BARBARA CELIS – El País, Nueva York - 14/06/2008
¿'Do you have' libros, por favor?
El español, segunda lengua de Estados Unidos con 45 millones de hablantes, sufre para abrirse hueco en una industria editorial que se resiste a traducir obra extranjera
"Estados Unidos necesita más que nunca escuchar voces de más allá de sus fronteras. Los escritores son los intermediarios indispensables en este diálogo internacional y los guardianes del patrimonio único y artístico representado por cada idioma. No podemos pretender que esta conversación se produzca sólo en inglés". Hace más de tres años que Salman Rushdie, entonces presidente del PEN American Center, se lamentaba de la escasez de traducciones literarias de un país, Estados Unidos, en el que sólo el 3% de los libros publicados -entre 200 y 300 al año- procede de otras nacionalidades.
Desde entonces apenas se han producido cambios en el mundo editorial norteamericano. Ni siquiera el español, segunda lengua más hablada con 45 millones de hispanos (el 15% de la población), ha conseguido hacerse un hueco en una industria que entre 2000 y 2006 sólo tradujo a 12 autores de ficción españoles (entre ellos, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Carlos Ruiz Zafón, Antonio Muñoz Molina y Almudena Grandes). En el mismo periodo se tradujeron obras de 12 autores cubanos, por seis de Chile, cinco de Argentina, uno de Ecuador, ocho de México, dos de Perú y cuatro de Uruguay, según datos del Center for Book Culture.
Curiosamente, de las únicas seis traducciones que entraron en la lista de The New York Times de las 50 mejores novelas de ficción de 2007, tres eran de autores hispanos. Además, una novela, La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz, escrita en inglés aunque con claras referencias lingüísticas a la cultura dominicana en la que se crió, se llevó recientemente el Premio Pulitzer de literatura, obligando al mundo de la cultura estadounidense a preguntarse si no sería ya hora de prestar más atención a los escritores estadounidenses de origen latino.
Pero pese a que la producción literaria mundial en español abarca una veintena de países, es muy difícil conseguir que los libros se traduzcan en Estados Unidos. Esther Allen, traductora, entre otros, de Antonio Muñoz Molina, dirigió un amplio estudio el pasado año titulado To be or non to be translated (Ser o no ser traducido), en el que señalaba que el inglés se ha convertido en la lengua franca de la globalización: "Estados Unidos ha preferido ser monolingüe y dejar que el mundo aprenda su lengua en vez de hacer el esfuerzo de traducir e impulsar el multilingüismo".
Sin embargo, fenómenos recientes como el éxito comercial de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, publicado en Estados Unidos una década después de ser celebrado en el mundo hispano, "puede que abra el camino a un aumento de las traducciones del español", según el estudio.
Respecto al Pulitzer concedido a Junot Díaz, Allen señala que "tanto él como Francisco Goldman han contribuido a que las editoriales estadounidenses presten más atención a los libros en esa lengua". Caso aparte es el de la literatura infantil, cuyo número de traducciones es aún menor que el de la ficción para adultos. Pero el éxito reciente de las obras de la alemana Cornelia Funke le ha dado un pequeño empujón al género. Y quizás Elvira Lindo consiga repetir la hazaña con Manolito Gafotas, que acaba de publicarse por primera vez en inglés. La serie que hizo célebre a la escritora madrileña, protagonizada por ese niño de Carabanchel hijo de un camionero y con una personal manera de ironizar sobre la vida, ha sido traducida a más de 20 idiomas, incluido el chino y el coreano. "El inglés era la espinita que tenía clavada", explica la autora.
La vía regular es que una editorial acepte el libro y después se traduzca. Pero, en este caso, la agente Laura Dail, quien también representa al escritor mexicano Guillermo Arriaga en Estados Unidos, optó por arriesgarse, traducir y después presentárselo a la editorial Marshall Cavendish. "Apenas hay editores que lean en español, es difícil lograr que se entusiasmen por un libro en ese idioma", explica.
Sin embargo, la traducción del libro se topó con un problema que no ha tenido en otras lenguas: "En los países anglosajones los libros infantiles están sometidos a un tipo de corrección política que no existe en los países mediterráneos". Y la autora subraya dos ejemplos: en Estados Unidos no se le puede dar "un cachete" a Manolito Gafotas (en inglés Manolito Cuatro Ojos) como los que le da su madre en el original. "Sería escandaloso", señala la autora, que también reconoce que quizás si escribiera ahora el libro tampoco podría hacerlo en España. Y el personaje llamado Yihad "tampoco es políticamente correcto tras el 11-S", añade. Así que se le cambió el nombre.
En lugar de dejar el libro en manos de un traductor profesional, la autora se lo encargó a Joanne Moriarty, traductora para latinos en un hospital de Nueva York y cuyos orígenes humildes la convertían en alguien lingüísticamente más cercano al protagonista. "Pensé que podría darle un giro interesante a todas esas expresiones como el mundo mundial de Manolito porque ella creció en una especie de Carabanchel de Boston".
Moriarty opina que, "pese a las diferencias entre España y Estados Unidos, Manolito es un personaje bastante universal con el que es fácil identificarse". La experiencia ha funcionado: el libro va a presentarse al premio nacional de traducción y ya hay un segundo volumen en camino.
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