viernes, 30 de abril de 2010

La pesada herencia de Juan Pablo II


La Pesada herencia de Juan Pablo II, por Juan G. Bedoya, El País, 19/04/2010

ante culpar a los muertos, pero es comprensible cualquier referencia a Juan Pablo II por el encubrimiento de eclesiásticos pederastas ante la justicia civil. Uno de sus colaboradores, el colombiano Darío Castrillón, lo acaba de reconocer, candoroso, en la Universidad Católica de Murcia, donde la semana pasada se celebró un simposio a mayor gloria del famoso papa polaco. El cardenal Castrillón contó allí que en 2001 había felicitado por carta a un obispo francés por no denunciar a un sacerdote finalmente condenado a 18 años de cárcel. La felicitación tuvo el visto bueno de Juan Pablo II. "Estoy encantado de tener un compañero que habría preferido la cárcel antes que denunciar a su hijo sacerdote", escribía Castrillón al obispo francés, condenado más tarde a tres meses de cárcel por encubridor. Al Vaticano no le ha gustado la confidencia, pero ahí ha quedado el disgusto. Imposible desmentir a quien durante casi una década fue prefecto (ministro) de la Congregación para el Clero con el pontífice polaco.

El propósito de Benedicto XVI es elevar a los altares cuanto antes a su antecesor, el papa más carismático de todos los tiempos y también uno de los más polémicos. Se dejaría llevar por el grito de "santo subito" (santo ya), de decenas de miles de cristianos en el Vaticano nada más enterarse de la muerte de Juan Pablo II, hace apenas cinco años. Si su sucesor hace caso, Karol Wojtyla subirá a los altares con mayor celeridad aún que la religiosa Teresa de Calcuta. Juan Pablo II la beatificó en octubre de 2003, seis años después de morir en India, en septiembre de 1997.

Estos escándalos pueden ser un contratiempo. Hay otros. Pese a que en algunos medios de comunicación empiezan a llamarle Juan Pablo II el Magno, para compararlo con Gregorio Magno, o así, el pontificado de Wojtyla esta colmado de sombras. Las peores son esta actitud encubridora de abusos sexuales, cuyo ejemplo principal fue el trato amistoso que dispensó al fundador de los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel, finalmente castigado a marcharse de Roma por Benedicto XVI a cambio de olvidar procesos por pederastia contra él y varios de sus sacerdotes. En los procesos de canonización ya no actúa la famosa figura del abogado del diablo, pero el papa polaco tampoco superaría un examen imparcial por sus relaciones con siniestros dictadores como el chileno Pinochet, o la inmisericorde execración de teólogos de la liberación a los que acusaba de hacer política en Latinoamérica (él, el más político de los papas).

La función del abogado del diablo, vigente desde 1587, era exigir pruebas de las virtudes y descubrir errores o pecados del futuro santo. Su trabajo a veces tumbaba los procesos, o los hacía interminables. La extinción de esa tarea fiscal permitió a Juan Pablo II realizar en apenas 26 años unas 1.800 beatificaciones o canonizaciones, tantas como todos sus predecesores juntos. Un ejemplo de esa celeridad se produjo con el español san Josemaría Escrivá, el polémico fundador del Opus Dei. Juan Pablo II, protegido suyo, lo elevó a los altares en menos de 27 años, en octubre de 2002. Había muerto en 1975. Pese a problemas inesperados con el milagro que abría paso a una inminente beatificación, pocos dudan de que Benedicto XVI está decidido por la celeridad.

miércoles, 21 de abril de 2010

Poética-s

El tan admirable como simpático y cultivado José Emilio Pacheco ha dicho una cosa que nos pasa a muchos escritores:

"Carezco totalmente de la capacidad de hablar, necesito ver qué estoy pensando para saber cómo continúo. Por eso recuerdo cuando Sartre se quedó ciego y dijo: yo dejo de escribir en este momento”

También nuestro tan manchego como universal Ángel Crespo escribió algo parecido (no recuerdo dónde, y tampoco voy a ir a buscarlo). A mí me pasa, aunque, desde luego, no pretendo compararme con tan ilustres personajes: a veces creo que no puedo pensar sin escribir ni escribir sin pensar. El escribir te da un ritmo, un rigor, un mecanismo, aunque sólo sea el de sacar el hilo de la prosa del capullo que uno es, y te metamorfosea -te cambia, diría- en una mariposa/gusano con la dignidad que da el lenguaje a lo vulgar, si queremos glosar al aéreo y deleble Novalis. A Crespo le obsesionaban las metamorfosis y veía en la lírica el misterio esencial y el mito, que reducía al Hermes de los ponientes de su infancia. Alguna vez definí, vanamente, el propósito de mi lírica: "Escribo para ver si es verdad". Es un asombro que dura poco, no un strip-tease juanramoniano; respecto a la sacralización que provoca esa escritura posteriormente, al poeta no le interesan esas petrificaciones o empedernimientos, sino la vida perdida que constituyen como evocaciones: elegía, en fin.

La timidez de no hablar, que te aísla, te hace escribir. Esa timidez la provocan muchas cosas: el asombro y el dolor son las que más, pero también la percepción de fuentes extrañas y de una voz que no usa palabras. En cuanto al poder simpatético de esta escritura o canto, nadie lo escribió mejor que Lorca en su conferencia "Teoría y juego del duende".

Estafas del capitalismo

"Saqueadores con mocasines", Paul Krugman, El País, 20/04/2010

El pasado octubre, leí una viñeta de Mike Peters en la que un profesor pide a un alumno que construya una frase en la que se utilice la palabra "sacks" [del verbo to sack: saquear, en inglés]. El alumno responde: "Goldman Sachs".

Y efectivamente, la semana pasada, la Comisión del Mercado de Valores (la SEC, por sus siglas en inglés) acusaba a los tipos de Goldman, por mucho mocasín de Gucci que lleven, de dedicarse a lo que equivale a un saqueo de cuello blanco.

Utilizo el término saquear en el sentido en que lo usan los economistas George Akerlof y Paul Romer en un informe de 1993 titulado Saquear: El hampa económico de la bancarrota con ánimo de lucro. En ese informe, escrito en la época posterior a la crisis de las cajas de ahorros durante los años de Reagan, se afirmaba que muchas de las pérdidas de esa crisis eran consecuencia de un fraude intencionado.

¿Se puede decir lo mismo de la crisis financiera actual?

La mayor parte del debate sobre el papel del fraude en la crisis se ha centrado en dos formas de engaño: los préstamos depredadores y la distorsión de los riesgos. Claramente, se engañó a algunos de los prestatarios para que aceptaran préstamos complejos y caros que no entendían, proceso facilitado por los reguladores federales de la era de Bush, que no limitaron los préstamos abusivos e impidieron que los Estados tomaran medidas por su cuenta. Y, en su mayoría, las entidades que ofrecían préstamos subpreferenciales no se hacían cargo de los préstamos que concedían. En lugar de eso, vendían los préstamos a inversores, en algunos casos seguramente a sabiendas de que la posibilidad de pérdidas futuras era mayor de lo que creía la gente que compraba esos préstamos (o valores basados en los préstamos).

Lo que estamos viendo ahora son acusaciones de una tercera forma de fraude.

Hace tiempo que sabemos que Goldman Sachs y otras empresas sacaron al mercado valores respaldados por hipotecas y pretendían al tiempo obtener beneficios apostando por la caída en picado del valor de esos títulos. Sin embargo, esta práctica, aunque podría considerarse reprensible, no era ilegal. Pero ahora, la SEC acusa a Goldman de haber creado y sacado al mercado valores deliberadamente diseñados con la intención de que se hundieran, para que clientes importantes pudieran sacar dinero de ese fracaso. Eso es lo que yo llamaría saqueo.

Y Goldman no es la única empresa financiera acusada de hacerlo. Según la página web de periodismo de investigación ProPublica, ganadora de un Pulitzer, varios bancos contribuyeron a comercializar inversiones diseñadas para fracasar en nombre del fondo de cobertura Magnetar, que apostaba por ese fracaso.

Entonces, ¿qué papel desempeñó el fraude en la crisis financiera? Ni los préstamos depredadores ni la venta de hipotecas con falsos pretextos causaron la crisis. Pero sin duda la agravaron, tanto al ayudar a inflar la burbuja inmobiliaria como al crear una reserva de activos cuya conversión en basura tóxica una vez explotara la burbuja estaba garantizada.

En cuanto a la supuesta creación de inversiones pensadas para fracasar, es posible que éstas hayan multiplicado las pérdidas de los bancos que eran la parte perdedora en estos acuerdos, y profundizaran así la crisis bancaria que convirtió la explosión de la burbuja inmobiliaria en una catástrofe para toda la economía.

La pregunta obvia es si el tipo de reforma financiera que se plantea ahora habría prevenido parte de o todo el fraude que ahora parece haber prosperado en la última década. Y la respuesta es sí.

Para empezar, una oficina independiente de protección del consumidor podría haber ayudado a limitar los préstamos depredadores. Otra cláusula incluida en el proyecto de ley del Senado, que requiere que las entidades crediticias conserven un 5% del valor de los préstamos que realizan, habría limitado la práctica de conceder préstamos incobrables y venderlos rápidamente a inversores incautos.

Está menos claro si las propuestas de reforma de los derivados -que principalmente incluyen la exigencia de que los instrumentos financieros, como las permutas de riesgo de crédito, se vendan abierta y transparentemente, como los bonos y las acciones ordinarias- habrían evitado los supuestos abusos de Goldman (aunque probablemente habrían evitado que la aseguradora AIG perdiera el control y necesitara un rescate financiero). Lo que sí podemos decir es que más nos vale que el borrador final de la reforma financiera incluya medidas que eviten este tipo de saqueo; en particular, debería bloquear la creación de "obligaciones de deuda garantizadas sintéticas", unos cócteles de permutas de riesgo de crédito que permiten a los inversores asumir grandes riesgos con activos que no son suyos de hecho.

Sin embargo, la principal moraleja que deberíamos extraer de las acusaciones contra Goldman no guarda relación con la letra pequeña de la reforma; tiene que ver con la necesidad urgente de cambiar Wall Street. Al escuchar a los cabilderos del sector financiero y los políticos republicanos que han hecho piña con ellos, podría pensarse que todo irá bien mientras el Gobierno federal prometa no llevar a cabo ningún rescate más. Pero eso es un completo disparate, y no sólo porque ninguna promesa así sería creíble.

Porque el hecho es que gran parte del sector financiero se ha convertido en un chanchullo, un juego en el que un puñado de personas recibe sueldos espléndidos por engañar y explotar a consumidores e inversores. Y si no aplicamos mano dura contra estas prácticas, los chanchullos seguirán.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008. © New York Times Service. Traducción de News Clips.