evolución cultural, que va rapidísimo, quizá demasiado rápido. Nosotros nacemos exactamente como los hombres de hace 150.000 años. Pero, atención, nosotros tenemos una suerte de doble nacimiento, porque bastan pocos meses, pocos años, para que el niño de hoy a los 3 años sea distinto del niño de 3 años de la era de las cavernas. A los 5 o 6 años diría que es muy distinto del niño de hace 150.000 años. Nuestro cerebro es totalmente maleable y en los primeros años todo lo que pasa es esculpido como si hubiera estado desde el nacimiento. Esta es la gran diferencia.
-¿Todavía podemos evolucionar en el orden biológico?
-Seguramente, pero harán falta 200.000 o 300.000 años. Nadie puede prever el futuro, pero ése es el ritmo de la evolución. Antes de que nosotros hagamos una evolución biológica, el hombre habrá intervenido sobre su genoma. Porque en unos 15 o 20 años será posible intervenir artificialmente sobre nuestro genoma, algo que será un evento excepcional.
-En cuanto al problema ético y moral, ¿como ve la manipulación genética?
-Para mí es una discusión lindísima la de qué se debe elegir. Los diarios dicen "hijos rubios con ojos celestes", pero me parece una de las estupideces más grandes que se puedan imaginar. Sí, en cambio, se puede hablar de hijos más inteligentes, más longevos, más sanos... Aunque mi apuesta es que los primeros genes que se tocarán serán los que regulan la extensión de la vida. Ahora tendemos a vivir cien años, pero tocando algunos genes podremos vivir doscientos o trescientos. ¡Entonces seguramente el mundo será dado vuelta absolutamente!
-¿Estaría de acuerdo con semejante manipulación?
-Yo estaría de acuerdo si está bien hecho. Yo siempre estoy de acuerdo con todo, si está bien hecho.
-¿Con la manipulación genética el hombre podrá ser moralmente mejor?
-Los rasgos complejos, como la inteligencia, la docilidad, la bondad, la voluntad, no son controlados por un gen, pero tampoco por cientos, o por miles, sino probablemente por miles de millones de genes. No podemos esperar que cambiando un gen o diez genes tengamos grandes resultados. Sobre el problema moral, yo escribí un libro titulado El mal , en el que dije muy claramente que el mal y el bien son dos conceptos relativos. Hay que ver en un momento qué es lo que la humanidad, no una nación sí y otra no, considera el mal y considera el bien. Yo no sé qué es bien o qué es mal. Sí, lo sé con mi vida, con mis hijos, con mi mujer, pero nunca me pondría a decirle a otro qué es bien y qué es mal, como hace la Iglesia. Es la humanidad la que debe decidir adónde quiere ir.
-¿Usted es católico, creyente?
-Soy bautizado, me casé por Iglesia, enseño en una universidad que en Italia consideran católica, pero no soy creyente. Pienso que detrás de una manzana que cae está la fuerza de gravedad, pero el primitivo no lo sabe y cree que detrás de la manzana que cae está la mano de Dios. Por eso la espiritualidad no es un punto de llegada, sino un punto de partida que siempre ha evolucionado.
-¿Por qué la gente le tiene miedo a la ciencia?
-Porque el hombre, como todos los animales, le tiene miedo a lo nuevo, y la ciencia es lo nuevo. Hasta hace 100 o 150 años sobre un plato de la balanza estaba el miedo a lo nuevo, pero del otro estaba que esperábamos ventajas materiales. Ahora tuvimos tantas ventajas, objetivamente, que ya no existe equilibrio. Pero después hubo un error gravísimo: prometer en nombre de la ciencia cosas que no podían prometerse. La ciencia puede dar bienestar material, pero no puede dar la felicidad ni la sabiduría. Cuando el hombre se da cuenta de que es tan infeliz como antes, y que no es sabio, queda decepcionado y se rebela contra la ciencia.
-¿Qué piensa de los organismos genéticamente modificados?
-Que son una bendición a la cual, para variar, la gente le tiene miedo...
-En la Argentina es todo OGM, y los tomates no tienen gusto a nada...
-Pero tampoco la manzana norteamericana tiene gusto a nada. No por los OGM, sino simplemente porque la sacan del árbol cuando todavía está inmadura.
Lamentablemente, las exigencias del mercado nos hacen comer manzanas lindísimas que no tienen gusto a nada, tomates lindísimos, pescado lindísimo, criado en casa prácticamente, es cierto, pero no tiene nada que ver con los OGM.
-¿Está a favor de las investigaciones con células madre?
-Claro, porque es la esperanza del futuro. Cuándo se realizará, no lo sé. Todo empezó hace diez años. Cuando me entrevistaron dije que era inminente la utilización, pero, en cambio, todo fue lento. Por un lado, hay gente que frena; por otro, hay gente que promete el oro y el moro. Dicen que tendremos todo mañana, pero no será mañana porque aún hay cosas que no sabemos hacer.
El personaje EDOARDO BONCINELLI Genetista y biofísico Nació en : Rodi, provincia de Foggia
Edad : 67 años
Libros publicados : entre sus títulos más conocidos están Cómo nacen las ideas , La magia de la ciencia , A la caza del genio , Pensar lo invisible y Yo soy, tú eres.
El aula y la prensa : tanto como la investigación y la enseñanza, lo atrae la divulgación en los medios gráficos.
Laboratorio : descubrió el gen responsable de que, al día 13 de gestación, el cigoto se convierta en embrión humano.
martes, 9 de diciembre de 2008
El anonimato, seña de identidad de lo moderno
La era de los hombres sin atributos
Un congreso analiza el anonimato como arma de resistencia en la sociedad de la sobreinformación - Artistas y pensadores subvierten la idea tradicional de autor
XAVIER THEROS - El País, Barcelona - 09/12/2008
Nuestro mundo moderno vive sumido en una paradoja: el anonimato, lejos de representar una exclusión social, se está convirtiendo en una estrategia -tanto individual como colectiva- que se opone a la inflexible lógica del control. En unas ciudades literalmente plagadas por cámaras de vigilancia, donde cada individuo está férreamente identificado, la fuerza del anonimato radica en su capacidad para abrir espacios de libertad no fiscalizados por el poder. Durante tres días, artistas, antropólogos y filósofos han debatido durante unas jornadas celebradas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) sobre este fenómeno, que hace más de cien años anticiparon escritores como Poe y Baudelaire al hablar del hombre de la calle; ese desconocido del que nada sabemos, oculto e invisible entre la multitud. Un hombre anónimo que es cada uno de nosotros y a la vez ninguno de nosotros.
El antropólogo Marc Augé cree que hoy no hay poder sin cobertura mediática
Como se encargaron de recordar Santiago López Petit o Wenceslao Galán, la sociedad de consumo es un mecanismo que favorece -al mismo tiempo- el anonimato y la exposición absoluta. Lo cual genera desconfianza hacia el juego político convencional, tras el que se sospecha la existencia de un poder en la sombra constituido por sociedades anónimas. La única forma de oponerse a ese poder nebuloso es no disponer de nombre o atomizar la propia identidad. Así se explica la eclosión de movimientos desterritorializados, como los antiglobalización iniciados en Seattle. Movimientos de lo social -que no sociales- sin rostro y sin siglas, expresados en las movilizaciones tras el 11-M -el famoso "pásalo"-; o en las campañas por la vivienda y su conocido eslogan: "No tendrás una casa en la puta vida", de las que hablaron Amador Fernández-Savater y Leónidas Martín. Así como nuevas formas de entender la identidad, que se expresa en mundos virtuales como Second Life, o en proyectos artísticos como Luther Blisset, seudónimo utilizado por varios creadores a la vez. En este campo la lista sería variada, desde narradores que se han ocultado al público -como en el caso de B. Traven, J. D. Salinger o Thomas Pynchon-, hasta grupos musicales que guardan celosamente su anonimato, como los Residents, Bob Log III o Daft Punk. En este sentido fueron presentados proyectos como Kid A -a partir de un LP de Radiohead-, mostrado en el museo de arte contemporáneo DUOLUN de Shanghai por Eric Bordeleau; o el famoso sol de Olafur Eliasson mostrado en la Tate Modern de Londres, del que habló Carles Guerra. Exposiciones destinadas a diluir la relación clásica entre obra, autor y espectador.
Entre los ponentes a estas jornadas despertó especial interés la intervención de Marc Augé (Poitiers, 1935), ex director de l'École des Hautes Études de París y autor del célebre concepto de los no-lugares, refiriéndose a grandes superficies comerciales, aeropuertos o autopistas. Según la visión de este antropólogo, nuestro tiempo se define por la sobremodernidad, donde no hay poder que se ejerza sin cobertura mediática. Con él hemos podido hablar de sus ideas y de su último libro: Casablanca (Gedisa, 2008).
Para Augé, en los últimos años se ha experimentado un incremento considerable de los no-lugares, "en la medida en que por no-lugares entendemos los espacios de consumo, de circulación y de comunicación. Además, hay otros aspectos nuevos, como los no-lugares de la miseria, los campos de refugiados, que son una expresión de la desigualdad". Las nuevas tecnologías también han supuesto una expansión en el fenómeno del anonimato. En ellas podemos utilizar distintos nombres, distintas identidades al comunicarnos con los demás. "En la medida en que es un juego, no parece ser muy peligroso. Lo preocupante es que si necesitamos este tipo de vida alternativa quiere decir que algo no está bien en nuestra vida real. No es solamente la adicción a la tecnología, sino una pérdida de interés por todo lo que constituye nuestra vida cotidiana. La relación virtual sustituye en este caso a la relación cara a cara", afirma. "A veces, en el metro o en la calle, observamos a personas que están juntas, pero cada una está con su móvil o con su ordenador, dándose una intensidad mayor a través de esos aparatos que en su relación física. Lo cual indica que la realidad se está convirtiendo de algún modo en ficción", añade.
Su último libro versa sobre el cine y sus recuerdos personales al hilo de Casablanca. "De alguna manera, también el cine sería una metáfora del anonimato, inducida por la sala a oscuras, en la que los únicos que no son anónimos son los actores".
Un congreso analiza el anonimato como arma de resistencia en la sociedad de la sobreinformación - Artistas y pensadores subvierten la idea tradicional de autor
XAVIER THEROS - El País, Barcelona - 09/12/2008
Nuestro mundo moderno vive sumido en una paradoja: el anonimato, lejos de representar una exclusión social, se está convirtiendo en una estrategia -tanto individual como colectiva- que se opone a la inflexible lógica del control. En unas ciudades literalmente plagadas por cámaras de vigilancia, donde cada individuo está férreamente identificado, la fuerza del anonimato radica en su capacidad para abrir espacios de libertad no fiscalizados por el poder. Durante tres días, artistas, antropólogos y filósofos han debatido durante unas jornadas celebradas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) sobre este fenómeno, que hace más de cien años anticiparon escritores como Poe y Baudelaire al hablar del hombre de la calle; ese desconocido del que nada sabemos, oculto e invisible entre la multitud. Un hombre anónimo que es cada uno de nosotros y a la vez ninguno de nosotros.
El antropólogo Marc Augé cree que hoy no hay poder sin cobertura mediática
Como se encargaron de recordar Santiago López Petit o Wenceslao Galán, la sociedad de consumo es un mecanismo que favorece -al mismo tiempo- el anonimato y la exposición absoluta. Lo cual genera desconfianza hacia el juego político convencional, tras el que se sospecha la existencia de un poder en la sombra constituido por sociedades anónimas. La única forma de oponerse a ese poder nebuloso es no disponer de nombre o atomizar la propia identidad. Así se explica la eclosión de movimientos desterritorializados, como los antiglobalización iniciados en Seattle. Movimientos de lo social -que no sociales- sin rostro y sin siglas, expresados en las movilizaciones tras el 11-M -el famoso "pásalo"-; o en las campañas por la vivienda y su conocido eslogan: "No tendrás una casa en la puta vida", de las que hablaron Amador Fernández-Savater y Leónidas Martín. Así como nuevas formas de entender la identidad, que se expresa en mundos virtuales como Second Life, o en proyectos artísticos como Luther Blisset, seudónimo utilizado por varios creadores a la vez. En este campo la lista sería variada, desde narradores que se han ocultado al público -como en el caso de B. Traven, J. D. Salinger o Thomas Pynchon-, hasta grupos musicales que guardan celosamente su anonimato, como los Residents, Bob Log III o Daft Punk. En este sentido fueron presentados proyectos como Kid A -a partir de un LP de Radiohead-, mostrado en el museo de arte contemporáneo DUOLUN de Shanghai por Eric Bordeleau; o el famoso sol de Olafur Eliasson mostrado en la Tate Modern de Londres, del que habló Carles Guerra. Exposiciones destinadas a diluir la relación clásica entre obra, autor y espectador.
Entre los ponentes a estas jornadas despertó especial interés la intervención de Marc Augé (Poitiers, 1935), ex director de l'École des Hautes Études de París y autor del célebre concepto de los no-lugares, refiriéndose a grandes superficies comerciales, aeropuertos o autopistas. Según la visión de este antropólogo, nuestro tiempo se define por la sobremodernidad, donde no hay poder que se ejerza sin cobertura mediática. Con él hemos podido hablar de sus ideas y de su último libro: Casablanca (Gedisa, 2008).
Para Augé, en los últimos años se ha experimentado un incremento considerable de los no-lugares, "en la medida en que por no-lugares entendemos los espacios de consumo, de circulación y de comunicación. Además, hay otros aspectos nuevos, como los no-lugares de la miseria, los campos de refugiados, que son una expresión de la desigualdad". Las nuevas tecnologías también han supuesto una expansión en el fenómeno del anonimato. En ellas podemos utilizar distintos nombres, distintas identidades al comunicarnos con los demás. "En la medida en que es un juego, no parece ser muy peligroso. Lo preocupante es que si necesitamos este tipo de vida alternativa quiere decir que algo no está bien en nuestra vida real. No es solamente la adicción a la tecnología, sino una pérdida de interés por todo lo que constituye nuestra vida cotidiana. La relación virtual sustituye en este caso a la relación cara a cara", afirma. "A veces, en el metro o en la calle, observamos a personas que están juntas, pero cada una está con su móvil o con su ordenador, dándose una intensidad mayor a través de esos aparatos que en su relación física. Lo cual indica que la realidad se está convirtiendo de algún modo en ficción", añade.
Su último libro versa sobre el cine y sus recuerdos personales al hilo de Casablanca. "De alguna manera, también el cine sería una metáfora del anonimato, inducida por la sala a oscuras, en la que los únicos que no son anónimos son los actores".
lunes, 8 de diciembre de 2008
La estafa del enseñar a enseñar
La estafa del enseñar a enseñar
ANDRÉS DE LA OLIVA El País, 08/12/2008
La publicación en EL PAÍS de un Manifiesto Contra el Nuevo Máster de Formación del Profesorado (ECI/3858/2007) ha sido respondida en estas páginas por algunos pedagogos que lo defienden. Las pretendidas evidencias con que argumentan son, sin embargo, falsas. La tesis principal es que un profesor no sólo debe conocer su materia, sino que debe también aprender a enseñarla. Esto parece muy de "sentido común", pero es un sofisma con el que los "expertos en educación" llevan muchos años abduciendo a las autoridades ministeriales. Los futuros profesores, se dice, deben "aprender a enseñar" y los alumnos "aprender a aprender". Para conseguirlo, existe un cuerpo de especialistas (con sus propios intereses corporativos), cuya función es "enseñar a enseñar". Ahora bien, para ello precisamente se confió a los pedagogos el curso del CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). Este curso jamás se ha sometido a una evaluación objetiva entre los profesores de secundaria y bachillerato. Se sabía de sobra que los profesores no sólo no avalarían su utilidad, sino que lo valorarían como una estafa o una impostura. ¿Qué solución propone el ministerio? Nada menos que sustituir el quinto año de preparación disciplinar específica por un Máster de Formación del Profesorado que no es más que un CAP más largo y más caro. Cualquier cosa menos preguntar a los profesores sobre la utilidad en las aulas de la formación pedagógica. Por lo visto, los únicos que saben lo que se necesita en las aulas son los que jamás han pisado un aula. Por lo mismo, los únicos que saben cómo se enseña matemáticas, gramática o historia, son los que no saben ni matemáticas, ni gramática, ni historia (pero son, en cambio, expertos en enseñar a enseñar cómo se aprende a aprender).
La mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo
¿Por qué el CAP ha sido una estafa y una vergüenza todos estos años? No porque fuera muy corto, sino porque es falso que quien no sabe matemáticas pueda enseñar a enseñar matemáticas. Y todavía es más falso que haya un saber que no sea ni física, ni latín, ni geografía, y cuyo contenido sea el enseñar en general para cualquiera de esas disciplinas. Un profesor debe saber captar la atención de los alumnos enseñándoles a amar el conocimiento, y para lograrlo no hay otra garantía que su propio amor por el conocimiento. Las matemáticas, la historia o el derecho procesal son apasionantes y la obligación de un profesor es saber transmitirlo a sus alumnos. Ahora bien, su mejor arma, en realidad su única arma, es saber matemáticas, historia o derecho procesal. ¿Saber historia no significa saber enseñar historia? Cualquier docente experimentado diría que la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física, matemáticas o latín, no pedagogía. Por supuesto que siempre habrá grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se nieguen a ejercerla. La figura del buen investigador y mal docente no cesa de blandirse como un argumento incontestable, pero es una falacia: los investigadores que no aman la enseñanza enseñan mal, no porque no sepan, sino porque no quieren hacerlo, y ningún curso de formación del profesorado les hará cambiar de opinión. Por otro lado, licenciados que nunca han enseñado no saben enseñar, pero no porque les falte teoría pedagógica (o psicopedagógica), sino porque les falta práctica docente. El acceso a la profesión de profesor, como a la de juez o a la de médico, no debería hacerse sin haber superado un periodo de prácticas seriamente concebido, tutelado, y remunerado. Y por cierto que sólo una vez acreditada una formación no básica y generalista, sino avanzada y específica en un campo determinado de conocimiento. Es lo único que solicita el denostado Manifiesto. Eso, y que se deje de tomar el pelo a la sociedad mientras se desmonta pieza a pieza el sistema de instrucción pública.
Andrés de la Oliva es catedrático de Derecho de la Complutense de Madrid (UCM). Firman el texto otros 15 profesores de universidad o instituto, entre los que figuran Tomás Calvo, catedrático de Filosofía de la UCM; José Luis Pardo Torío, catedrático de Filosofía de la UCM; Alberto Fernández Liria, psiquiatra y profesor asociado de la Universidad de Alcalá; Juan José Fernández Parrilla, profesor de matemáticas de secundaria, y Silvia Porres Caballero, profesora de griego de secundaria.
ANDRÉS DE LA OLIVA El País, 08/12/2008
La publicación en EL PAÍS de un Manifiesto Contra el Nuevo Máster de Formación del Profesorado (ECI/3858/2007) ha sido respondida en estas páginas por algunos pedagogos que lo defienden. Las pretendidas evidencias con que argumentan son, sin embargo, falsas. La tesis principal es que un profesor no sólo debe conocer su materia, sino que debe también aprender a enseñarla. Esto parece muy de "sentido común", pero es un sofisma con el que los "expertos en educación" llevan muchos años abduciendo a las autoridades ministeriales. Los futuros profesores, se dice, deben "aprender a enseñar" y los alumnos "aprender a aprender". Para conseguirlo, existe un cuerpo de especialistas (con sus propios intereses corporativos), cuya función es "enseñar a enseñar". Ahora bien, para ello precisamente se confió a los pedagogos el curso del CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). Este curso jamás se ha sometido a una evaluación objetiva entre los profesores de secundaria y bachillerato. Se sabía de sobra que los profesores no sólo no avalarían su utilidad, sino que lo valorarían como una estafa o una impostura. ¿Qué solución propone el ministerio? Nada menos que sustituir el quinto año de preparación disciplinar específica por un Máster de Formación del Profesorado que no es más que un CAP más largo y más caro. Cualquier cosa menos preguntar a los profesores sobre la utilidad en las aulas de la formación pedagógica. Por lo visto, los únicos que saben lo que se necesita en las aulas son los que jamás han pisado un aula. Por lo mismo, los únicos que saben cómo se enseña matemáticas, gramática o historia, son los que no saben ni matemáticas, ni gramática, ni historia (pero son, en cambio, expertos en enseñar a enseñar cómo se aprende a aprender).
La mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo
¿Por qué el CAP ha sido una estafa y una vergüenza todos estos años? No porque fuera muy corto, sino porque es falso que quien no sabe matemáticas pueda enseñar a enseñar matemáticas. Y todavía es más falso que haya un saber que no sea ni física, ni latín, ni geografía, y cuyo contenido sea el enseñar en general para cualquiera de esas disciplinas. Un profesor debe saber captar la atención de los alumnos enseñándoles a amar el conocimiento, y para lograrlo no hay otra garantía que su propio amor por el conocimiento. Las matemáticas, la historia o el derecho procesal son apasionantes y la obligación de un profesor es saber transmitirlo a sus alumnos. Ahora bien, su mejor arma, en realidad su única arma, es saber matemáticas, historia o derecho procesal. ¿Saber historia no significa saber enseñar historia? Cualquier docente experimentado diría que la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física, matemáticas o latín, no pedagogía. Por supuesto que siempre habrá grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se nieguen a ejercerla. La figura del buen investigador y mal docente no cesa de blandirse como un argumento incontestable, pero es una falacia: los investigadores que no aman la enseñanza enseñan mal, no porque no sepan, sino porque no quieren hacerlo, y ningún curso de formación del profesorado les hará cambiar de opinión. Por otro lado, licenciados que nunca han enseñado no saben enseñar, pero no porque les falte teoría pedagógica (o psicopedagógica), sino porque les falta práctica docente. El acceso a la profesión de profesor, como a la de juez o a la de médico, no debería hacerse sin haber superado un periodo de prácticas seriamente concebido, tutelado, y remunerado. Y por cierto que sólo una vez acreditada una formación no básica y generalista, sino avanzada y específica en un campo determinado de conocimiento. Es lo único que solicita el denostado Manifiesto. Eso, y que se deje de tomar el pelo a la sociedad mientras se desmonta pieza a pieza el sistema de instrucción pública.
Andrés de la Oliva es catedrático de Derecho de la Complutense de Madrid (UCM). Firman el texto otros 15 profesores de universidad o instituto, entre los que figuran Tomás Calvo, catedrático de Filosofía de la UCM; José Luis Pardo Torío, catedrático de Filosofía de la UCM; Alberto Fernández Liria, psiquiatra y profesor asociado de la Universidad de Alcalá; Juan José Fernández Parrilla, profesor de matemáticas de secundaria, y Silvia Porres Caballero, profesora de griego de secundaria.
lunes, 1 de diciembre de 2008
El retorno de Marx
El retorno de Marx
ÁNGEL RUPÉREZ El País, 30/11/2008
La losa que pesa sobre el pensamiento de Carlos Marx, debido a la usurpación que hicieron de él las revoluciones que se llamaron marxistas, todas fracasadas, ha impedido que reconozcamos, sin esos lúgubres embargos, la grandeza de algunas de sus ideas (no de todas, desde luego). Pero de la misma manera que podemos leer el Evangelio de Jesús liberados de las coacciones que ejercen sobre él los atropellos cometidos en su nombre -múltiples crímenes de toda laya-, así también podemos y debemos recuperar la figura de Marx sin consentir que ninguno de sus usurpadores lastre el alcance del poder crítico y liberador de su pensamiento. Y en estos momentos en los que el capitalismo ha dado muestras evidentes de sus flaquezas más demoledoras, la figura de Marx debe ser recuperada precisamente para recordar la forma como describió el funcionamiento del capitalismo, siempre voraz y dispuesto a cualquier forma de abuso con tal de hacer valer su principio esencial del beneficio por encima de todo.
Sus escritos describiendo el funcionamiento del capitalismo tienen gran actualidad
Que la idolatría del dinero supusiera la humillación de miles y miles de seres humanos, era algo que al primer capitalismo no le importaba la más mínima higa. De ahí que Marx, genial intérprete de esos mecanismos de dominación, fuera a la vez alguien que quisiera y se propusiera cambiar el signo de la historia con el fin de superarla en un proyecto ideal que, al hacerse él mismo historia, degeneró en sociedades también esclavizadas, con el crimen político como bandera y la segregación social como método de dominación. Al caer esos regímenes totalitarios y estafadores, pareció que el capitalismo no tenía oponentes y por eso alguien que se hizo famoso pudo decretar el fin de la historia, que sólo era el sueño de la impunidad absoluta. Ninguna tropelía cometida en nombre del capitalismo podría seriamente ser objeto de una desautorización global en el siglo XXI, puesto que no había ideas alternativas, ya que las únicas que se habían alegado y puesto en práctica habían fracasado estrepitosamente. Incluso un país como China, mastodonte que mantiene intactas las hechuras de un Estado totalitario, hizo su particular revisión y se afilió al capitalismo antaño denostado y del que ahora es un principal motor en el mundo, atropellando a su paso los derechos humanos y también los derechos de la Naturaleza (que son también derechos humanos).
Pero si leemos sin prejuicios los escritos de Marx, nos daremos cuenta del portentoso aliento que hay en ellos para penetrar en los entresijos de la maquinaria del capital voraz y ciego con el fin de no someterse a la primacía del dinero como valor supremo, convertida en ideología inapelable, es decir, en auténtica ley de la historia inmune a cualquier justificada y desconfiada sospecha y no digamos a cualquier intento de superación. Una reflexión crítica sobre nuestro mundo nos avisa, como avisó Marx en el XIX, de que el dinero es el ídolo absoluto que los capitalistas financieros, enfermos de avaricia, han pretendido multiplicar, en forma de beneficios ilimitados, por medio del engaño y la mentira. Las víctimas de sus operaciones fraudulentas no serán precisamente ellos mismos, los grandes tiburones de las finanzas, inmensamente remunerados, a salvo de cualquier imputación legal, lejos de cualquier cárcel justamente punitiva, sino todos los que, gracias a ese bandidaje de cuello blanco, conocerán la ruina de sus vidas, aquí y allá, cerca y lejos, en los países desarrollados pero también en los países pobres, más pobres aún, más miserables aún si cabe cuando la marea negra se extienda. A ese capitalismo ilimitadamente voraz hay que imputarle, con la ayuda de Marx, el encerramiento de la existencia en la cárcel exclusiva del dinero idolatrado y de su progenie no menos ciega e inhumana: los valores que se arrastran detrás de esa estela que no mira más que a su ombligo, y es ajena al horror de la pobreza de los más pobres que ya lo eran y a la de los que lo serán a partir de ahora.
La avaricia insaciable ha dejado al descubierto la esencia de un sistema que solo cree en el fondo en el dinero como único valor y sobre el que pretende que fundamentemos todas las manifestaciones de la existencia. Así, la productividad económica rige los últimos derroteros de la educación superior; las desmesuradas ganancias rigen los principios de la actividad económica; la acumulación de dinero rige los anhelos de tantos y tantos seres humanos, doblados en pequeños terratenientes de sus idolatradas -aunque modestas- riquezas; el valor de cambio de las obras de arte -Hirst y compañía- sustituye con creces su contenido de verdad, como diría Adorno, y, a la postre, su invitación a ser un hecho revelador del hombre esencial antes que un sustituto del dinero. Los escritos de Marx nos ayudan a no creer en esos ídolos y a denunciar las mentiras sobre las que se sustentan. No sé si habrá otras alternativas, pero al menos ese pensamiento, que parecía enterrado, nos devolverá, en el espejo roto de nuestra reciente historia, la mejor imagen de nuestra dignidad.
Ángel Rupérez es escritor y profesor de Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid.
ÁNGEL RUPÉREZ El País, 30/11/2008
La losa que pesa sobre el pensamiento de Carlos Marx, debido a la usurpación que hicieron de él las revoluciones que se llamaron marxistas, todas fracasadas, ha impedido que reconozcamos, sin esos lúgubres embargos, la grandeza de algunas de sus ideas (no de todas, desde luego). Pero de la misma manera que podemos leer el Evangelio de Jesús liberados de las coacciones que ejercen sobre él los atropellos cometidos en su nombre -múltiples crímenes de toda laya-, así también podemos y debemos recuperar la figura de Marx sin consentir que ninguno de sus usurpadores lastre el alcance del poder crítico y liberador de su pensamiento. Y en estos momentos en los que el capitalismo ha dado muestras evidentes de sus flaquezas más demoledoras, la figura de Marx debe ser recuperada precisamente para recordar la forma como describió el funcionamiento del capitalismo, siempre voraz y dispuesto a cualquier forma de abuso con tal de hacer valer su principio esencial del beneficio por encima de todo.
Sus escritos describiendo el funcionamiento del capitalismo tienen gran actualidad
Que la idolatría del dinero supusiera la humillación de miles y miles de seres humanos, era algo que al primer capitalismo no le importaba la más mínima higa. De ahí que Marx, genial intérprete de esos mecanismos de dominación, fuera a la vez alguien que quisiera y se propusiera cambiar el signo de la historia con el fin de superarla en un proyecto ideal que, al hacerse él mismo historia, degeneró en sociedades también esclavizadas, con el crimen político como bandera y la segregación social como método de dominación. Al caer esos regímenes totalitarios y estafadores, pareció que el capitalismo no tenía oponentes y por eso alguien que se hizo famoso pudo decretar el fin de la historia, que sólo era el sueño de la impunidad absoluta. Ninguna tropelía cometida en nombre del capitalismo podría seriamente ser objeto de una desautorización global en el siglo XXI, puesto que no había ideas alternativas, ya que las únicas que se habían alegado y puesto en práctica habían fracasado estrepitosamente. Incluso un país como China, mastodonte que mantiene intactas las hechuras de un Estado totalitario, hizo su particular revisión y se afilió al capitalismo antaño denostado y del que ahora es un principal motor en el mundo, atropellando a su paso los derechos humanos y también los derechos de la Naturaleza (que son también derechos humanos).
Pero si leemos sin prejuicios los escritos de Marx, nos daremos cuenta del portentoso aliento que hay en ellos para penetrar en los entresijos de la maquinaria del capital voraz y ciego con el fin de no someterse a la primacía del dinero como valor supremo, convertida en ideología inapelable, es decir, en auténtica ley de la historia inmune a cualquier justificada y desconfiada sospecha y no digamos a cualquier intento de superación. Una reflexión crítica sobre nuestro mundo nos avisa, como avisó Marx en el XIX, de que el dinero es el ídolo absoluto que los capitalistas financieros, enfermos de avaricia, han pretendido multiplicar, en forma de beneficios ilimitados, por medio del engaño y la mentira. Las víctimas de sus operaciones fraudulentas no serán precisamente ellos mismos, los grandes tiburones de las finanzas, inmensamente remunerados, a salvo de cualquier imputación legal, lejos de cualquier cárcel justamente punitiva, sino todos los que, gracias a ese bandidaje de cuello blanco, conocerán la ruina de sus vidas, aquí y allá, cerca y lejos, en los países desarrollados pero también en los países pobres, más pobres aún, más miserables aún si cabe cuando la marea negra se extienda. A ese capitalismo ilimitadamente voraz hay que imputarle, con la ayuda de Marx, el encerramiento de la existencia en la cárcel exclusiva del dinero idolatrado y de su progenie no menos ciega e inhumana: los valores que se arrastran detrás de esa estela que no mira más que a su ombligo, y es ajena al horror de la pobreza de los más pobres que ya lo eran y a la de los que lo serán a partir de ahora.
La avaricia insaciable ha dejado al descubierto la esencia de un sistema que solo cree en el fondo en el dinero como único valor y sobre el que pretende que fundamentemos todas las manifestaciones de la existencia. Así, la productividad económica rige los últimos derroteros de la educación superior; las desmesuradas ganancias rigen los principios de la actividad económica; la acumulación de dinero rige los anhelos de tantos y tantos seres humanos, doblados en pequeños terratenientes de sus idolatradas -aunque modestas- riquezas; el valor de cambio de las obras de arte -Hirst y compañía- sustituye con creces su contenido de verdad, como diría Adorno, y, a la postre, su invitación a ser un hecho revelador del hombre esencial antes que un sustituto del dinero. Los escritos de Marx nos ayudan a no creer en esos ídolos y a denunciar las mentiras sobre las que se sustentan. No sé si habrá otras alternativas, pero al menos ese pensamiento, que parecía enterrado, nos devolverá, en el espejo roto de nuestra reciente historia, la mejor imagen de nuestra dignidad.
Ángel Rupérez es escritor y profesor de Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Crisis terrible
ENTREVISTA A SANTIAGO NIÑO BECERRA
"En 2010 empezará la crisis de verdad y será brutal, terrible"
El catedrático de Estructura Económica de la Ramon Llull augura que la recesión durará diez años
David Ruiz La Vanguardia, Barcelona 03/10/2008 Actualizada a las 02:28h
Santiago Niño Becerra, nacido en Barcelona hace 57 años, es un hombre que habla claro. Catedrático de Estructura Económica, es profesor en la Facultad de Economía IQS de la Universitat Ramon Llull. Considera que la situación económica mundial va a ir "tendencialmente a peor" en los próximos tres años y que todas las medidas que se están aplicando no van a servir porque responden a un viejo manual que ha quedado obsoleto.
-¿Estamos ya en crisis? -No, que va. Yo diría que estamos en "precrisis". La crisis empezará a mediados de 2010. Pero es que, además, lo que viene ahora y lo que vendrá no se parece en nada a lo que vivimos en 1993 o en el 2000. Esto es otra película, es una crisis sistémica. De parecerse a alguna cosa, se parecería al "crack del 29".
-¿Por qué es una crisis sistémica? -Porque la manera como está funcionando el sistema se tiene que cambiar. En 1993 hubo un problema, se inyectó dinero en forma de crédito y se acabó. En 2000, lo mismo. Ahora no. Aplicamos un manual viejo que ya no funciona. Se han agotado las herramientas que se pusieron en marcha como el hiperconsumismo, el hipercrédito o la hiperdeuda y pasamos a otra película…
-¿Cuándo empezó esta "precrisis"?
-En septiembre de 2007 cuando se manifestó el problema de las subprime. -¿Y hasta cuándo durará?
-Se alargará hasta junio o julio del año 2010. La tendencia dentro de este periodo será a peor. Esto no significa que un día la bolsa suba o que otro baje. En 2010 empezará la crisis de verdad. Caída "a plomo" hasta mediados de 2012. Habrá un hundimiento a nivel económico, y será a nivel mundial.
-¿Qué pasará a partir de 2010? -Durante el periodo 2010-2012 el nivel de la caída será brutal, terrible. Habrá economías que sufrirán muchísimo, por ejemplo la española, la alemana, la estadounidense o la china. Habrá un periodo de estancamiento hasta 2015 y, a partir de ahí, comenzará un periodo de recuperación muy lento hasta 2018-2020. Estamos hablando de una duración de 10 años, similar a la "Gran Depresión" norteamericana de la década de 1930.
-¿El capitalismo ha llegado a su fin?
-El colapso del sistema capitalista aún no se ha producido. Los sistemas tienen una vida de 250 años. El capitalismo empezó entre 1815 y 1820 y terminará más o menos en 2070. Lo que ahora vivimos es una crisis de ajuste, como ocurrió en 1929. Las características del capitalismo no cambiarán pero el ajuste que se hará será muy importante.
-¿Cuáles son las posibilidades que tenemos para capear el temporal? -Nada. Esto ha de pasar. Es inevitable.
-¿Pero los ciudadanos no tienen ninguna opción para intentar salir menos afectados?
-Yo siempre recomiendo que si alguien tiene deudas, que no se endeude más. Quien no tenga, que no se endeude y si una persona tiene deudas y dinero ahorrado, que lo dedique a reducir deuda. Otra cosa es que, antes de comprar nada, la gente se pregunte si realmente lo necesita. Que calculen muy bien cuales son las expectativas de sus ingresos y adapten el gasto. Lo que no sea necesario, no es importante.
-¿Habrá muchas empresas que puedan aguantar esta situación?
-No, habrá cierres en cascada. La evolución será cada vez a peor y, a partir de 2010, se acelerará.
-¿La culpa es de los bancos y las inmobiliarias?
-La culpa no es de una persona o de un grupo de personas. Las medidas que se han tomado han llevado al desastre. Pero si estas medidas no se hubieran tomado, no se hubiera crecido como se ha crecido. Y todos hemos estado muy contentos de crecer así.
-¿Habrá bancos que quebrarán?
-Sí, pero aunque un banco haga fallida no pasa nada. El problema es que, dentro de un escenario como el actual, que un banco caiga supone un torpedo a la confianza. El sistema que hemos montado no está atado con cables de titanio, está unido con algo tan intangible como es la confianza que, cuando se rompe, ya no se puede reparar.
-¿Es una buena decisión que los Gobiernos usen dinero público para salvar a las empresas?
-No servirá de nada. Se tiene que hacer porque el modelo dice que es lo que debe hacerse. Esto sirve para tapar un agujero, pero se abrirá otro. Estamos hablando de cifras tan brutales que es imposible tener dinero suficiente para tapar todos los agujeros.
-¿Cómo sabremos que estamos saliendo de la crisis?
-La recuperación se percibirá en el ambiente. El primer síntoma de la recuperación vendrá hacia 2012 porque no iremos a peor. El segundo signo será que algunas personas empezarán a hacer cosas.
-¿El resultado de esta crisis será la aparición de una nueva potencia económica?
-Yo opino que la figura del Estado irá a menos y que las grandes corporaciones tendrán más fuerza. Creo que General Electric es la primera corporación del futuro, es un caso a estudiar. En el futuro habrá más eficiencia, orden, aprovechamiento,…
-¿Grandes corporaciones como las de la película "Rollerball", que planteaba un futuro en el que las grandes corporaciones controlaban el mundo?
-Sí, eso mismo.
"En 2010 empezará la crisis de verdad y será brutal, terrible"
El catedrático de Estructura Económica de la Ramon Llull augura que la recesión durará diez años
David Ruiz La Vanguardia, Barcelona 03/10/2008 Actualizada a las 02:28h
Santiago Niño Becerra, nacido en Barcelona hace 57 años, es un hombre que habla claro. Catedrático de Estructura Económica, es profesor en la Facultad de Economía IQS de la Universitat Ramon Llull. Considera que la situación económica mundial va a ir "tendencialmente a peor" en los próximos tres años y que todas las medidas que se están aplicando no van a servir porque responden a un viejo manual que ha quedado obsoleto.
-¿Estamos ya en crisis? -No, que va. Yo diría que estamos en "precrisis". La crisis empezará a mediados de 2010. Pero es que, además, lo que viene ahora y lo que vendrá no se parece en nada a lo que vivimos en 1993 o en el 2000. Esto es otra película, es una crisis sistémica. De parecerse a alguna cosa, se parecería al "crack del 29".
-¿Por qué es una crisis sistémica? -Porque la manera como está funcionando el sistema se tiene que cambiar. En 1993 hubo un problema, se inyectó dinero en forma de crédito y se acabó. En 2000, lo mismo. Ahora no. Aplicamos un manual viejo que ya no funciona. Se han agotado las herramientas que se pusieron en marcha como el hiperconsumismo, el hipercrédito o la hiperdeuda y pasamos a otra película…
-¿Cuándo empezó esta "precrisis"?
-En septiembre de 2007 cuando se manifestó el problema de las subprime. -¿Y hasta cuándo durará?
-Se alargará hasta junio o julio del año 2010. La tendencia dentro de este periodo será a peor. Esto no significa que un día la bolsa suba o que otro baje. En 2010 empezará la crisis de verdad. Caída "a plomo" hasta mediados de 2012. Habrá un hundimiento a nivel económico, y será a nivel mundial.
-¿Qué pasará a partir de 2010? -Durante el periodo 2010-2012 el nivel de la caída será brutal, terrible. Habrá economías que sufrirán muchísimo, por ejemplo la española, la alemana, la estadounidense o la china. Habrá un periodo de estancamiento hasta 2015 y, a partir de ahí, comenzará un periodo de recuperación muy lento hasta 2018-2020. Estamos hablando de una duración de 10 años, similar a la "Gran Depresión" norteamericana de la década de 1930.
-¿El capitalismo ha llegado a su fin?
-El colapso del sistema capitalista aún no se ha producido. Los sistemas tienen una vida de 250 años. El capitalismo empezó entre 1815 y 1820 y terminará más o menos en 2070. Lo que ahora vivimos es una crisis de ajuste, como ocurrió en 1929. Las características del capitalismo no cambiarán pero el ajuste que se hará será muy importante.
-¿Cuáles son las posibilidades que tenemos para capear el temporal? -Nada. Esto ha de pasar. Es inevitable.
-¿Pero los ciudadanos no tienen ninguna opción para intentar salir menos afectados?
-Yo siempre recomiendo que si alguien tiene deudas, que no se endeude más. Quien no tenga, que no se endeude y si una persona tiene deudas y dinero ahorrado, que lo dedique a reducir deuda. Otra cosa es que, antes de comprar nada, la gente se pregunte si realmente lo necesita. Que calculen muy bien cuales son las expectativas de sus ingresos y adapten el gasto. Lo que no sea necesario, no es importante.
-¿Habrá muchas empresas que puedan aguantar esta situación?
-No, habrá cierres en cascada. La evolución será cada vez a peor y, a partir de 2010, se acelerará.
-¿La culpa es de los bancos y las inmobiliarias?
-La culpa no es de una persona o de un grupo de personas. Las medidas que se han tomado han llevado al desastre. Pero si estas medidas no se hubieran tomado, no se hubiera crecido como se ha crecido. Y todos hemos estado muy contentos de crecer así.
-¿Habrá bancos que quebrarán?
-Sí, pero aunque un banco haga fallida no pasa nada. El problema es que, dentro de un escenario como el actual, que un banco caiga supone un torpedo a la confianza. El sistema que hemos montado no está atado con cables de titanio, está unido con algo tan intangible como es la confianza que, cuando se rompe, ya no se puede reparar.
-¿Es una buena decisión que los Gobiernos usen dinero público para salvar a las empresas?
-No servirá de nada. Se tiene que hacer porque el modelo dice que es lo que debe hacerse. Esto sirve para tapar un agujero, pero se abrirá otro. Estamos hablando de cifras tan brutales que es imposible tener dinero suficiente para tapar todos los agujeros.
-¿Cómo sabremos que estamos saliendo de la crisis?
-La recuperación se percibirá en el ambiente. El primer síntoma de la recuperación vendrá hacia 2012 porque no iremos a peor. El segundo signo será que algunas personas empezarán a hacer cosas.
-¿El resultado de esta crisis será la aparición de una nueva potencia económica?
-Yo opino que la figura del Estado irá a menos y que las grandes corporaciones tendrán más fuerza. Creo que General Electric es la primera corporación del futuro, es un caso a estudiar. En el futuro habrá más eficiencia, orden, aprovechamiento,…
-¿Grandes corporaciones como las de la película "Rollerball", que planteaba un futuro en el que las grandes corporaciones controlaban el mundo?
-Sí, eso mismo.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Judíos neonazis
Cárcel para ocho jóvenes judíos neonazis en Israel
Los jóvenes tenían previsto celebrar el cumpleaños de Hitler en el Museo del Holocausto
AGENCIAS - Jerusalén - El País, 23/11/2008
Ocho jóvenes judíos israelíes han sido condenados este domingo a entre uno y siete años de prisión por pertenencia a una banda neonazi. Los integrantes de este grupo, que se autodenomina Patrulla 36, están acusados de atacar brutalmente a drogadictos, homosexuales, inmigrantes y a judíos religiosos tocados con la tradicional kipá.
Los jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 21 años y procedentes en su mayoría de países de la antigua Unión Soviética, han sido declarados culpables por el Tribunal del Distrito de Tel Aviv por agresión, conspiración para cometer asesinato e incitación al racismo. La noticia de la existencia de grupos neonazis en Israel, un estado fundado tras el Holocausto nazi en el que murieron millones de judíos, ha provocado una ola de rechazo.
El acta de acusación indica que los ocho adolescentes tenían previsto celebrar una ceremonia en el Museo del Holocausto (Yad Vashem) para celebrar el cumpleaños de Adolf Hitler y "jurarle fidelidad y prometer preservar la raza blanca hasta su última gota de sangre".
El que estos neonazis "sean judíos que han emigrado a Israel y han elegido adoptar teorías racistas es muy grave", reza el vereticto emitido por el juez Tsvi Gurinkel, y añade que "no es posible para esta Corte ser indulgente, a pesar de las circunstancias y de la juventud de los acusados"
Los ocho jóvenes vivían en Petah Tikva, cerca de Tel Aviv, donde la banda realizaba vídeos de los ataques perpetrados, en los que se observa que todos ellos vestían indumentaria típica de los cabezas rapadas neonazis mientras atacaban a sus víctimas. Durante las investigaciones policiales los agentes hallaron en las viviendas de los ocho uniformes, retratos de Adolf Hitler, armas de fuego y explosivos, informa la cadena británica BBC en su página web.
Otra paradoja más de la lista de contradicciones creadas por este suceso, cuyos protagonistas fueron detenidos en 2007 aunque hasta este domingo no se ha producido la condena, es que de que uno de los condenados es nieto de un superviviente del Holocausto nazi. Además, todos los detenidos migraron a Israel gracias a la Ley de Rotorno, que permite la nacionalización a todo aquel con al menos un abuelo judío.
Los jóvenes tenían previsto celebrar el cumpleaños de Hitler en el Museo del Holocausto
AGENCIAS - Jerusalén - El País, 23/11/2008
Ocho jóvenes judíos israelíes han sido condenados este domingo a entre uno y siete años de prisión por pertenencia a una banda neonazi. Los integrantes de este grupo, que se autodenomina Patrulla 36, están acusados de atacar brutalmente a drogadictos, homosexuales, inmigrantes y a judíos religiosos tocados con la tradicional kipá.
Los jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 21 años y procedentes en su mayoría de países de la antigua Unión Soviética, han sido declarados culpables por el Tribunal del Distrito de Tel Aviv por agresión, conspiración para cometer asesinato e incitación al racismo. La noticia de la existencia de grupos neonazis en Israel, un estado fundado tras el Holocausto nazi en el que murieron millones de judíos, ha provocado una ola de rechazo.
El acta de acusación indica que los ocho adolescentes tenían previsto celebrar una ceremonia en el Museo del Holocausto (Yad Vashem) para celebrar el cumpleaños de Adolf Hitler y "jurarle fidelidad y prometer preservar la raza blanca hasta su última gota de sangre".
El que estos neonazis "sean judíos que han emigrado a Israel y han elegido adoptar teorías racistas es muy grave", reza el vereticto emitido por el juez Tsvi Gurinkel, y añade que "no es posible para esta Corte ser indulgente, a pesar de las circunstancias y de la juventud de los acusados"
Los ocho jóvenes vivían en Petah Tikva, cerca de Tel Aviv, donde la banda realizaba vídeos de los ataques perpetrados, en los que se observa que todos ellos vestían indumentaria típica de los cabezas rapadas neonazis mientras atacaban a sus víctimas. Durante las investigaciones policiales los agentes hallaron en las viviendas de los ocho uniformes, retratos de Adolf Hitler, armas de fuego y explosivos, informa la cadena británica BBC en su página web.
Otra paradoja más de la lista de contradicciones creadas por este suceso, cuyos protagonistas fueron detenidos en 2007 aunque hasta este domingo no se ha producido la condena, es que de que uno de los condenados es nieto de un superviviente del Holocausto nazi. Además, todos los detenidos migraron a Israel gracias a la Ley de Rotorno, que permite la nacionalización a todo aquel con al menos un abuelo judío.
Entrevista a Paulo Coelho
ENTREVISTA: PAULO COELHO Escritor
"Me da miedo mi pasado"
G. ALTARES / C. GELI - Francfort - 23/11/2008
"Unos nueve o diez al año". Las cifras son, claro, ventas en millones de ejemplares, y las pronuncia Mônica Antunes, la Bruja de Barcelona, como la conoce aterrorizado medio mundo editorial, el que ha de tratar con ella como dura agente del escritor Paulo Coelho (Rio de Janerio, 1947), estrella literaria de Feria de Francfort que se celebró el mes pasado. Este certamen literario le invitó a dar la conferencia inaugural y allí recibió el homenaje de medio centenar de editores (una fiesta comentadísima, con 400 invitados y el autor cantando con Gilberto Gil) tras alcanzar los 100 millones de libros vendidos. "Bueno, eso fue el pasado octubre: ahora son ya casi 110", matiza, sin pretensión alguna, Mónica Antunes, responsable de una agencia, Sant Jordi Asociados, que trabaja exclusivamente para la galaxia Coelho.
Su biografía narra una juventud de satanismo, drogas y manicomios
"Hubiera acabado sabiéndose. No tenía sentido ocultarlo. Es mi vida. Salí de eso"
Cumple Coelho con el ritual: de negro riguroso de arriba abajo, que llevaría a pensar en alguna especie de uniforme sacerdotal si no fuera por su gesticulación y un brillo de diablillo en los ojos. Desprende gran tranquilidad o confianza en sí mismo. La debe tener porque de no ser así no hubiera dado la llave del baúl de su vida al periodista brasileño Fernando Morais para que sacara de él 170 cuadernos manuscritos y 94 CD de audio donde el escritor fue notarialmente dando fe de su vida desde que tenía 12 años hasta 1995. El fruto ha sido la voluminosa biografía (más de 600 páginas) El mago, vendido ya a 21 idiomas y que Planeta distribuye estos días en las librerías españolas.
El libro es una bomba. La vida de Coelho ha sido un blanco o negro, un yin y yan constante: nació casi muerto por problemas con el líquido amniótico y sus heces; de pequeño organizó sectas secretas; fue un desastre total como estudiante; atropelló casi mortalmente con un coche que llevaba sin carnet a un joven y se dio a la fuga; ese episodio acabó deteriorando aún más las relaciones con sus padres, que le encerraron en un manicomio que visitó tres veces en su juventud y donde fue tratado con electroshock. Antes, había intentado sucidarse con gas. Y para calmar al que llamaba "el ángel de la muerte", por no haber cumplido, degolló una cabra de un vecino en un particular rito.
El descenso al infierno fue vertiginoso: apagó un cigarrillo en la pierna de una de sus múltiples, simultáneas y bellas novias para comprobar si le quería; a otra, bajo la tesis de "la cura por desesperación", le alentó su intento de suicidarse porque finalmente, dice, sabía que no lo acabaría cumpliendo... Época de teatrero sin fortuna, de hippy, de asiduo a todas las drogas posibles y de practicante homosexual para descartar inclinaciones. Y en su enésima desesperación vital se apuntó a la magia y se convirtió en fiel seguidor de los mandatos de Aleister Crowley y del satanismo, hasta el extremo de tener un joven esclavo. Detenido por supuestas actividades políticas extremistas, y tras una cierta estabilidad componiendo canciones para artistas, el famoso Camino de Santiago que emprendió con 39 años, a manera de epifanía, le decidió a hacer lo que anhelaba desde los 13 años: ser escritor. Desde entonces, fama sin fin y vida antitética.
"Leí el original el pasado mayo y mi mujer lloró tras acabarlo. 'Sufriste mucho', me dijo; yo, la verdad, no recordaba muchas cosas, pero no creo que sufriera: cuando uno está luchando, no sufre". Hoy, admite que aquella etapa de su vida fue excesiva: "Sí, me da miedo mi pasado: llegué demasiado al límite de muchas cosas y más cuando arrastraba conmigo a otras personas". ¿Por qué facilitar que salga a la luz este pasado oscuro de hoy un adorado escritor? "Hubiera acabado sabiéndose igualmente. No tenía sentido ocultarlo: es mi vida. Al fin y al cabo, salí de eso, luego vencí".
Se cumplió también con él una de sus premisas: cada día, en la vida de uno, hay un momento para cambiar: "No hay otra virtud en la vida que ser valiente. No hay nadie que no vea su oportunidad en la vida; el cambio está ahí. Lo que ocurre es que entre el momento y el valor de cambiar hay una separación de 200 océanos", sentencia.
El número 200 lo utiliza también para intentar cuantificar razones que explican su éxito, pero serían todas falsas. "No lo sé, de verdad; ¿me cree?". ¿Quizá la pérdida de valores de la sociedad ha facilitado su discurso? "No escribo sobre espiritualidad; en cualquier caso, la tempestad viene ya desde poco antes de la I Guerra Mundial; la desorientación de la sociedad es hoy total. ¿Dónde está la alegría de vivir? Estamos en unos tiempos en que la gente está totalmente controlada vigilada y hastiada". ¿La crisis que estamos viviendo purificará? "Esta sociedad no va a aprender nada de esta crisis económica porque las autoridades intervinieron demasiado pronto, la Bolsa tenía que haber caído y caído para encontrar otra salida... Es mi lado jesuítico: de una buena purga sales purificado; así, sólo volveremos a caer más pronto que tarde".
La intransigencia imperante es la consecuencia de este estado, según Coelho: "Estamos cercados por todo fundamentalismo. Ojo con lo que puede ocurrir en EE UU ahora que ha ganado Obama porque buena parte de su país no lo quiere por ser negro: la violencia física podría reaparecer". También da caña al actual Papa: "Soy católico, practicante y pecador, pero este Papa es un desastre: está siempre con sus dogmas religiosos y entrometiéndose en temas políticos; es bastante culpable del fundamentalismo católico imperante", sentencia.
Con 18 libros publicados, traducidos a 67 lenguas en 160 países, el autor de El alquimista puede permitírse casi todo en el mundo del libro. Como asegurar "soy un pirata de mí mismo" y defender, con un discurso que dejó estupefactos a los responsables de la feria, el free copyright que practica: en su página web puede descargarse alguno de sus títulos.
En su caso, como en su vida, debe haber magia: de cada libro así ofrecido acaba vendiendo luego en papel diez veces más. O cien o mil. "No sabemos qué pasa más allá de la curva del río de la vida; ésa es la belleza de nuestro mundo; es posible que vaya con una corriente que hoy el sector editorial no sepa o no quiera saber que existe, pero el lector ya no es pasivo y no podemos seguir actuando igual ahora que existe Internet, a menos que queramos que al libro le pase lo de la música y el cine", argumenta Coelho, que dedica tres horas diarias a navegar por la red. ¿Y los editores entienden la jugada? "No pregunto a los editores, no suelo hacerlo".
Una de las mayores ilusiones de Coelho ahora es retirarse tres meses en un monasterio ("con Internet, eso sí") o volar en un avión supersónico ("los ejércitos del aire canadiense y español ya me han ofrecido esa posibilidad"). De nuevo, el Coelho dicotómico. "Soy contradictorio, pero eso debería ser inherente al ser humano; sin confrontación no hay evolución; la clave en esta vida es desear algo mucho, pero cuidado porque el universo es amoral; funciona contigo o con tu deserción".
Para el año que viene Coelho prepara El vencedor está solo, y llegará la versión cinematográfica de Verónica decide morir. ¿Es feliz Coelho? "Depende, hay momentos, pero quizá estoy más contento que feliz; eso sí, duermo bien".
"Me da miedo mi pasado"
G. ALTARES / C. GELI - Francfort - 23/11/2008
"Unos nueve o diez al año". Las cifras son, claro, ventas en millones de ejemplares, y las pronuncia Mônica Antunes, la Bruja de Barcelona, como la conoce aterrorizado medio mundo editorial, el que ha de tratar con ella como dura agente del escritor Paulo Coelho (Rio de Janerio, 1947), estrella literaria de Feria de Francfort que se celebró el mes pasado. Este certamen literario le invitó a dar la conferencia inaugural y allí recibió el homenaje de medio centenar de editores (una fiesta comentadísima, con 400 invitados y el autor cantando con Gilberto Gil) tras alcanzar los 100 millones de libros vendidos. "Bueno, eso fue el pasado octubre: ahora son ya casi 110", matiza, sin pretensión alguna, Mónica Antunes, responsable de una agencia, Sant Jordi Asociados, que trabaja exclusivamente para la galaxia Coelho.
Su biografía narra una juventud de satanismo, drogas y manicomios
"Hubiera acabado sabiéndose. No tenía sentido ocultarlo. Es mi vida. Salí de eso"
Cumple Coelho con el ritual: de negro riguroso de arriba abajo, que llevaría a pensar en alguna especie de uniforme sacerdotal si no fuera por su gesticulación y un brillo de diablillo en los ojos. Desprende gran tranquilidad o confianza en sí mismo. La debe tener porque de no ser así no hubiera dado la llave del baúl de su vida al periodista brasileño Fernando Morais para que sacara de él 170 cuadernos manuscritos y 94 CD de audio donde el escritor fue notarialmente dando fe de su vida desde que tenía 12 años hasta 1995. El fruto ha sido la voluminosa biografía (más de 600 páginas) El mago, vendido ya a 21 idiomas y que Planeta distribuye estos días en las librerías españolas.
El libro es una bomba. La vida de Coelho ha sido un blanco o negro, un yin y yan constante: nació casi muerto por problemas con el líquido amniótico y sus heces; de pequeño organizó sectas secretas; fue un desastre total como estudiante; atropelló casi mortalmente con un coche que llevaba sin carnet a un joven y se dio a la fuga; ese episodio acabó deteriorando aún más las relaciones con sus padres, que le encerraron en un manicomio que visitó tres veces en su juventud y donde fue tratado con electroshock. Antes, había intentado sucidarse con gas. Y para calmar al que llamaba "el ángel de la muerte", por no haber cumplido, degolló una cabra de un vecino en un particular rito.
El descenso al infierno fue vertiginoso: apagó un cigarrillo en la pierna de una de sus múltiples, simultáneas y bellas novias para comprobar si le quería; a otra, bajo la tesis de "la cura por desesperación", le alentó su intento de suicidarse porque finalmente, dice, sabía que no lo acabaría cumpliendo... Época de teatrero sin fortuna, de hippy, de asiduo a todas las drogas posibles y de practicante homosexual para descartar inclinaciones. Y en su enésima desesperación vital se apuntó a la magia y se convirtió en fiel seguidor de los mandatos de Aleister Crowley y del satanismo, hasta el extremo de tener un joven esclavo. Detenido por supuestas actividades políticas extremistas, y tras una cierta estabilidad componiendo canciones para artistas, el famoso Camino de Santiago que emprendió con 39 años, a manera de epifanía, le decidió a hacer lo que anhelaba desde los 13 años: ser escritor. Desde entonces, fama sin fin y vida antitética.
"Leí el original el pasado mayo y mi mujer lloró tras acabarlo. 'Sufriste mucho', me dijo; yo, la verdad, no recordaba muchas cosas, pero no creo que sufriera: cuando uno está luchando, no sufre". Hoy, admite que aquella etapa de su vida fue excesiva: "Sí, me da miedo mi pasado: llegué demasiado al límite de muchas cosas y más cuando arrastraba conmigo a otras personas". ¿Por qué facilitar que salga a la luz este pasado oscuro de hoy un adorado escritor? "Hubiera acabado sabiéndose igualmente. No tenía sentido ocultarlo: es mi vida. Al fin y al cabo, salí de eso, luego vencí".
Se cumplió también con él una de sus premisas: cada día, en la vida de uno, hay un momento para cambiar: "No hay otra virtud en la vida que ser valiente. No hay nadie que no vea su oportunidad en la vida; el cambio está ahí. Lo que ocurre es que entre el momento y el valor de cambiar hay una separación de 200 océanos", sentencia.
El número 200 lo utiliza también para intentar cuantificar razones que explican su éxito, pero serían todas falsas. "No lo sé, de verdad; ¿me cree?". ¿Quizá la pérdida de valores de la sociedad ha facilitado su discurso? "No escribo sobre espiritualidad; en cualquier caso, la tempestad viene ya desde poco antes de la I Guerra Mundial; la desorientación de la sociedad es hoy total. ¿Dónde está la alegría de vivir? Estamos en unos tiempos en que la gente está totalmente controlada vigilada y hastiada". ¿La crisis que estamos viviendo purificará? "Esta sociedad no va a aprender nada de esta crisis económica porque las autoridades intervinieron demasiado pronto, la Bolsa tenía que haber caído y caído para encontrar otra salida... Es mi lado jesuítico: de una buena purga sales purificado; así, sólo volveremos a caer más pronto que tarde".
La intransigencia imperante es la consecuencia de este estado, según Coelho: "Estamos cercados por todo fundamentalismo. Ojo con lo que puede ocurrir en EE UU ahora que ha ganado Obama porque buena parte de su país no lo quiere por ser negro: la violencia física podría reaparecer". También da caña al actual Papa: "Soy católico, practicante y pecador, pero este Papa es un desastre: está siempre con sus dogmas religiosos y entrometiéndose en temas políticos; es bastante culpable del fundamentalismo católico imperante", sentencia.
Con 18 libros publicados, traducidos a 67 lenguas en 160 países, el autor de El alquimista puede permitírse casi todo en el mundo del libro. Como asegurar "soy un pirata de mí mismo" y defender, con un discurso que dejó estupefactos a los responsables de la feria, el free copyright que practica: en su página web puede descargarse alguno de sus títulos.
En su caso, como en su vida, debe haber magia: de cada libro así ofrecido acaba vendiendo luego en papel diez veces más. O cien o mil. "No sabemos qué pasa más allá de la curva del río de la vida; ésa es la belleza de nuestro mundo; es posible que vaya con una corriente que hoy el sector editorial no sepa o no quiera saber que existe, pero el lector ya no es pasivo y no podemos seguir actuando igual ahora que existe Internet, a menos que queramos que al libro le pase lo de la música y el cine", argumenta Coelho, que dedica tres horas diarias a navegar por la red. ¿Y los editores entienden la jugada? "No pregunto a los editores, no suelo hacerlo".
Una de las mayores ilusiones de Coelho ahora es retirarse tres meses en un monasterio ("con Internet, eso sí") o volar en un avión supersónico ("los ejércitos del aire canadiense y español ya me han ofrecido esa posibilidad"). De nuevo, el Coelho dicotómico. "Soy contradictorio, pero eso debería ser inherente al ser humano; sin confrontación no hay evolución; la clave en esta vida es desear algo mucho, pero cuidado porque el universo es amoral; funciona contigo o con tu deserción".
Para el año que viene Coelho prepara El vencedor está solo, y llegará la versión cinematográfica de Verónica decide morir. ¿Es feliz Coelho? "Depende, hay momentos, pero quizá estoy más contento que feliz; eso sí, duermo bien".
Crisis
Cuando las cosas van de verdad mal
La gravedad de la crisis hace temer a los más pesimistas que la recesión derive en depresión
RAMÓN MUÑOZ El País, 23/11/2008
Si tiene dificultades para pagar la hipoteca, teme por su puesto de trabajo o ya lo ha perdido, no es aconsejable que lea este artículo. En él se recogen las tesis de quienes piensan que no estamos ante una crisis más, ni siquiera ante esa recesión que ya se reconoce abiertamente, sino ante una gran depresión económica que se extenderá mucho más allá de dos años y cuyas consecuencias financieras, sociales y hasta políticas cambiarán el mundo tal y como lo conocemos, además de tener un efecto devastador sobre el Estado del bienestar y la clase media en que se sustenta. Tal vez se equivoquen. O tal vez no.
Corralito en la Vieja Europa: Icesave bloqueó los ahorros de sus clientes
La banca española tiene sus propias hipotecas 'basura' bajo la alfombra
Los mercados han dado la espalda a la cumbre financiera con más desplomes
El rescate está trasladando el riesgo de los bancos a los Estados
La caída en Bolsa es ya mayor que en el 29 y nadie sabe donde está el suelo
Nunca se habían conjuntado tantos peligros: el hundimiento del sistema financiero, con bancos y Estados de primer nivel al borde de la quiebra, y el empobrecimiento general de grupos de población que sortearon crisis anteriores sin mayores problemas. Comoquiera que se trata de un fenómeno sin precedentes, para tener elementos de comparación sólo podemos retrotraernos a la Gran Depresión posterior a 1929, que sumió al mundo civilizado en una década de penurias y desembocó en la II Guerra Mundial, y más recientemente, al llamado corralito, que bloqueó a finales de 2001 los ahorros de los ciudadanos argentinos, haciendo saltar en pedazos el sistema financiero y poniendo a Argentina en el umbral del Tercer Mundo.
Para los que consideren desmedida la comparación, o propia de iluminados, tal vez les hubiera convenido entrar en la página web www.icesave.co.uk hace unas semanas. Nada más abrirla se podía leer: "Actualmente no estamos procesando ninguna petición de retirada de dinero ni de depósitos a través de las cuentas de Internet. Sentimos los inconvenientes que les pueda causar a nuestros clientes". Se trata de la página del banco islandés Icesave en el Reino Unido, y en ella se anunciaba sencilla y llanamente que los depósitos de todos los clientes del país estaban bloqueados. ¡Corralito puro y duro, y en la Vieja Europa! Un total de 350.000 ahorradores en el Reino Unido y Holanda, que han depositado más de 7.000 millones quedaron atrapados. La quiebra del Estado de Islandia tiene la culpa. El país nórdico no es Argentina. En la última clasificación de la ONU de finales de 2007 figura como el país donde mejor se vive en el mundo... o se vivía. Finalmente, el Gobierno británico ha tenido que acudir al rescate de sus ahorradores.
Nadie dice que la situación actual tenga las mismas causas que la del 29 o la argentina, salvo el ánimo especulativo y la falta de confianza, pero algunos piensan que la herencia que dejará sobre la economía real puede asemejarse mucho. Entre ese legado negro está la desaparición de riqueza por el desplome continuado de los mercados bursátiles, el temor de miles de ciudadanos de perder los ahorros que tienen en los bancos, el aumento desorbitado del paro, el empobrecimiento de las familias y las crecientes dificultades de las administraciones públicas para hacer frente a sus compromisos de pagos, incluyendo los sueldos de funcionarios. Ese paralelismo permite sacar algunas lecciones muy provechosas de lo que pasó en el 29 y puede que esté a punto de ocurrir ahora.
Frente a la legión de expertos oficiales, que aplauden al unísono los planes de rescate de la banca como antídoto ideal contra esta crisis, otros analistas, ciertamente los menos, estiman que esa intervención no servirá para tapar el enorme agujero negro en el que se ha convertido el sistema financiero.
El economista jefe de HSBC, Stephen King, está entre los discrepantes. A diferencia de crisis recientes como la burbuja tecnológica de comienzos de este siglo o la japonesa de los ochenta, opina King, la actual conjuga los tres elementos que se dieron en la Gran Depresión: el colapso financiero asociado con bancarrotas de entidades, la restricción del crédito y la desconfianza ciudadana sobre la capacidad de los Gobiernos para solucionar la crisis. "Nadie quiere participar en una danza de la muerte financiera. Muchos se consuelan diciendo que ya se han aprendido las lecciones de la década de los treinta y que hoy sería imposible vivir otra gran depresión. Las posibilidades de que suceda son todavía pequeñas. Pero se olvida con frecuencia que hay que cumplir tres lecciones para evitar la depresión: primero, inyectar dinero al sistema; segundo, asegurarse de que los Gobiernos coordinen sus políticas, y tercero, no permitir que la deuda y el nivel de apalancamiento se disparen. Y, por el momento, sólo se ha atendido a la primera".
En el 29, las cosas sucedieron así: "Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240.000 dólares (o 120 semanas de trabajo, a 2.000 dólares por semana). Habría perdido más, pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. Todo lo que dijo fue: '¡La broma ha terminado!'. Antes de que yo pudiese contestar, el teléfono se había quedado mudo... se suicidó. En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas palabras lo dijo todo". La cita proviene de un artículo de Groucho Marx que es posiblemente el más lúcido análisis que se ha hecho del 29.
El genial actor se arruinó como miles de ciudadanos. Ahora son millones los que están perdiendo sus ahorros o el complemento de sus pensiones en los parqués bursátiles, aunque posiblemente aún no sean conscientes de ello. En los treinta, apenas un 4% de la población invertía sus ahorros a través de los agentes de cambio y Bolsa. Actualmente, el 47% de la población, bien directamente o bien a través de fondos de pensiones o de inversión, tiene ahorros en los mercados de valores, que se están esfumando. Sólo dos fondos de pensiones españoles están en positivo este año, por ejemplo.
La volatilidad y el quebranto sufrido son, para algunos analistas, ya similares a los de hace 79 años. Incluso las pérdidas de Wall Street de la semana del 6 al 10 de octubre pasado superaron a las de la llamada Semana Negra del crash del 29. Nos hemos acostumbrado a movimientos sísmicos diarios de hasta el 10%, impensables hace unos meses. Volkswagen es el símbolo de esa irracionalidad casi surrealista de los mercados. Pese a la crisis general de las firmas automovilísticas, un movimiento especulativo la convirtió el 28 de octubre en la compañía con mayor valor bursátil del mundo, llegando a valer más que las 20 mayores compañías del Ibex juntas.
En España, todos los valores que componen el Ibex menos uno han tenido rentabilidad negativa, y 27 de las 35 firmas han perdido más de la mitad de su valor en dos años. Si tiene dinero en Bolsa, puede extraer una lección de la debacle del 29, y hacer oídos sordos a quienes le animen a comprar gangas ante los bajos precios que han tocado los principales valores. Nadie puede asegurar si esta es una oportunidad de compra o si lo peor puede estar por venir. Quien compró acciones en 1929 debió vivir hasta 1954 para recuperar su inversión. Pero a quien pensó que después del crash podía forrarse no le fue mucho mejor porque el desplome continuó hasta julio de 1932, cuando el Dow Jones volvió a niveles de 1800, perdiendo el 90% de su valor respecto a los máximos del feliz 1929. Este dato derriba una de las falacias financieras más extendidas, la de que, pese a las fluctuaciones, la Bolsa es siempre la inversión más rentable a largo plazo. Nadie sabe dónde está la Bolsa y si ha tocado suelo.
El economista y profesor Nouriel Roubini, uno de los pocos que pronosticaron el actual crash financiero, va más lejos: "Aunque los mercados saben ya que las administraciones van a hacer todo lo que está en su mano, no reaccionan, seguirán cayendo. Se han convertido en una fuerza destructiva, el pánico se ha apoderado de ellos, ya no funcionan. Cada vez estoy más convencido de que hace falta un cortocircuito, un cierre temporal de los mercados para recomponer las cosas", decía en una entrevista con EL PAÍS.
En el 29 se hizo célebre el chiste de los recepcionistas de los principales hoteles de Nueva York. Cuando un hombre de negocios iba a registrarse le preguntaban: "¿Quiere usted la habitación para pasar la noche o para tirarse por la ventana? En el segundo caso, le rogamos que pague por adelantado". En 2008 no hay constancia de que haya aumentado la tasa de suicidios entre los brokers financieros. No es de extrañar. Pese a haber causado la ruina a los accionistas de sus firmas, se han embolsado indemnizaciones multimillonarias. Como dice una viñeta cómica que circula por Internet, "en el 29 los banqueros se tiraban por la ventana y ahora tiran la casa por la ventana".
Muchos más motivos de preocupación que los banqueros tienen ahora sus clientes. Temen por su dinero. La quiebra de Lehman Brothers en septiembre pasado disparó todas las alarmas al dejar a miles de clientes sin su inversión, entre ellos alrededor de 5.000 españoles que siguen pugnando por recuperar 3.000 millones de euros.
"No puede haber otro Lehman", clamaron los banqueros, asustados. Y los Gobiernos corrieron al rescate con un cheque en blanco firmado, claro está, por el sufrido contribuyente. Los fondos inyectados a los bancos tratan de evitar precisamente lo ocurrido en la Gran Depresión, cuando 3.000 bancos suspendieron pagos y los ahorradores vieron esfumarse 140.000 millones de dólares.
Desde las tribunas oficiales dicen que, gracias a los planes de rescate que no hubo entonces, esa situación no se repetirá, y que el sistema financiero se estabilizará en 2009 o a lo sumo en 2010. Por el momento, un total de 17 entidades bancarias estadounidenses han quebrado. A excepción de Lehman, las más grandes se han librado de la bancarrota gracias al dinero público (Bear Stearns, Northern Rock, Fannie Mae, Freddie Mac, Alliance & Leicester, Merrill Lynch, AIG, HBOS, Washington Mutual, Fortis, Dexia, Bradford & Bingley, Hypo Real Estate, Wachovia). Pero ¿cuál es el límite de las arcas de los Estados para tapar el agujero financiero? Sólo los planes de rescate anunciados hasta ahora van a movilizar más de tres billones de euros y, como dice, Merrill Lynch en su último informe, lo malo de estas intervenciones es que tienden a expandirse por la petición de otros sectores, como el del automóvil, y nunca se sabe dónde está el final.
Pese a ello, la práctica totalidad de la clase política, economistas y opinólogos han adoptado el dogma de que esos planes son infalibles y que el sistema financiero está a salvo. Sus pronósticos no son muy fiables. Al comienzo de la crisis, en el verano de 2007, los mismos actores afirmaron que la inyección de miles de millones desde los bancos centrales y la Reserva Federal contendría el derrumbe del sistema financiero. Y la crisis se agravó. Luego probaron con el recorte de tipos de interés, y tampoco funcionó. ¿Por qué confiar ahora en la efectividad de los planes puestos en marcha por los mismos que erraron antes?
Algunos mercados ya han dado su respuesta empezando a dar la espalda a los planes políticos. Lo demostraron tras el anuncio del Plan Paulson y lo volvieron a demostrar tras la cumbre financiera de Washington celebrada el 15 de noviembre y llamada a apuntalar el sistema. Wall Street ha vuelto a desplomarse, siendo los bancos los valores más castigados.
En España, la solvencia de la banca se ha convertido en un auto de fe, incontrovertible. La banca nacional es la más sólida del mundo porque no está expuesta a los riesgos de las hipotecas subprime de EE UU y ha sido sometida a la estricta supervisión en materia de riesgos del Banco de España.
Pero bancos y cajas esconden bajo la alfombra sus propias hipotecas basura. Cada hogar español tiene que destinar el 48,7% de su renta (el 37% si pueden acogerse a deducciones fiscales) para pagar la hipoteca, un ratio muy superior al que, por ejemplo, tienen que afrontar los estadounidenses para pagar sus famosas subprime. No hay que trabajar en el Instituto Nacional de Estadística para comprender que entre los más de ocho millones de hipotecas concedidas en los últimos cinco años, miles de ellas fueron firmadas por mileuristas, inmigrantes o parejas con empleos poco estables que ahora están engrosando las listas del Inem a velocidad vertiginosa y no podrán hacer frente a los pagos. No pueden poner sus casas en venta porque se han depreciado y porque los que podrían comprarlas esperarán a que bajen más para hacerlo.
Los que suscribieron hipotecas crecientes, un producto muy de moda hace tres años, con las primeras cuotas muy bajas, para dar facilidades a parejas jóvenes e inmigrantes lo tienen aún peor. Las cuotas han crecido ya más del 50% y se han convertido en una trampa mortal. Se estima que unas 180. Los desahucios ya han comenzado a gotear. Un informe del Consejo General de Poder Judicial alerta de que las ejecuciones hipotecarias se han duplicado en el primer trimestre. Es sólo cuestión de tiempo que aumenten los sonajeros, como se conoce en la jerga bancaria a aquellos clientes que llegan a la sucursal agitando las llaves del piso o del coche y dicen: "Quédatelo, no puedo pagarlo".
Las familias deben un billón de euros en hipotecas y la morosidad se ha triplicado en un año hasta el 2,5%. Un informe de ING señala que a partir del 15% de morosos, el sistema se derrumbaría. El presidente de Caixa Catalunya, Narcís Serra, no descarta que se llegue al 9% en esta crisis. Nadie puede decir dónde llegará.
A la deuda de las familias, la banca española une el riesgo de los 400.000 millones que le adeudan inmobiliarias y constructoras, de forma que más del 60% de los préstamos que tienen concedidos los bancos están relacionados con el ladrillo. Y si el riesgo es tanto, hasta el punto de que el Estado les ha ofrecido 150.000 millones de euros en fondos y avales, ¿por qué los bancos españoles son los únicos que siguen presumiendo de beneficios y repartiendo dividendos?
Seguramente la primera razón es que están muy bien gestionados, como coinciden sus directivos, el Gobierno y hasta la oposición. Aunque también, en algunos casos, haya causas menos loables, como que den por buenos en sus balances muchos créditos que no lo sean tanto. Así sucede con las deudas que tienen contraídas las inmobiliarias, y que son renegociadas a medida que se cumplen los vencimientos al no poder afrontar los pagos. Es el caso de Metrovacesa (8.000 millones), Reyal Urbis (4.700 millones), Colonial (8.900 millones) o Sacyr Vallehermoso (18.500 millones), entre otras muchas. Si los bancos exigieran el pago en los plazos convenidos, abocarían a una cadena de suspensiones de pagos (actual concurso de acreedores) y, como ocurrió con Martinsa-Fadesa, no tendrían más remedio que provisionar las pérdidas en sus balances, que perderían ipso facto su brillo fulgurante.
Wolfgang Münchau, principal columnista de Financial Times, escribía el pasado 20 de julio: "El colapso de Martinsa-Fadesa ha sido un recordatorio, si es que alguien lo necesitaba, del masivo crash inmobiliario español que se avecina. El desastre financiero y económico es casi inevitable. No se dejen engañar por el hecho de que los bancos españoles no tengan posiciones en las subprime norteamericanas. Estar expuesto a las hipotecas españolas es probablemente peor". Así que tal vez los bancos y cajas españoles no sean tan seguros ni inmunes a la bancarrota.
Los problemas de los bancos no suelen formar parte de las tertulias de café o de vecindario. Salvo que los tertulianos teman por la seguridad de sus depósitos. Hasta diciembre de 2001, Argentina era conocida por el tango y por Maradona. El 1 de diciembre de ese año, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció un paquete de medidas que incluía la prohibición a los ciudadanos de sacar de las cuentas más de 250 pesos cada semana para evitar así la masiva fuga de depósitos. A la medida se le llamó corralito, y ha quedado como definición universal del bloqueo de los ahorros. Largas colas frente a las sucursales, saqueo de cajeros, caída del comercio en un 50%, impago de los sueldos de los funcionarios y un paro brutal fueron las consecuencias visibles del corralito. La más sustancial fue la desaparición del grueso de la clase media, que nunca volvió.
La sombra del corralito planea ahora sobre Europa. El lunes 17 de septiembre de 2007, miles de clientes de Northern Rock, un banco inglés especializado en hipotecas, hacían cola para sacar su dinero. El banco finalmente no pudo afrontar las retiradas, y el Gobierno decidió nacionalizarlo en febrero de este año. En EE UU se intervino el Washington Mutual en septiembre. El banco se había quedado sin liquidez. En diez días, sus atemorizados clientes retiraron 16.700 millones de dólares.
Para calmar ese pánico, en octubre pasado todos los Gobiernos decidieron aumentar la garantía sobre los depósitos. Incluso así, ¿están realmente seguros los ahorros? La respuesta es que sí, pero si los planes de rescate fallan (aunque sean infalibles) y alguna gran entidad de crédito quiebra, no lo están tanto. El volumen de depósitos es tal que ningún Estado tendría capacidad para atender a una retirada masiva de efectivo. Sólo para hacerse una idea, el banco holandés ING (que goza de la mayor solvencia crediticia) tiene depósitos por 614.000 millones, equivalentes a más de lo que produce la economía holandesa en un año. Si se desatase el pánico y la gente acudiese masivamente a la ventanilla de su banco para sacar los ahorros, sólo queda el camino de la nacionalización, de la que ya hay un reguero de casos (AIG, Mutual, Northern, BPN...), o del corralito. Eso es así por definición en la banca, incluso en los momentos más boyantes, de ahí que garantizar los depósitos es la mejor forma de que no haya ese pánico.
La peor cara de la crisis es el paro masivo. Y ha llegado para quedarse pese a los planes de inversión pública. "Suponga que usted debe emplear un trabajador, y que sólo un hombre desea el empleo. Debe pagarle lo que pida. Pero suponga que hay cien hombres, y esos cien quieren ese empleo. Suponga que tienen hijos y que esos hijos tienen hambre. Suponga que una moneda de diez céntimos compra al menos una papilla para esos hijos. Ofrézcales solamente diez céntimos y se matarán unos a otros por conseguir el puesto". La cita es de Las uvas de la ira, el libro de John Steinbeck que describe las penurias de los Joad, una familia de granjeros a los que la Gran Depresión los dejó sin tierra, sin casa y en busca de trabajo. Lo más revelador de la cita es que se escribió en 1939, 10 años después del crash, cuando la tasa de desempleo era aún del 15%. No fueron las obras públicas impulsadas por el new deal del presidente Roosevelt las que hicieron desaparecer el desempleo, sino la II Guerra Mundial, que movilizó a 12 millones de jóvenes. Los Gobiernos apuntan ahora a la misma solución mágica con renovados new deal: inversión y ayudas públicas para paliar la ralentización en la actividad privada. Pero sin una guerra mundial en ciernes, el paro no cederá. Los puestos que se destruyen ahora a toda velocidad pueden tardar mucho en recuperarse, incluso una década.
De ese marasmo laboral nadie está libre, ni los funcionarios. En Argentina, miles de docentes, médicos y empleados de las administraciones de provincias vieron retrasado el pago de sus nóminas. Aquí, los ayuntamientos y las autonomías ya comienzan a sufrir esa asfixia financiera. Los profesores universitarios de Valencia y Madrid ya han denunciado que sus nóminas están en peligro. Las entidades locales se han vuelto las primeras morosas. Las contratas de limpieza, seguridad y otras tardan más de ocho meses en cobrar. Ayuntamientos como el de Madrid han suspendido las obras públicas. En las crisis, los funcionarios están a resguardo. Nadie está seguro en una depresión.
España será uno de los países que lo pasarán peor. La OCDE pronosticó esta semana un retroceso de la economía del 0,9% y un 14% de paro para 2009. En el FMI son aún más catastrofistas. Al sector de la construcción, dado ya por muerto, está a punto de unírsele el del automóvil, que ha activado el eyector laboral con la regulación de 10.000 empleados, y hay quien teme que aprovechen la crisis para desmontar la tienda e irse para siempre.
Tampoco es éste un análisis alarmista. Basta mirar la página web oficial de General Motors. En un vídeo titulado GM lo cuenta tal como es, la compañía apunta un panorama apocalíptico si el Gobierno estadounidense no accede a aprobar un rescate para la industria automovilística, en el que más de tres millones de personas perderían su puesto de trabajo, y otras tantas, el seguro médico y hasta la pensión.
Puede que el enfoque de este artículo yerre. Puede que los planes de rescate funcionen, que la economía se recupere y que se creen millones de puestos de trabajo. Y que estemos, por tanto, ante un simple ejercicio de economía ficción, un género que cuenta con muchos adeptos, a juzgar por algunas afirmaciones. "La crisis de las hipotecas de EE UU no va a afectar de forma importante a la economía española" (José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, 22 de agosto de 2007). "En pocos años, entre el 2010 y el 2012 vamos a conseguir en España el pleno empleo" (Jesús Caldera, ministro de Trabajo, 16 de julio de 2007).
Pero si finalmente ocurre lo peor, quedémonos con el consejo de Groucho Marx, al poco de arruinarse en el crash del 29: "Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía". -
El límite de la ayuda pública
Todo lo mortal se arregla con dinero, reza el dicho popular. Los Gobiernos han reformulado el aserto para convertirlo en todo se arregla con deuda pública: ayudas a los bancos, al automóvil, a las pymes, a las familias que no pueden pagar la hipoteca, a los parados.
El último informe de Merrill Lynch del pasado 12 de noviembre se hace la siguiente pregunta irónica: "¿Por qué todos los Gobiernos no se limitan sin más a enviar un cheque de un millón de dólares a cada uno de sus ciudadanos para protegerles de la crisis financiera global?". El informe responde a la pregunta asegurando que en 2009 los Gobiernos comenzarán a darse cuenta de que el endeudamiento público tiene un límite cuando empiecen a dispararse los tipos de la deuda o se desplome la divisa, por ejemplo.
La firma de inversión indica que sólo el coste de tapar el agujero financiero supondrá una media del 13% del Producto Interior Bruto de los países. El documento alerta de que la carrera de expansión fiscal a la que se han lanzado los Estados para hacer frente al colapso financiero traslada inevitablemente el riesgo del ámbito privado al público. "Después de todo, en una economía el riesgo sólo puede ser transferido, no eliminado". Es decir, que ya no serán los bancos los que estén en peligro de quiebra, sino los propios Estados.
En España, la ampliación de capital del Banco Santander por 7.000 millones, recibida con un desplome de más del 30% en su cotización desde su anuncio, puede ser el toque de queda para el resto de entidades bancarias, que, ante la desconfianza de los inversores, hasta podrían plantearse acudir a los planes del Estado para su recapitalización que hacerlo por sus propios medios.
Los riesgos de dejar en manos del Estado la financiación del sistema son muchos. El primero del que alerta el informe es la incursión en déficit públicos desmesurados: en 2009, el de EE UU llegará al 7%, y el de la eurozona, al 4% (España puede alcanzar el 4,2%), haciendo añicos el compromiso del Tratado de Maastricht de mantener el déficit por debajo del 3%. Los Estados tendrán que pelear con las entidades privadas para colocar sus emisiones de deuda y se producirá el tan temido efecto expulsión (crowding out): cuanto más capital se requiera desde el ámbito público, de menos capital dispondrán las empresas para su funcionamiento.
Para acabar de rizar el rizo, comienza a asomar el fantasma de la deflación, la caída continuada de los precios por la falta de demanda y retroceso del consumo. Cuando una economía entra en el bucle de la deflación, nunca se sabe cuándo va a salir. Japón, con tipos de interés cero, estuvo en esa fase durante toda la década de los noventa. Y aún no se ha recuperado.
Tanto Merrill Lynch como UBS (informe del 13 de noviembre) cuestionan que el sistema monetario europeo vaya a permanecer intacto. En anteriores crisis, países como España recurrían a la devaluación de moneda para ganar competitividad. Como esa medida es imposible con el euro, no queda más remedio que emitir deuda. Pero las necesidades son muy diferentes según se trate de países como Alemania, Francia o España. Así que, en caso de un endeudamiento excesivo de algún país, sería necesario que el conjunto de la UE saliera al rescate o garantizara la deuda nacional de los Estados con más dificultades. Una medida que pondría a prueba toda la UE.
La otra alternativa sería expulsar de la Unión Monetaria a los países. Según UBS, el remedio sería mucho peor que la enfermedad. Los Estados que se salieran del euro y devaluaran su moneda provocarían el proteccionismo con una imposición de aranceles para compensar esa devaluación. Las economías fuera del euro se desplomarían, se producirían desórdenes sociales y países como Bélgica o España podrían ver cómo se agravan las amenazas separatistas. -
La gravedad de la crisis hace temer a los más pesimistas que la recesión derive en depresión
RAMÓN MUÑOZ El País, 23/11/2008
Si tiene dificultades para pagar la hipoteca, teme por su puesto de trabajo o ya lo ha perdido, no es aconsejable que lea este artículo. En él se recogen las tesis de quienes piensan que no estamos ante una crisis más, ni siquiera ante esa recesión que ya se reconoce abiertamente, sino ante una gran depresión económica que se extenderá mucho más allá de dos años y cuyas consecuencias financieras, sociales y hasta políticas cambiarán el mundo tal y como lo conocemos, además de tener un efecto devastador sobre el Estado del bienestar y la clase media en que se sustenta. Tal vez se equivoquen. O tal vez no.
Corralito en la Vieja Europa: Icesave bloqueó los ahorros de sus clientes
La banca española tiene sus propias hipotecas 'basura' bajo la alfombra
Los mercados han dado la espalda a la cumbre financiera con más desplomes
El rescate está trasladando el riesgo de los bancos a los Estados
La caída en Bolsa es ya mayor que en el 29 y nadie sabe donde está el suelo
Nunca se habían conjuntado tantos peligros: el hundimiento del sistema financiero, con bancos y Estados de primer nivel al borde de la quiebra, y el empobrecimiento general de grupos de población que sortearon crisis anteriores sin mayores problemas. Comoquiera que se trata de un fenómeno sin precedentes, para tener elementos de comparación sólo podemos retrotraernos a la Gran Depresión posterior a 1929, que sumió al mundo civilizado en una década de penurias y desembocó en la II Guerra Mundial, y más recientemente, al llamado corralito, que bloqueó a finales de 2001 los ahorros de los ciudadanos argentinos, haciendo saltar en pedazos el sistema financiero y poniendo a Argentina en el umbral del Tercer Mundo.
Para los que consideren desmedida la comparación, o propia de iluminados, tal vez les hubiera convenido entrar en la página web www.icesave.co.uk hace unas semanas. Nada más abrirla se podía leer: "Actualmente no estamos procesando ninguna petición de retirada de dinero ni de depósitos a través de las cuentas de Internet. Sentimos los inconvenientes que les pueda causar a nuestros clientes". Se trata de la página del banco islandés Icesave en el Reino Unido, y en ella se anunciaba sencilla y llanamente que los depósitos de todos los clientes del país estaban bloqueados. ¡Corralito puro y duro, y en la Vieja Europa! Un total de 350.000 ahorradores en el Reino Unido y Holanda, que han depositado más de 7.000 millones quedaron atrapados. La quiebra del Estado de Islandia tiene la culpa. El país nórdico no es Argentina. En la última clasificación de la ONU de finales de 2007 figura como el país donde mejor se vive en el mundo... o se vivía. Finalmente, el Gobierno británico ha tenido que acudir al rescate de sus ahorradores.
Nadie dice que la situación actual tenga las mismas causas que la del 29 o la argentina, salvo el ánimo especulativo y la falta de confianza, pero algunos piensan que la herencia que dejará sobre la economía real puede asemejarse mucho. Entre ese legado negro está la desaparición de riqueza por el desplome continuado de los mercados bursátiles, el temor de miles de ciudadanos de perder los ahorros que tienen en los bancos, el aumento desorbitado del paro, el empobrecimiento de las familias y las crecientes dificultades de las administraciones públicas para hacer frente a sus compromisos de pagos, incluyendo los sueldos de funcionarios. Ese paralelismo permite sacar algunas lecciones muy provechosas de lo que pasó en el 29 y puede que esté a punto de ocurrir ahora.
Frente a la legión de expertos oficiales, que aplauden al unísono los planes de rescate de la banca como antídoto ideal contra esta crisis, otros analistas, ciertamente los menos, estiman que esa intervención no servirá para tapar el enorme agujero negro en el que se ha convertido el sistema financiero.
El economista jefe de HSBC, Stephen King, está entre los discrepantes. A diferencia de crisis recientes como la burbuja tecnológica de comienzos de este siglo o la japonesa de los ochenta, opina King, la actual conjuga los tres elementos que se dieron en la Gran Depresión: el colapso financiero asociado con bancarrotas de entidades, la restricción del crédito y la desconfianza ciudadana sobre la capacidad de los Gobiernos para solucionar la crisis. "Nadie quiere participar en una danza de la muerte financiera. Muchos se consuelan diciendo que ya se han aprendido las lecciones de la década de los treinta y que hoy sería imposible vivir otra gran depresión. Las posibilidades de que suceda son todavía pequeñas. Pero se olvida con frecuencia que hay que cumplir tres lecciones para evitar la depresión: primero, inyectar dinero al sistema; segundo, asegurarse de que los Gobiernos coordinen sus políticas, y tercero, no permitir que la deuda y el nivel de apalancamiento se disparen. Y, por el momento, sólo se ha atendido a la primera".
En el 29, las cosas sucedieron así: "Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240.000 dólares (o 120 semanas de trabajo, a 2.000 dólares por semana). Habría perdido más, pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. Todo lo que dijo fue: '¡La broma ha terminado!'. Antes de que yo pudiese contestar, el teléfono se había quedado mudo... se suicidó. En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas palabras lo dijo todo". La cita proviene de un artículo de Groucho Marx que es posiblemente el más lúcido análisis que se ha hecho del 29.
El genial actor se arruinó como miles de ciudadanos. Ahora son millones los que están perdiendo sus ahorros o el complemento de sus pensiones en los parqués bursátiles, aunque posiblemente aún no sean conscientes de ello. En los treinta, apenas un 4% de la población invertía sus ahorros a través de los agentes de cambio y Bolsa. Actualmente, el 47% de la población, bien directamente o bien a través de fondos de pensiones o de inversión, tiene ahorros en los mercados de valores, que se están esfumando. Sólo dos fondos de pensiones españoles están en positivo este año, por ejemplo.
La volatilidad y el quebranto sufrido son, para algunos analistas, ya similares a los de hace 79 años. Incluso las pérdidas de Wall Street de la semana del 6 al 10 de octubre pasado superaron a las de la llamada Semana Negra del crash del 29. Nos hemos acostumbrado a movimientos sísmicos diarios de hasta el 10%, impensables hace unos meses. Volkswagen es el símbolo de esa irracionalidad casi surrealista de los mercados. Pese a la crisis general de las firmas automovilísticas, un movimiento especulativo la convirtió el 28 de octubre en la compañía con mayor valor bursátil del mundo, llegando a valer más que las 20 mayores compañías del Ibex juntas.
En España, todos los valores que componen el Ibex menos uno han tenido rentabilidad negativa, y 27 de las 35 firmas han perdido más de la mitad de su valor en dos años. Si tiene dinero en Bolsa, puede extraer una lección de la debacle del 29, y hacer oídos sordos a quienes le animen a comprar gangas ante los bajos precios que han tocado los principales valores. Nadie puede asegurar si esta es una oportunidad de compra o si lo peor puede estar por venir. Quien compró acciones en 1929 debió vivir hasta 1954 para recuperar su inversión. Pero a quien pensó que después del crash podía forrarse no le fue mucho mejor porque el desplome continuó hasta julio de 1932, cuando el Dow Jones volvió a niveles de 1800, perdiendo el 90% de su valor respecto a los máximos del feliz 1929. Este dato derriba una de las falacias financieras más extendidas, la de que, pese a las fluctuaciones, la Bolsa es siempre la inversión más rentable a largo plazo. Nadie sabe dónde está la Bolsa y si ha tocado suelo.
El economista y profesor Nouriel Roubini, uno de los pocos que pronosticaron el actual crash financiero, va más lejos: "Aunque los mercados saben ya que las administraciones van a hacer todo lo que está en su mano, no reaccionan, seguirán cayendo. Se han convertido en una fuerza destructiva, el pánico se ha apoderado de ellos, ya no funcionan. Cada vez estoy más convencido de que hace falta un cortocircuito, un cierre temporal de los mercados para recomponer las cosas", decía en una entrevista con EL PAÍS.
En el 29 se hizo célebre el chiste de los recepcionistas de los principales hoteles de Nueva York. Cuando un hombre de negocios iba a registrarse le preguntaban: "¿Quiere usted la habitación para pasar la noche o para tirarse por la ventana? En el segundo caso, le rogamos que pague por adelantado". En 2008 no hay constancia de que haya aumentado la tasa de suicidios entre los brokers financieros. No es de extrañar. Pese a haber causado la ruina a los accionistas de sus firmas, se han embolsado indemnizaciones multimillonarias. Como dice una viñeta cómica que circula por Internet, "en el 29 los banqueros se tiraban por la ventana y ahora tiran la casa por la ventana".
Muchos más motivos de preocupación que los banqueros tienen ahora sus clientes. Temen por su dinero. La quiebra de Lehman Brothers en septiembre pasado disparó todas las alarmas al dejar a miles de clientes sin su inversión, entre ellos alrededor de 5.000 españoles que siguen pugnando por recuperar 3.000 millones de euros.
"No puede haber otro Lehman", clamaron los banqueros, asustados. Y los Gobiernos corrieron al rescate con un cheque en blanco firmado, claro está, por el sufrido contribuyente. Los fondos inyectados a los bancos tratan de evitar precisamente lo ocurrido en la Gran Depresión, cuando 3.000 bancos suspendieron pagos y los ahorradores vieron esfumarse 140.000 millones de dólares.
Desde las tribunas oficiales dicen que, gracias a los planes de rescate que no hubo entonces, esa situación no se repetirá, y que el sistema financiero se estabilizará en 2009 o a lo sumo en 2010. Por el momento, un total de 17 entidades bancarias estadounidenses han quebrado. A excepción de Lehman, las más grandes se han librado de la bancarrota gracias al dinero público (Bear Stearns, Northern Rock, Fannie Mae, Freddie Mac, Alliance & Leicester, Merrill Lynch, AIG, HBOS, Washington Mutual, Fortis, Dexia, Bradford & Bingley, Hypo Real Estate, Wachovia). Pero ¿cuál es el límite de las arcas de los Estados para tapar el agujero financiero? Sólo los planes de rescate anunciados hasta ahora van a movilizar más de tres billones de euros y, como dice, Merrill Lynch en su último informe, lo malo de estas intervenciones es que tienden a expandirse por la petición de otros sectores, como el del automóvil, y nunca se sabe dónde está el final.
Pese a ello, la práctica totalidad de la clase política, economistas y opinólogos han adoptado el dogma de que esos planes son infalibles y que el sistema financiero está a salvo. Sus pronósticos no son muy fiables. Al comienzo de la crisis, en el verano de 2007, los mismos actores afirmaron que la inyección de miles de millones desde los bancos centrales y la Reserva Federal contendría el derrumbe del sistema financiero. Y la crisis se agravó. Luego probaron con el recorte de tipos de interés, y tampoco funcionó. ¿Por qué confiar ahora en la efectividad de los planes puestos en marcha por los mismos que erraron antes?
Algunos mercados ya han dado su respuesta empezando a dar la espalda a los planes políticos. Lo demostraron tras el anuncio del Plan Paulson y lo volvieron a demostrar tras la cumbre financiera de Washington celebrada el 15 de noviembre y llamada a apuntalar el sistema. Wall Street ha vuelto a desplomarse, siendo los bancos los valores más castigados.
En España, la solvencia de la banca se ha convertido en un auto de fe, incontrovertible. La banca nacional es la más sólida del mundo porque no está expuesta a los riesgos de las hipotecas subprime de EE UU y ha sido sometida a la estricta supervisión en materia de riesgos del Banco de España.
Pero bancos y cajas esconden bajo la alfombra sus propias hipotecas basura. Cada hogar español tiene que destinar el 48,7% de su renta (el 37% si pueden acogerse a deducciones fiscales) para pagar la hipoteca, un ratio muy superior al que, por ejemplo, tienen que afrontar los estadounidenses para pagar sus famosas subprime. No hay que trabajar en el Instituto Nacional de Estadística para comprender que entre los más de ocho millones de hipotecas concedidas en los últimos cinco años, miles de ellas fueron firmadas por mileuristas, inmigrantes o parejas con empleos poco estables que ahora están engrosando las listas del Inem a velocidad vertiginosa y no podrán hacer frente a los pagos. No pueden poner sus casas en venta porque se han depreciado y porque los que podrían comprarlas esperarán a que bajen más para hacerlo.
Los que suscribieron hipotecas crecientes, un producto muy de moda hace tres años, con las primeras cuotas muy bajas, para dar facilidades a parejas jóvenes e inmigrantes lo tienen aún peor. Las cuotas han crecido ya más del 50% y se han convertido en una trampa mortal. Se estima que unas 180. Los desahucios ya han comenzado a gotear. Un informe del Consejo General de Poder Judicial alerta de que las ejecuciones hipotecarias se han duplicado en el primer trimestre. Es sólo cuestión de tiempo que aumenten los sonajeros, como se conoce en la jerga bancaria a aquellos clientes que llegan a la sucursal agitando las llaves del piso o del coche y dicen: "Quédatelo, no puedo pagarlo".
Las familias deben un billón de euros en hipotecas y la morosidad se ha triplicado en un año hasta el 2,5%. Un informe de ING señala que a partir del 15% de morosos, el sistema se derrumbaría. El presidente de Caixa Catalunya, Narcís Serra, no descarta que se llegue al 9% en esta crisis. Nadie puede decir dónde llegará.
A la deuda de las familias, la banca española une el riesgo de los 400.000 millones que le adeudan inmobiliarias y constructoras, de forma que más del 60% de los préstamos que tienen concedidos los bancos están relacionados con el ladrillo. Y si el riesgo es tanto, hasta el punto de que el Estado les ha ofrecido 150.000 millones de euros en fondos y avales, ¿por qué los bancos españoles son los únicos que siguen presumiendo de beneficios y repartiendo dividendos?
Seguramente la primera razón es que están muy bien gestionados, como coinciden sus directivos, el Gobierno y hasta la oposición. Aunque también, en algunos casos, haya causas menos loables, como que den por buenos en sus balances muchos créditos que no lo sean tanto. Así sucede con las deudas que tienen contraídas las inmobiliarias, y que son renegociadas a medida que se cumplen los vencimientos al no poder afrontar los pagos. Es el caso de Metrovacesa (8.000 millones), Reyal Urbis (4.700 millones), Colonial (8.900 millones) o Sacyr Vallehermoso (18.500 millones), entre otras muchas. Si los bancos exigieran el pago en los plazos convenidos, abocarían a una cadena de suspensiones de pagos (actual concurso de acreedores) y, como ocurrió con Martinsa-Fadesa, no tendrían más remedio que provisionar las pérdidas en sus balances, que perderían ipso facto su brillo fulgurante.
Wolfgang Münchau, principal columnista de Financial Times, escribía el pasado 20 de julio: "El colapso de Martinsa-Fadesa ha sido un recordatorio, si es que alguien lo necesitaba, del masivo crash inmobiliario español que se avecina. El desastre financiero y económico es casi inevitable. No se dejen engañar por el hecho de que los bancos españoles no tengan posiciones en las subprime norteamericanas. Estar expuesto a las hipotecas españolas es probablemente peor". Así que tal vez los bancos y cajas españoles no sean tan seguros ni inmunes a la bancarrota.
Los problemas de los bancos no suelen formar parte de las tertulias de café o de vecindario. Salvo que los tertulianos teman por la seguridad de sus depósitos. Hasta diciembre de 2001, Argentina era conocida por el tango y por Maradona. El 1 de diciembre de ese año, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció un paquete de medidas que incluía la prohibición a los ciudadanos de sacar de las cuentas más de 250 pesos cada semana para evitar así la masiva fuga de depósitos. A la medida se le llamó corralito, y ha quedado como definición universal del bloqueo de los ahorros. Largas colas frente a las sucursales, saqueo de cajeros, caída del comercio en un 50%, impago de los sueldos de los funcionarios y un paro brutal fueron las consecuencias visibles del corralito. La más sustancial fue la desaparición del grueso de la clase media, que nunca volvió.
La sombra del corralito planea ahora sobre Europa. El lunes 17 de septiembre de 2007, miles de clientes de Northern Rock, un banco inglés especializado en hipotecas, hacían cola para sacar su dinero. El banco finalmente no pudo afrontar las retiradas, y el Gobierno decidió nacionalizarlo en febrero de este año. En EE UU se intervino el Washington Mutual en septiembre. El banco se había quedado sin liquidez. En diez días, sus atemorizados clientes retiraron 16.700 millones de dólares.
Para calmar ese pánico, en octubre pasado todos los Gobiernos decidieron aumentar la garantía sobre los depósitos. Incluso así, ¿están realmente seguros los ahorros? La respuesta es que sí, pero si los planes de rescate fallan (aunque sean infalibles) y alguna gran entidad de crédito quiebra, no lo están tanto. El volumen de depósitos es tal que ningún Estado tendría capacidad para atender a una retirada masiva de efectivo. Sólo para hacerse una idea, el banco holandés ING (que goza de la mayor solvencia crediticia) tiene depósitos por 614.000 millones, equivalentes a más de lo que produce la economía holandesa en un año. Si se desatase el pánico y la gente acudiese masivamente a la ventanilla de su banco para sacar los ahorros, sólo queda el camino de la nacionalización, de la que ya hay un reguero de casos (AIG, Mutual, Northern, BPN...), o del corralito. Eso es así por definición en la banca, incluso en los momentos más boyantes, de ahí que garantizar los depósitos es la mejor forma de que no haya ese pánico.
La peor cara de la crisis es el paro masivo. Y ha llegado para quedarse pese a los planes de inversión pública. "Suponga que usted debe emplear un trabajador, y que sólo un hombre desea el empleo. Debe pagarle lo que pida. Pero suponga que hay cien hombres, y esos cien quieren ese empleo. Suponga que tienen hijos y que esos hijos tienen hambre. Suponga que una moneda de diez céntimos compra al menos una papilla para esos hijos. Ofrézcales solamente diez céntimos y se matarán unos a otros por conseguir el puesto". La cita es de Las uvas de la ira, el libro de John Steinbeck que describe las penurias de los Joad, una familia de granjeros a los que la Gran Depresión los dejó sin tierra, sin casa y en busca de trabajo. Lo más revelador de la cita es que se escribió en 1939, 10 años después del crash, cuando la tasa de desempleo era aún del 15%. No fueron las obras públicas impulsadas por el new deal del presidente Roosevelt las que hicieron desaparecer el desempleo, sino la II Guerra Mundial, que movilizó a 12 millones de jóvenes. Los Gobiernos apuntan ahora a la misma solución mágica con renovados new deal: inversión y ayudas públicas para paliar la ralentización en la actividad privada. Pero sin una guerra mundial en ciernes, el paro no cederá. Los puestos que se destruyen ahora a toda velocidad pueden tardar mucho en recuperarse, incluso una década.
De ese marasmo laboral nadie está libre, ni los funcionarios. En Argentina, miles de docentes, médicos y empleados de las administraciones de provincias vieron retrasado el pago de sus nóminas. Aquí, los ayuntamientos y las autonomías ya comienzan a sufrir esa asfixia financiera. Los profesores universitarios de Valencia y Madrid ya han denunciado que sus nóminas están en peligro. Las entidades locales se han vuelto las primeras morosas. Las contratas de limpieza, seguridad y otras tardan más de ocho meses en cobrar. Ayuntamientos como el de Madrid han suspendido las obras públicas. En las crisis, los funcionarios están a resguardo. Nadie está seguro en una depresión.
España será uno de los países que lo pasarán peor. La OCDE pronosticó esta semana un retroceso de la economía del 0,9% y un 14% de paro para 2009. En el FMI son aún más catastrofistas. Al sector de la construcción, dado ya por muerto, está a punto de unírsele el del automóvil, que ha activado el eyector laboral con la regulación de 10.000 empleados, y hay quien teme que aprovechen la crisis para desmontar la tienda e irse para siempre.
Tampoco es éste un análisis alarmista. Basta mirar la página web oficial de General Motors. En un vídeo titulado GM lo cuenta tal como es, la compañía apunta un panorama apocalíptico si el Gobierno estadounidense no accede a aprobar un rescate para la industria automovilística, en el que más de tres millones de personas perderían su puesto de trabajo, y otras tantas, el seguro médico y hasta la pensión.
Puede que el enfoque de este artículo yerre. Puede que los planes de rescate funcionen, que la economía se recupere y que se creen millones de puestos de trabajo. Y que estemos, por tanto, ante un simple ejercicio de economía ficción, un género que cuenta con muchos adeptos, a juzgar por algunas afirmaciones. "La crisis de las hipotecas de EE UU no va a afectar de forma importante a la economía española" (José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, 22 de agosto de 2007). "En pocos años, entre el 2010 y el 2012 vamos a conseguir en España el pleno empleo" (Jesús Caldera, ministro de Trabajo, 16 de julio de 2007).
Pero si finalmente ocurre lo peor, quedémonos con el consejo de Groucho Marx, al poco de arruinarse en el crash del 29: "Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía". -
El límite de la ayuda pública
Todo lo mortal se arregla con dinero, reza el dicho popular. Los Gobiernos han reformulado el aserto para convertirlo en todo se arregla con deuda pública: ayudas a los bancos, al automóvil, a las pymes, a las familias que no pueden pagar la hipoteca, a los parados.
El último informe de Merrill Lynch del pasado 12 de noviembre se hace la siguiente pregunta irónica: "¿Por qué todos los Gobiernos no se limitan sin más a enviar un cheque de un millón de dólares a cada uno de sus ciudadanos para protegerles de la crisis financiera global?". El informe responde a la pregunta asegurando que en 2009 los Gobiernos comenzarán a darse cuenta de que el endeudamiento público tiene un límite cuando empiecen a dispararse los tipos de la deuda o se desplome la divisa, por ejemplo.
La firma de inversión indica que sólo el coste de tapar el agujero financiero supondrá una media del 13% del Producto Interior Bruto de los países. El documento alerta de que la carrera de expansión fiscal a la que se han lanzado los Estados para hacer frente al colapso financiero traslada inevitablemente el riesgo del ámbito privado al público. "Después de todo, en una economía el riesgo sólo puede ser transferido, no eliminado". Es decir, que ya no serán los bancos los que estén en peligro de quiebra, sino los propios Estados.
En España, la ampliación de capital del Banco Santander por 7.000 millones, recibida con un desplome de más del 30% en su cotización desde su anuncio, puede ser el toque de queda para el resto de entidades bancarias, que, ante la desconfianza de los inversores, hasta podrían plantearse acudir a los planes del Estado para su recapitalización que hacerlo por sus propios medios.
Los riesgos de dejar en manos del Estado la financiación del sistema son muchos. El primero del que alerta el informe es la incursión en déficit públicos desmesurados: en 2009, el de EE UU llegará al 7%, y el de la eurozona, al 4% (España puede alcanzar el 4,2%), haciendo añicos el compromiso del Tratado de Maastricht de mantener el déficit por debajo del 3%. Los Estados tendrán que pelear con las entidades privadas para colocar sus emisiones de deuda y se producirá el tan temido efecto expulsión (crowding out): cuanto más capital se requiera desde el ámbito público, de menos capital dispondrán las empresas para su funcionamiento.
Para acabar de rizar el rizo, comienza a asomar el fantasma de la deflación, la caída continuada de los precios por la falta de demanda y retroceso del consumo. Cuando una economía entra en el bucle de la deflación, nunca se sabe cuándo va a salir. Japón, con tipos de interés cero, estuvo en esa fase durante toda la década de los noventa. Y aún no se ha recuperado.
Tanto Merrill Lynch como UBS (informe del 13 de noviembre) cuestionan que el sistema monetario europeo vaya a permanecer intacto. En anteriores crisis, países como España recurrían a la devaluación de moneda para ganar competitividad. Como esa medida es imposible con el euro, no queda más remedio que emitir deuda. Pero las necesidades son muy diferentes según se trate de países como Alemania, Francia o España. Así que, en caso de un endeudamiento excesivo de algún país, sería necesario que el conjunto de la UE saliera al rescate o garantizara la deuda nacional de los Estados con más dificultades. Una medida que pondría a prueba toda la UE.
La otra alternativa sería expulsar de la Unión Monetaria a los países. Según UBS, el remedio sería mucho peor que la enfermedad. Los Estados que se salieran del euro y devaluaran su moneda provocarían el proteccionismo con una imposición de aranceles para compensar esa devaluación. Las economías fuera del euro se desplomarían, se producirían desórdenes sociales y países como Bélgica o España podrían ver cómo se agravan las amenazas separatistas. -
sábado, 22 de noviembre de 2008
Desvergüenzas del Capitalismo
Las desvergüenzas del capitalismo
El sistema económico dominante se olvidó de sus ascéticos y laboriosos orígenes calvinistas y terminó glorificando el enriquecimiento rápido como referencia del éxito. Eso abrió las puertas a la trampa y la rapiña
JOSÉ VIDAL-BENEYTO El País, 22/11/2008
El capitalismo es una doctrina económica, a la par que un sistema político-económico, de condición y de usos en ocasiones positivos aunque con frecuencia perversos, que después de la incorporación de las experiencias antagonistas o alternativas -Rusia, China, países emergentes, etcétera- a la sola filosofía y práctica del mercado y del beneficio, se ha convertido en un modelo único en la realidad del mundo, casi también en la esfera del pensamiento. Esta presencia gloriosamente omnipotente y unánime se ha visto sacudida por la corrupción en su funcionamiento, resultado de los numerosos desafueros que bajo su advocación se han perpetrado y que han acabado convirtiendo el latrocinio en regla. Todo ello además, viniendo de donde venía. Pues frente a la consideración de que la práctica religiosa es enemiga de la actividad económica, fue ella la que, con la aparición del protestantismo y, más aún, del calvinismo, supuso un soporte decisivo para el surgimiento y la difusión de los valores del capitalismo.
Pocos han señalado que la tan celebrada cumbre de Washington sólo ha sido más de lo mismo
Se precisa una gran movilización popular e intelectual para terminar con tanta patraña
Dos pensadores son los heraldos de esta posición. En primer lugar, Max Weber, que parte de la constatación de que los países protestantes son, en el siglo XIX, los que están en cabeza del desarrollo económico, debido a su identificación con los valores del capitalismo. En su obra matriz La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la esencia del capitalismo está en la voluntad de trabajo, simultánea con el fervor por el ahorro. Comportamientos ambos que no pueden ser sólo individuales pues su efectividad exige que lo sean de todo un pueblo, y para ello fruto de unas convicciones que son sobre todo de naturaleza religiosa. En este caso esas convicciones comunes proceden del calvinismo que descarta el consumo, condena el disfrute y el gasto y exalta el trabajo considerado como ejercicio religioso, secularizando con ello el ascetismo y elevando el trabajo profesional a la condición de práctica religiosa por excelencia. Que deviene así obra de Dios. Esa santificación del trabajo ordinario que opera el calvinismo y que saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional, sigue resonando en muchas organizaciones religiosas contemporáneas, tanto moderadas -Opus Dei, Kikos, etcétera- como progresistas -Focolares, Comunidad de San Egidio, etcétera-.
Richard H. Tawney en La Religión en el origen del capitalismo nos ofrece una reflexión mucho más pormenorizada y pegada a la historia, que en oposición a los espiritualismos orientales y apoyado en la Biblia, sostiene que la vida material en su conjunto nos viene de Dios y por tanto los bienes, e incluso el dinero, son signo de su bondad y en cierto sentido de su predilección. Pero signo que tiene que estar presidido por la gracia y que sólo puede operar en relación con el otro, cuya expresión esencial es el pobre. Por lo demás Calvino/Tawney, frente a la prohibición bíblica, recuperan el préstamo comercial o industrial, que sin usura está permitido y hace posibles con ello el mundo de la banca y de las finanzas.
Era difícil de imaginar desde tan razonables y esperanzadores inicios, que la generalización de la trampa y de la rapiña en los ámbitos económico y financiero llevase a un triunfo tan absoluto de la economía criminal. De manera decisiva ha contribuido a ese resultado la mitificación unánime del enriquecimiento como referencia única del éxito, la celebración de lo que Oskar Lafontaine ha llamado la Dictadura del Monetariado, y, sobre todo, la hegemonía sin alternativas del capitalismo de casino. Todo lo cual ha dotado de respetabilidad a las felonías capitalistas más innobles, a las prácticas empresariales más abyectas. No exagero, vean los nombres y las cifras. Lehman Brothers, una de las joyas de la finanza norteamericana, quiebra y todo el mundo se va a la calle sin indemnización alguna, salvo Richard Fuld, su presidente que se embolsa legalmente 480 millones de dólares. AIG, la paradigmática compañía de seguros, va a quebrar también, pero el caso es simbólicamente demasiado grave y Washington interviene aportando 85.000 millones de dólares para tapar el agujero. Lo que permite a Joseph Cassano, director de la sección de Productos Derivados, percibir una bonificación de 3,4 millones de dólares, y a Sullivan, el gran patrón, otra de 5,4 millones de dólares. Los directivos de la compañía, reflotada con el dinero de los contribuyentes norteamericanos, lo celebran en un suntuoso hotel californiano, con habitaciones a 1.000 dólares la noche, 10.000 dólares en bebidas, 23.000 en cuidados personales y un interminable etcétera. Bob Diamond, numero dos del Barclays Bank, ha declarado haber percibido en primas, entre 2006 y 2007, 50 millones de euros; Marcel Ospel, máximo responsable del banco suizo UBS, 15,7 millones de euros; Josef Ackermann, presidente de la Deutsche Bank ha cobrado 10 millones de euros al año; Fred Goodwin, director general del Royal Bank of Scotland, y Andy Hornby, del HBOS, ambas en situación de quiebra, unas remuneraciones anuales de 5,3 y 3 millones de euros, respectivamente. En Francia, los patronos de los seis grandes grupos financieros BNP Paribas, Société Générale, Crédit Agricole, Crédit Mutuel, Caisses d'Epargne y Banques Populaires se han abalanzado sobre los 10.000 millones de euros que el Estado francés ha puesto a su disposición para ayudar a sus organizaciones a salir de la crisis y nada se ha sabido de su destino. El importe total de las bonificaciones y otras primas personales percibidas por los patronos de las grandes empresas en quiebra o al borde de ella, se acerca a los 80.000 millones, todos interpretando el apólogo de Woody Allen take the money and run. Y al otro lado de la verja más de un millón de trabajadores se han quedado sin trabajo, y Citygroup ella sola ha contribuido con cerca de 70.000 personas.
Los estragos y la desmoralización causados por estos pillajes desde las alturas, han venido acompañados por la incitación al fraude, resultante de la extraordinaria expansión del crédito, que al coincidir con el fuerte abaratamiento del costo del dinero, tenía que producir la deriva monetaria y los efectos perversos que ha conllevado. Pero, además, esa orgía financiera dispuso para su celebración de un abultado arsenal de instrumentos, producto de una brillante ingeniería financiera que los había elaborado y puesto en acción durante la última década. Motejados de tóxicos, por su capacidad disruptiva y malignizante, su circulación y uso aumentaron de día en día. Entre ellos los Fondos Especulativos o hedge funds, más familiarmente fondos-basura, quizás los más repudiados; aunque sus efectos perturbadores sean menores que los de los fondos de private equity, instrumento privilegiado por los especuladores para comprar sociedades y pagarlas sin dinero propio, revendiéndolas luego y vuelta a empezar. Aunque sin olvidar que todos los otros fondos, incluyendo los venture-funds e incluso los fondos soberanos, a pesar de su naturaleza pública, no se han librado de ese destino especulador. Y así se ha originado este descalabro mayúsculo que algunos veníamos anunciando/denunciando desde hace tiempo (Vid mis seis columnas en este diario El capitalismo contra el planeta, de febrero a marzo de 2007, las dos de Fondos-Buitre, del 7 y 13 de julio del mismo año, o últimamente Capitalismo sin limites y Noticias del caos). Descalabro que difícilmente podremos superar porque los planteamientos, las soluciones y los actores sigue siendo los mismos. Y para quienes lo duden, ahí está para probarlo la Declaración de la Cumbre de Washington, procedente del G-20, cuyo análisis ha hecho de manera tan brillante como esclarecedora el Comunicado de ATTAC España del miércoles pasado. Por cierto ¿cómo es posible que ningún medio de comunicación español se haga nunca eco de los análisis de una de las organizaciones más consistentemente críticas y progresistas de nuestro país?
La mencionada Declaración es un estricto "más de lo mismo". Convocada por y celebrada en los EE UU; reservada a los grandes países excluyendo a más de un tercio de la población mundial; insistiendo en los salvíficos principios liberales de la fuerza salvadora de la libertad de comercio y de los mercados competitivos; reclamando un reforzamiento de las instituciones internacionales -OMC, FMI, Banco Mundial- responsables de la debacle, que son los que hay que sustituir cuanto antes; predicando una política monetaria de objetivo único, controlar la inflación, olvidando las necesidades de las clases modestas y de las PYMES; sin una sola propuesta efectiva para acabar con los paraísos fiscales; en definitiva, sepultando aún más los Objetivos del Milenio. Sólo una movilización popular e intelectual, insistida y de gran calado, podrá ayudarnos a acabar con tanta patraña y tantas desvergüenzas.
José Vidal Beneyto es director del Colegio Miguel Servet de París y presidente de la Fundación Amela.
El sistema económico dominante se olvidó de sus ascéticos y laboriosos orígenes calvinistas y terminó glorificando el enriquecimiento rápido como referencia del éxito. Eso abrió las puertas a la trampa y la rapiña
JOSÉ VIDAL-BENEYTO El País, 22/11/2008
El capitalismo es una doctrina económica, a la par que un sistema político-económico, de condición y de usos en ocasiones positivos aunque con frecuencia perversos, que después de la incorporación de las experiencias antagonistas o alternativas -Rusia, China, países emergentes, etcétera- a la sola filosofía y práctica del mercado y del beneficio, se ha convertido en un modelo único en la realidad del mundo, casi también en la esfera del pensamiento. Esta presencia gloriosamente omnipotente y unánime se ha visto sacudida por la corrupción en su funcionamiento, resultado de los numerosos desafueros que bajo su advocación se han perpetrado y que han acabado convirtiendo el latrocinio en regla. Todo ello además, viniendo de donde venía. Pues frente a la consideración de que la práctica religiosa es enemiga de la actividad económica, fue ella la que, con la aparición del protestantismo y, más aún, del calvinismo, supuso un soporte decisivo para el surgimiento y la difusión de los valores del capitalismo.
Pocos han señalado que la tan celebrada cumbre de Washington sólo ha sido más de lo mismo
Se precisa una gran movilización popular e intelectual para terminar con tanta patraña
Dos pensadores son los heraldos de esta posición. En primer lugar, Max Weber, que parte de la constatación de que los países protestantes son, en el siglo XIX, los que están en cabeza del desarrollo económico, debido a su identificación con los valores del capitalismo. En su obra matriz La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la esencia del capitalismo está en la voluntad de trabajo, simultánea con el fervor por el ahorro. Comportamientos ambos que no pueden ser sólo individuales pues su efectividad exige que lo sean de todo un pueblo, y para ello fruto de unas convicciones que son sobre todo de naturaleza religiosa. En este caso esas convicciones comunes proceden del calvinismo que descarta el consumo, condena el disfrute y el gasto y exalta el trabajo considerado como ejercicio religioso, secularizando con ello el ascetismo y elevando el trabajo profesional a la condición de práctica religiosa por excelencia. Que deviene así obra de Dios. Esa santificación del trabajo ordinario que opera el calvinismo y que saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional, sigue resonando en muchas organizaciones religiosas contemporáneas, tanto moderadas -Opus Dei, Kikos, etcétera- como progresistas -Focolares, Comunidad de San Egidio, etcétera-.
Richard H. Tawney en La Religión en el origen del capitalismo nos ofrece una reflexión mucho más pormenorizada y pegada a la historia, que en oposición a los espiritualismos orientales y apoyado en la Biblia, sostiene que la vida material en su conjunto nos viene de Dios y por tanto los bienes, e incluso el dinero, son signo de su bondad y en cierto sentido de su predilección. Pero signo que tiene que estar presidido por la gracia y que sólo puede operar en relación con el otro, cuya expresión esencial es el pobre. Por lo demás Calvino/Tawney, frente a la prohibición bíblica, recuperan el préstamo comercial o industrial, que sin usura está permitido y hace posibles con ello el mundo de la banca y de las finanzas.
Era difícil de imaginar desde tan razonables y esperanzadores inicios, que la generalización de la trampa y de la rapiña en los ámbitos económico y financiero llevase a un triunfo tan absoluto de la economía criminal. De manera decisiva ha contribuido a ese resultado la mitificación unánime del enriquecimiento como referencia única del éxito, la celebración de lo que Oskar Lafontaine ha llamado la Dictadura del Monetariado, y, sobre todo, la hegemonía sin alternativas del capitalismo de casino. Todo lo cual ha dotado de respetabilidad a las felonías capitalistas más innobles, a las prácticas empresariales más abyectas. No exagero, vean los nombres y las cifras. Lehman Brothers, una de las joyas de la finanza norteamericana, quiebra y todo el mundo se va a la calle sin indemnización alguna, salvo Richard Fuld, su presidente que se embolsa legalmente 480 millones de dólares. AIG, la paradigmática compañía de seguros, va a quebrar también, pero el caso es simbólicamente demasiado grave y Washington interviene aportando 85.000 millones de dólares para tapar el agujero. Lo que permite a Joseph Cassano, director de la sección de Productos Derivados, percibir una bonificación de 3,4 millones de dólares, y a Sullivan, el gran patrón, otra de 5,4 millones de dólares. Los directivos de la compañía, reflotada con el dinero de los contribuyentes norteamericanos, lo celebran en un suntuoso hotel californiano, con habitaciones a 1.000 dólares la noche, 10.000 dólares en bebidas, 23.000 en cuidados personales y un interminable etcétera. Bob Diamond, numero dos del Barclays Bank, ha declarado haber percibido en primas, entre 2006 y 2007, 50 millones de euros; Marcel Ospel, máximo responsable del banco suizo UBS, 15,7 millones de euros; Josef Ackermann, presidente de la Deutsche Bank ha cobrado 10 millones de euros al año; Fred Goodwin, director general del Royal Bank of Scotland, y Andy Hornby, del HBOS, ambas en situación de quiebra, unas remuneraciones anuales de 5,3 y 3 millones de euros, respectivamente. En Francia, los patronos de los seis grandes grupos financieros BNP Paribas, Société Générale, Crédit Agricole, Crédit Mutuel, Caisses d'Epargne y Banques Populaires se han abalanzado sobre los 10.000 millones de euros que el Estado francés ha puesto a su disposición para ayudar a sus organizaciones a salir de la crisis y nada se ha sabido de su destino. El importe total de las bonificaciones y otras primas personales percibidas por los patronos de las grandes empresas en quiebra o al borde de ella, se acerca a los 80.000 millones, todos interpretando el apólogo de Woody Allen take the money and run. Y al otro lado de la verja más de un millón de trabajadores se han quedado sin trabajo, y Citygroup ella sola ha contribuido con cerca de 70.000 personas.
Los estragos y la desmoralización causados por estos pillajes desde las alturas, han venido acompañados por la incitación al fraude, resultante de la extraordinaria expansión del crédito, que al coincidir con el fuerte abaratamiento del costo del dinero, tenía que producir la deriva monetaria y los efectos perversos que ha conllevado. Pero, además, esa orgía financiera dispuso para su celebración de un abultado arsenal de instrumentos, producto de una brillante ingeniería financiera que los había elaborado y puesto en acción durante la última década. Motejados de tóxicos, por su capacidad disruptiva y malignizante, su circulación y uso aumentaron de día en día. Entre ellos los Fondos Especulativos o hedge funds, más familiarmente fondos-basura, quizás los más repudiados; aunque sus efectos perturbadores sean menores que los de los fondos de private equity, instrumento privilegiado por los especuladores para comprar sociedades y pagarlas sin dinero propio, revendiéndolas luego y vuelta a empezar. Aunque sin olvidar que todos los otros fondos, incluyendo los venture-funds e incluso los fondos soberanos, a pesar de su naturaleza pública, no se han librado de ese destino especulador. Y así se ha originado este descalabro mayúsculo que algunos veníamos anunciando/denunciando desde hace tiempo (Vid mis seis columnas en este diario El capitalismo contra el planeta, de febrero a marzo de 2007, las dos de Fondos-Buitre, del 7 y 13 de julio del mismo año, o últimamente Capitalismo sin limites y Noticias del caos). Descalabro que difícilmente podremos superar porque los planteamientos, las soluciones y los actores sigue siendo los mismos. Y para quienes lo duden, ahí está para probarlo la Declaración de la Cumbre de Washington, procedente del G-20, cuyo análisis ha hecho de manera tan brillante como esclarecedora el Comunicado de ATTAC España del miércoles pasado. Por cierto ¿cómo es posible que ningún medio de comunicación español se haga nunca eco de los análisis de una de las organizaciones más consistentemente críticas y progresistas de nuestro país?
La mencionada Declaración es un estricto "más de lo mismo". Convocada por y celebrada en los EE UU; reservada a los grandes países excluyendo a más de un tercio de la población mundial; insistiendo en los salvíficos principios liberales de la fuerza salvadora de la libertad de comercio y de los mercados competitivos; reclamando un reforzamiento de las instituciones internacionales -OMC, FMI, Banco Mundial- responsables de la debacle, que son los que hay que sustituir cuanto antes; predicando una política monetaria de objetivo único, controlar la inflación, olvidando las necesidades de las clases modestas y de las PYMES; sin una sola propuesta efectiva para acabar con los paraísos fiscales; en definitiva, sepultando aún más los Objetivos del Milenio. Sólo una movilización popular e intelectual, insistida y de gran calado, podrá ayudarnos a acabar con tanta patraña y tantas desvergüenzas.
José Vidal Beneyto es director del Colegio Miguel Servet de París y presidente de la Fundación Amela.
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