lunes, 26 de mayo de 2008

Javier Rosado, un hombre para la condena eterna

PUBLICADO POR EL SUPLEMENTO 'CRÓNICA' EN 1997 En el mundo de la bestiaRetrato del joven asesino que es capaz de volver locos a sus propios psiquiatras FLORA SAEZ

Javier Rosado, el cerebro espeluznante del crimen del rol, nació en San Sebastián el 9 de diciembre de 1973. Dice de su madre que es una ATS «que lleva el dinero a casa y le gustan las joyas» y de su padre, que tiene entre 45 y 55 años, que desconoce cuál es su trabajo y que con él se lleva bien: «Como amigos que se reúnen para jugar al tenis, tomar copas, ir por ahí. A mi padre le considero un arquetipo, un santo, como yo. Y ha leído más que yo, que ya es raro».
De su hermano, tres años mayor y también estudiante de Químicas, habla poco. Quizá porque se relacionaba poco con él, por algún problema que ocurrió en la infancia y que no puede recordar. Algo más habla del perro, Atila. «El perro es una magnífica persona, cuando lea la prensa ya sabrá él a lo que me refiero».
Lo de su memoria o desmemoria, es algo curioso. Sí le viene a la cabeza, por ejemplo, el nombre de la empresa donde trabaja su padre. E incluso que recuerda que no recordaba a algunas de las personas que le llamaban en San Sebastián por teléfono. En general, sobre su infancia y primera adolescencia, se acuerda de bastante poco o «sólo de lo malo». La operación de apendicitis y el trastazo contra el árbol.
Aunque tampoco resulta esto tan extraño si se tiene en cuenta que Javier Rosado nació a los 14 años, año más, año menos. Eso dice él. Lo anterior no importa demasiado. No existe. «Entonces comencé a crear; cuando hablo es como el que predica, lo de antes no vale nada, era distinto yo, se me hizo la luz».
Fue en 1988 cuando conoció a Cal, su maestro, el arquetipo número 32 de su Juego de las Razas, el niño frágil o a veces la mujer rubia que le ha enseñado a través del dolor todo su conocimiento y todo lo que es. «Cal es el dolor, el bendito sufrimiento, ama los cuchillos o cualquier cosa que pueda producir dolor, aunque lo que más le fascina es el dolor del alma». «Aprender a usar el dolor es disfrutarlo como el placer». «El dolor psíquico ayuda a encontrar el alma». «Cal me enseñó a alegrarme con mi dolor».
Nacer a los 14
¿Y qué más da haber nacido hace 23 años o hace nueve? Poco. El tiempo es algo muy relativo. Por ejemplo, cuando las psicólogas Blanca Vázquez y Susana Esteban le exploraron en los calabozos del Juzgado de Instrucción número 5 de Madrid el 21 de julio de 1994, Javier Rosado llevaba detenido «47 días físicos y dos y medio mentales». Y hacía 82 que había matado, en compañía de su amigo Félix Martínez, al barrendero Carlos Moreno, en el barrio de Manoteras, en Madrid. «Estar 20 años en la cárcel no importa demasiado».
En lo que sí recuerda, después de volver a nacer, Javier Rosado se ve a sí mismo distinto. «Siempre me he sentido diferente». «Solitario». Ni cine, ni deporte ni discotecas. Entre otras cosas, porque la gente resulta molesta. Por ejemplo, las filas de butacas repletas de espectadores en el cine. «Es mejor ver los vídeos en tu casa».
Chicas, también pocas. En general piensa que son todas unas putas. Dice Javier que mantuvo relaciones amorosas de esas que llaman platónicas con una sola que le dejó y que, al parecer, murió en un accidente. Y que tuvo relaciones sexuales con otra chica y con una prostituta. «Aunque sentí más placer cuando me pusieron tres puntos en una rodilla en 1992». Y dice también, que se masturba cada tres días, aunque el psiquiatra que se lo preguntó no le otorga a este dato demasiada credibilidad. No se sabe por qué precisamente a este dato.
Quizá piense Javier que su único amigo es Félix. Félix Martínez. O quizá más que eso: «Félix no es amigo mío, es mi droga; a veces nos reuníamos en su casa, tenía hachís..., yo soy el sustento de mis compañeros, soy su hombro». Félix conoció a Javier cuando, viendo un partido de fútbol, se lo encontró gritando al viento personajes de Lovecraft.
Mucha literatura. Rosado se define a sí mismo «como un ratón de biblioteca», no confundir con un empollón, aunque nada sepa de cuestiones como Ecología, la situación del Tercer Mundo o quién es Martin Luther King. «Todo lo que he hecho ha sido quedarme en casa leyendo». «Podía estar hablando solo seis horas, con los libros, en la biblioteca de mi casa, mi música, mis libros, leo de todo, principalmente ficción-esotérico, cuentos de hadas». También 'Mi lucha', de Hitler, Nietzsche y el marqués de Sade. Menuda empanada mental.
Estanterías que rebosaban de libros tirando al terror y a lo truculento y de algunas películas del mismo género. «Más de 3.000 volúmenes propios».
Precisamente su única actividad productiva consistía en el préstamo esporádico de libros. Aunque quizá algún día hubiera llegado a resultar productiva su carrera de Química. No es un empollón, ya se ha dicho. «La teoría me hunde, las prácticas me salen». Pero obtuvo un sobresaliente en la asignatura de Física del segundo curso de carrera. Antes, en el instituto, suspendía dibujo, trabajos manuales y gimnasia, y en general, todo aquello «manual» o «de codos». Eso sí, «lo que era de inteligencia o de fórmulas matemáticas, bien». En Segundo de BUP la historia egipcia le fascinaba.
Parece que lo mayor de su inteligencia, fantasía y capacidad creativa lo aplicó Javier a Las Razas, el juego de su invención. Más que un juego, una filosofía particular que pensaba, y piensa, publicar algún día. «He pasado dos años y medio intentando tabular Las Razas al rol. Tuve un éxito inmediato en la aplicación a Las Razas a este juego». Respecto a los juegos de rol en sí, unas veces dice que nunca ha jugado; otras, que un par de veces; y otras, que era capaz de pasarse en ellos hasta diez horas.
¿Y en qué consiste su criatura? «Son ideas humanas llevadas al extremo». ¿Y entenderá por extremo exterminar a las etnias inferiores formadas por personas débiles, mujeres, viejos, niños, desgraciados o marginales?
Cuando mató a Carlos Moreno, Javier había creado 43 arquetipos o personalidades. A partir de un detective que le interrogó y le pegó en la comisaría de Sol, creó la número 42: «Me fascinó tanto que le he creado una raza». Se cree que ahora podrían ser unas 60 e, incluso, que durante el juicio que se ha celebrado esta semana ha podido crear alguna más.
¿Y cómo se juega? «Cuando estás pensando 37, eres 37, de esa raza; luego pudes cambiar a otra raza». O esta otra versión: «Soy un conglomerado de arquetipos en un inexorable fluir de unos arquetipos que entran y otros que salen sin que pueda elegir, porque el control central me falla».
Al parecer, Javier Rosado puede ser muchas cosas. Pero sobre todo una y fundamental: «Yo soy Mara-Fasein». Mara-Fasein, el personaje número 30, el master. «El resto son herramientas, lo que pasa es que a veces las herramientas imponen su control, son arquetipos». Félix Martínez era un «aprendiz de Mara». Están además Luther, la personificación del mal; Oer, la muerte a través del suicidio; o Iad, «el odio puro. Su objetivo es la anulación». Iisechiin, el arquetipo número 1, el bien puro, la inocencia, «es algo tonto».
Y, entre tanto lío, ¿quién mató a Carlos Moreno?, le preguntaron los psiquiatras. «Es posible que fuera yo, no estoy seguro... lo que sí sé es que soy capaz de matar», dijo en una ocasión.
En otras, que si alguna de sus personalidades pudo matar a Carlos Moreno, <>fue Luther quien lo hizo. El mismo que escribió, cinco días más tarde, el espeluznante relato del crimen. «Mi compañero se quejó de que los huesos eran durísimos... Le propuse que le arrancara la cabeza para que dejara de hacer ruido». «Es espantoso lo que tarda en morir un idiota, era algo increíble y espantoso. Vi una porquería blanquecina saliendo del abdomen y me dije 'Cómo me paso'. Me daba la sensación de haber cumplido con un deber».
Pero tampoco hay que darle a su muerte demasiada importancia. Al fin de cuentas, «un homínido mató a otro hace 100.000 años, ¿a usted le importa? Lo mismo da uno que se suicida como uno que mata a 20».
¿Qué es verdad y qué es mentira en todo este relato? Difícil saberlo. «Lo que más rabia le da a la gente es mi capacidad para mentir. No lo aguantan, para ellos es una mentira tan evidente, que les molesta mi desparpajo. El sentido de la ironía lo tengo heredado de mi padre».
El viernes, tras cinco días de sesiones, quedó el juicio por el asesinato de Carlos Moreno visto para sentencia, tras una dura batalla en la que psicólogos y pisiquiatras no se pusieron de acuerdo en si Javier Rosado está loco o simula serlo. Si es un psicópata, un esquizofrénico paranoide o alguien con personalidad múltiple. Un eminente psiquiatra ajeno al caso formuló su propia sentencia: «Desde luego, estamos ante un caso excepcional. Alguien capaz de volver locos a los propios psiquiatras».
Este reportaje ha sido elaborado a partir de los informes que sobre Javier Rosado realizaron las psicólogas Blanca Vázquez y Susana Esteban y los psiquiatras Carlos Fernández Junquito y José Antonio García-Andrade.

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