miércoles, 22 de octubre de 2008

La otra sentimentalidad y Javier Egea

La necesidad de volver a soñar

Un libro de homenaje resalta en Granada la importancia de la poesía de Javier Egea

FERNANDO VALVERDE - Granada - El País, 27/10/2004

Un libro resalta la importancia de la poesía de Javier Egea, un escritor que abrió nuevos rumbos en la literatura española y al que Granada recuerda con distintas iniciativas. Entrevista a Antonio Zurera, director de la I Muestra Internacional de Cine de Animación de Córdoba. Un libro repasa las relaciones entre Cádiz y Gibraltar a través de la prensa.

A los 16 años, un joven al que todos llamaban Quisquete comenzaba a escribir sus primeros poemas. Una tarde, al salir de su casa, se encontró con un amigo de su hermana que colaboraba con una revista literaria y le preguntó si podría publicar allí alguno de sus poemas. Se trataba de Álvaro Salvador, que aún conserva aquellos primeros textos.

En la década de los setenta Javier Egea ya tenía claro que quería dedicarse a escribir poesía. En 1972 terminó su primer libro, Serena luz del viento, y lo presentó al Premio Federico García Lorca, del que resultó finalista. En opinión de Álvaro Salvador, aquel primer poemario "era muy ingenuo, aunque ya se podía apreciar un gran talento". Un año después Egea publica A boca de parir en la colección Zumaya. Durante este periodo el joven conoce a la persona que más influyó en su obra y en su pensamiento: el profesor Juan Carlos Rodríguez, del que adoptó sus ideas de la poesía como construcción ideológica.

Pero la fecha clave para la repercusión posterior de Quisquete será 1983. Tres poetas granadinos: el joven Egea, Luis García Montero y Álvaro Salvador, publican en los Pliegos de Barataria de la Editorial Don Quijote un manifiesto que estaba llamado a cambiar el rumbo de la poesía española del momento. Bajo el título de La otra sentimentalidad los poetas defienden una poesía sin barreras, en la que la ficción pueda ser utilizada como recurso y a través de la cual pueda producirse una identificación de la gente corriente con el género. Una patada a las torres de marfil en las que se refugian muchos poetas. La fórmula se mantendría algún tiempo, el necesario para desembocar en la corriente mayoritaria de la poesía española de los últimos 30 años, la llamada Poesía de la Experiencia.


A pesar de la importancia de su obra (libros capitales como Paseo de los tristes, Troppo mare o Raro de luna) y de su influencia en la poesía española posterior, la figura de Egea permanece entre el olvido y una oscura neblina cercana al malditismo fomentada por sus frecuentes depresiones, su adicción al alcohol y su suicidio, en julio de 1999.


El pasado año se fundó en Granada la Asociación del Diente de Oro, promovida por los poetas Javier Benítez y Alfonso Salazar, con el objetivo de situar la obra del autor de Paseo de los tristes en "el lugar que merece". Entre sus actividades destacan la celebración del día de la poesía, la puesta en marcha del Premio de Poesía Javier Egea y la creación de la colección La Isleta del Moro que hace pocos días presentó su primer título, Un día feliz, un homenaje a Javier Egea en el que participan algunos de sus amigos: Consuelo de la Rubia, Pío Alcántara, Juan Mata, Álvaro Salvador, Pere Rovira, Luis García Montero, Alfonso Salazar, Mario Cuenca Sandoval, Brisa Alcántara, Javier Benítez, Ramón Repiso, Daniel Rodríguez Moya y Mariano Maresca.


Cada uno de ellos ha prestado para la edición un manuscrito del poeta aclarando las circunstancias en las que fue escrito y cómo llegó a sus manos. Trece manuscritos en su mayoría inéditos que van acompañados de una anécdota, un espacio de tiempo compartido.

Javier Egea renunció a seguir viviendo en un mundo que no le agradaba. Como afirma su hermana en el último texto que presenta el libro: "Cuando acababa de cumplir cuarenta y siete años su alma volvió a estar herida de desilusión. Por eso, quizás convencido de que malversaba su vida en un mundo que ya no tenía sentido para él, sintió la necesidad de volver a soñar".

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