A la casa blanca de Gore Vidal se llega siguiendo la ruta de las estrellas de Hollywood. Su mansión está poblada de retratos en blanco y negro: aquí su padre con Franklin Rooselvelt, allá Norman Mailer con Kurt Vonnegut, más allá la sonriente Jacqueline Kennedy en la ventanilla de un coche ('Con amor').
El viejo maestro (82 años) se abre paso en el bosque rebosante de los recuerdos. Acaba de volver de Italia, nos cuenta. De pasar unas largas vacaciones a su "segundo país", al que sigue vinculado en la distancia mientras el cuerpo y el alma aguanten. Presto a hablar de política a las primeras de cambio. De la cocina o del piso de arriba llega el eco altisonante del telediario...
P: ¿Almuerza usted con las noticias del día?
R: Procuro enterarme de lo que pasa, aunque es realmente difícil. Vivimos en una dictadura y nos gusta la dictadura. Tenemos un Gobierno fascista que ha controlado a su placer los medios. Los republicanos le montaron el 'impeachment' a Clinton porque alguien le hizo una mamada, y ahora nos falta valor para sacar adelante el 'impeachment' de Bush por violar sistemáticamente la Constitución americana... Vivimos en un país que da miedo. Hemos dejado atrás la república y hemos renunciado a la Carta Magna. Vamos a tardar 100 años en reparar todo el mal.
P: ¿Habrá más sorpresas de aquí a noviembre?
R: Siguen preparándose para golpear Irán, haciendo acopio de mentiras o insistiendo en que la amenaza inminente, como hicieron con Sadam Hussein. Lo acusaron falsamente por el 11-S, lo capturaron y lo colgaron: esa es la visión de la justicia americana.
P: En uno de sus libros más recientes, Guerra perpetua para una paz perpetua, usted habla de un golpe de estado tras el 11-S...
R: No lo cometió diretamente Bush, fueron más bien Dick Cheney y los halcones del Pentágono. Fue un arreglo parecido al de Japón en el siglo XVII: un Mikado sin poder, en manos de un vicepresidente 'shogun' y de sus asesores guerreros. Sólo faltaba un 'casus belli' para lanzar toda su artillería de mentiras, y luego ese concepto militarista y orwelliano de guerra contra el terror, que es una adaptación de la guerra fría que se inventó Truman.
P: Pero no negará que el 11-S fue lo más parecido a un ataque...
R: Sí, pero lanzado en todo caso por Osama Bin Laden y otros dos o tres, no por un ejército de millones de islamistas radicales, como nos hicieron creer. Y por supuesto no por Sadam Hussein.
P: Usted asegura también que la Administración Bush permitió que ocurriera el 11-S...
R: Hay un informe que le entregaron al presidente semanas y que se titulaba 'Bin Laden, dispuesto a atacar Estados Unidos'. Allí se advertía ya de la posibilidad de atentados usando aviones comerciales ¿Nos hacen falta más pruebas? Lo que pasa es que tenemos un presidente tan perezoso que ni siquiera se lee los informes que le preparan... Eso sí, ha sido capaz de cometer todas la ilegalidades posibles, desde el espionaje de los ciudadanos a la suspensión del habeas corpus y las detenciones indefinidas, desde las torturas a las prisiones secretas... Ustedes tienen las corridas de toros, nosotros tenemos gente torturando y matando en otros países.
P: Después de haber sido testigo de tres cuartas partes de la historia del siglo XX y de estos siete años de Bush, ¿qué podemos esperar del siglo XXI?
R: La ley marcial... Tarde o temprano estallará algo en algún sitio.
P: ¿Estamos viviendo el ocaso de El último imperio, como se titula otro de sus libros?
R: El imperio se acaba porque se acabó el dinero. La avaricia pudo con nosotros. Así se han acabado históricamente todos los imperios, incluido el español. Estados Unidos acabará encontrando su lugar, posiblemente entre Argentina y Brasil.
P: ¿La situación mundial sería muy distinta si hubiera llegado a la Casa Blanca su primo lejano Al Gore?
R: No creo. Es demasiado tímido. Lo fue hasta para reclamar los resultados de unas elecciones que ganó y que le robaron el juez Scalia y sus secuaces del Tribunal Supremo... Aunque seguramente no estaríamos en Irak, probablemente tampoco en Afganistán.
P: ¿Qué consejo le daría al próximo presidente de Estados Unidos?
R: Que repase la historia y recuerde las palabras del presidente Washington: "Las naciones no deben tener pasiones a favor o en contra de otras naciones, porque la pasiones te esclavizan... Recordad que Estados Unidos tiene sólo intereses, no pasiones".
Lamentablemente, el deseo de exportar nuestro sistema se ha convertido no ya en una pasión, sino en una obsesión. Cada Calígula en la historia ha querido propagar su propia versión de la democracia, para que otros países "sean tan felices como nosotros".
P: ¿Qué presidentes incluiría en su lista de elegidos?
R: De los recientes, ninguno. Del siglo pasado me quedo con Franklin D. Roosevelt, que tuvo sus defectos, pero supo sacarnos de la Gran Depresión, y crear un colchón social con el new deal, y abrir magníficas oficinas de correos en todo el país... Me quedo también con Lincoln, un presidente complejo y enigmático, que se escribía sus propios discursos, lo cual dice mucho de él. También escribía poesía.
P: ¿Y JFK?
R: No creo que fuera un buen presidente. Lo que ha sobrevivido de él es más bien el mito. Yo les traté mucho, sobre todo a Jacqueline, tuvimos un padrastro común... Pero no tengo gran aprecio por la carrera política de Kennedy.
P: ¿Se le parece Obama?
R: ¡Pamplinas! Son cosas del 'marketing' electoral... Mi candidato demócrata, el que ofrecía un auténtico cambio, era Dennis Kucinich. Sigo teniendo mis dudas sobre Obama. Durante un tiempo pensé que era el mejor demagogo desde Martin Luther King, aunque ha crecido mi interés por él desde su discurso sobre la raza. Hay que reconocer que es inteligente, y un presidente inteligente –después del que hemos tenido estos siete años- sería una auténtica novedad en la Casa Blanca.
P: ¿Cree que tiene posibilidades en noviembre?
R: Sí, sí que las tiene... si llega vivo.
P: ¿Se esperaba el fiasco de Hillary?
R: Yo tengo un gran respeto por ella. Me parece una mujer inteligente, una abogada impecable. Pero ha perdido los papeles durante la campaña... Aún recuerdo que me vino a visitar un día, con su hija y con su madre, cuando yo vivía en Italia. Era la época de su fallida reforma sanitaria, cuando los republicanos echaron toda la basura posible sobre ella.
P: ¿Y el papel de Bill Clinton?
R: Creo que no ha sido muy útil en la campaña. Era perfectamente capaz de manejarse sola.
P: ¿Qué opinión le merece John McCain?
R: Me recuerda mucho a Bush: parece que sabe siempre donde está y hacia dónde avanza. Y está claro que va a seguir la guerra. McCain sería una prolongación de la Junta Militar, al estilo latinoamericano, que hemos tenido estos años.
P: ¿Por qué se mojan tan poco en política los escritores de generaciones más jóvenes? ¿Por qué ese desdén en Estados Unidos a la figura del intelectual?
R: Mire, allí al fondo está precisamente la foto que nos hicieron a mí, a Norman Mailer y a Kurt Vonnegut: los tres últimos intelectuales, los tres veteranos, acercándonos como estábamos a los ochenta... Los escritores de hoy en día no saben de historia, sólo quieren escribir sobre sí mismos.
P: Y dígame ¿cómo han convidido el Gore Vidal escritor y el Gore Vidal mundano, amigo y anfitrión de Federico Fellini, Greta Garbo, Jacqueline Kennedy, Tennesse Williams, Saul Bellow, Rudolf Nureyev, Paul Newman y tantos otros rostros famosos que desfilan por sus memorias, Navegación a la vista?
R: Digamos que me ha gustado relacionarme y tener buenos amigos, pero la escritura ha sido siempre una profesión solitaria.
P: ¿Sigue escribiendo a mano en su mesa de madera de cerezo?
R: Sí, ahora mismo estoy trabajando en dos obras de teatro: una de ellas que dejó incabada mi viejo amigo Tennessee Williams y que va a dirigir en Broadway Peter Bogdanovich. También estoy escribiendo una novela, sobre la ocupación de California durante la guerra entre Estados Unidos y México.
P: ¿Por qué sus novelas no han tenido el eco que han tenido sus ensayos?
R: No lo sé, quizás hay que preguntárselo al New York Times, que se negó a publicar reseñas de los cinco libros que publiqué tras 'El pilar y la ciudad de sal' (su segunda novela, de 1948, con la que derribó el tabú de la homosexualidad).
P: ¿Cree que ha habido un 'complot' contra Gore Vidal, el novelista?
R: No sólo lo creo, estoy convencido.
P: Pero a cambio le han consagrado como el "mejor ensayista norteamericano del siglo XX"...
R: Eso lo ha reconocido hasta el New York Times...
P: ¿Se siente vindicado?
R: Usted lo ha dicho.
El viejo maestro (82 años) se abre paso en el bosque rebosante de los recuerdos. Acaba de volver de Italia, nos cuenta. De pasar unas largas vacaciones a su "segundo país", al que sigue vinculado en la distancia mientras el cuerpo y el alma aguanten. Presto a hablar de política a las primeras de cambio. De la cocina o del piso de arriba llega el eco altisonante del telediario...
P: ¿Almuerza usted con las noticias del día?
R: Procuro enterarme de lo que pasa, aunque es realmente difícil. Vivimos en una dictadura y nos gusta la dictadura. Tenemos un Gobierno fascista que ha controlado a su placer los medios. Los republicanos le montaron el 'impeachment' a Clinton porque alguien le hizo una mamada, y ahora nos falta valor para sacar adelante el 'impeachment' de Bush por violar sistemáticamente la Constitución americana... Vivimos en un país que da miedo. Hemos dejado atrás la república y hemos renunciado a la Carta Magna. Vamos a tardar 100 años en reparar todo el mal.
P: ¿Habrá más sorpresas de aquí a noviembre?
R: Siguen preparándose para golpear Irán, haciendo acopio de mentiras o insistiendo en que la amenaza inminente, como hicieron con Sadam Hussein. Lo acusaron falsamente por el 11-S, lo capturaron y lo colgaron: esa es la visión de la justicia americana.
P: En uno de sus libros más recientes, Guerra perpetua para una paz perpetua, usted habla de un golpe de estado tras el 11-S...
R: No lo cometió diretamente Bush, fueron más bien Dick Cheney y los halcones del Pentágono. Fue un arreglo parecido al de Japón en el siglo XVII: un Mikado sin poder, en manos de un vicepresidente 'shogun' y de sus asesores guerreros. Sólo faltaba un 'casus belli' para lanzar toda su artillería de mentiras, y luego ese concepto militarista y orwelliano de guerra contra el terror, que es una adaptación de la guerra fría que se inventó Truman.
P: Pero no negará que el 11-S fue lo más parecido a un ataque...
R: Sí, pero lanzado en todo caso por Osama Bin Laden y otros dos o tres, no por un ejército de millones de islamistas radicales, como nos hicieron creer. Y por supuesto no por Sadam Hussein.
P: Usted asegura también que la Administración Bush permitió que ocurriera el 11-S...
R: Hay un informe que le entregaron al presidente semanas y que se titulaba 'Bin Laden, dispuesto a atacar Estados Unidos'. Allí se advertía ya de la posibilidad de atentados usando aviones comerciales ¿Nos hacen falta más pruebas? Lo que pasa es que tenemos un presidente tan perezoso que ni siquiera se lee los informes que le preparan... Eso sí, ha sido capaz de cometer todas la ilegalidades posibles, desde el espionaje de los ciudadanos a la suspensión del habeas corpus y las detenciones indefinidas, desde las torturas a las prisiones secretas... Ustedes tienen las corridas de toros, nosotros tenemos gente torturando y matando en otros países.
P: Después de haber sido testigo de tres cuartas partes de la historia del siglo XX y de estos siete años de Bush, ¿qué podemos esperar del siglo XXI?
R: La ley marcial... Tarde o temprano estallará algo en algún sitio.
P: ¿Estamos viviendo el ocaso de El último imperio, como se titula otro de sus libros?
R: El imperio se acaba porque se acabó el dinero. La avaricia pudo con nosotros. Así se han acabado históricamente todos los imperios, incluido el español. Estados Unidos acabará encontrando su lugar, posiblemente entre Argentina y Brasil.
P: ¿La situación mundial sería muy distinta si hubiera llegado a la Casa Blanca su primo lejano Al Gore?
R: No creo. Es demasiado tímido. Lo fue hasta para reclamar los resultados de unas elecciones que ganó y que le robaron el juez Scalia y sus secuaces del Tribunal Supremo... Aunque seguramente no estaríamos en Irak, probablemente tampoco en Afganistán.
P: ¿Qué consejo le daría al próximo presidente de Estados Unidos?
R: Que repase la historia y recuerde las palabras del presidente Washington: "Las naciones no deben tener pasiones a favor o en contra de otras naciones, porque la pasiones te esclavizan... Recordad que Estados Unidos tiene sólo intereses, no pasiones".
Lamentablemente, el deseo de exportar nuestro sistema se ha convertido no ya en una pasión, sino en una obsesión. Cada Calígula en la historia ha querido propagar su propia versión de la democracia, para que otros países "sean tan felices como nosotros".
P: ¿Qué presidentes incluiría en su lista de elegidos?
R: De los recientes, ninguno. Del siglo pasado me quedo con Franklin D. Roosevelt, que tuvo sus defectos, pero supo sacarnos de la Gran Depresión, y crear un colchón social con el new deal, y abrir magníficas oficinas de correos en todo el país... Me quedo también con Lincoln, un presidente complejo y enigmático, que se escribía sus propios discursos, lo cual dice mucho de él. También escribía poesía.
P: ¿Y JFK?
R: No creo que fuera un buen presidente. Lo que ha sobrevivido de él es más bien el mito. Yo les traté mucho, sobre todo a Jacqueline, tuvimos un padrastro común... Pero no tengo gran aprecio por la carrera política de Kennedy.
P: ¿Se le parece Obama?
R: ¡Pamplinas! Son cosas del 'marketing' electoral... Mi candidato demócrata, el que ofrecía un auténtico cambio, era Dennis Kucinich. Sigo teniendo mis dudas sobre Obama. Durante un tiempo pensé que era el mejor demagogo desde Martin Luther King, aunque ha crecido mi interés por él desde su discurso sobre la raza. Hay que reconocer que es inteligente, y un presidente inteligente –después del que hemos tenido estos siete años- sería una auténtica novedad en la Casa Blanca.
P: ¿Cree que tiene posibilidades en noviembre?
R: Sí, sí que las tiene... si llega vivo.
P: ¿Se esperaba el fiasco de Hillary?
R: Yo tengo un gran respeto por ella. Me parece una mujer inteligente, una abogada impecable. Pero ha perdido los papeles durante la campaña... Aún recuerdo que me vino a visitar un día, con su hija y con su madre, cuando yo vivía en Italia. Era la época de su fallida reforma sanitaria, cuando los republicanos echaron toda la basura posible sobre ella.
P: ¿Y el papel de Bill Clinton?
R: Creo que no ha sido muy útil en la campaña. Era perfectamente capaz de manejarse sola.
P: ¿Qué opinión le merece John McCain?
R: Me recuerda mucho a Bush: parece que sabe siempre donde está y hacia dónde avanza. Y está claro que va a seguir la guerra. McCain sería una prolongación de la Junta Militar, al estilo latinoamericano, que hemos tenido estos años.
P: ¿Por qué se mojan tan poco en política los escritores de generaciones más jóvenes? ¿Por qué ese desdén en Estados Unidos a la figura del intelectual?
R: Mire, allí al fondo está precisamente la foto que nos hicieron a mí, a Norman Mailer y a Kurt Vonnegut: los tres últimos intelectuales, los tres veteranos, acercándonos como estábamos a los ochenta... Los escritores de hoy en día no saben de historia, sólo quieren escribir sobre sí mismos.
P: Y dígame ¿cómo han convidido el Gore Vidal escritor y el Gore Vidal mundano, amigo y anfitrión de Federico Fellini, Greta Garbo, Jacqueline Kennedy, Tennesse Williams, Saul Bellow, Rudolf Nureyev, Paul Newman y tantos otros rostros famosos que desfilan por sus memorias, Navegación a la vista?
R: Digamos que me ha gustado relacionarme y tener buenos amigos, pero la escritura ha sido siempre una profesión solitaria.
P: ¿Sigue escribiendo a mano en su mesa de madera de cerezo?
R: Sí, ahora mismo estoy trabajando en dos obras de teatro: una de ellas que dejó incabada mi viejo amigo Tennessee Williams y que va a dirigir en Broadway Peter Bogdanovich. También estoy escribiendo una novela, sobre la ocupación de California durante la guerra entre Estados Unidos y México.
P: ¿Por qué sus novelas no han tenido el eco que han tenido sus ensayos?
R: No lo sé, quizás hay que preguntárselo al New York Times, que se negó a publicar reseñas de los cinco libros que publiqué tras 'El pilar y la ciudad de sal' (su segunda novela, de 1948, con la que derribó el tabú de la homosexualidad).
P: ¿Cree que ha habido un 'complot' contra Gore Vidal, el novelista?
R: No sólo lo creo, estoy convencido.
P: Pero a cambio le han consagrado como el "mejor ensayista norteamericano del siglo XX"...
R: Eso lo ha reconocido hasta el New York Times...
P: ¿Se siente vindicado?
R: Usted lo ha dicho.
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